Si me preguntaran si soy completamente feliz, mi
respuesta sería, prácticamente siempre, que no. Que lo sería si algunas
circunstancias mejoraran, cambiaran o se resolvieran favorablemente. Pero casi
siempre faltaría «algo» para sentirme feliz o, al menos, para sentirme
plenamente feliz.
En realidad no soy consciente todo el tiempo de esas
condiciones que estaría necesitando para ser feliz. Más bien, hay algo que
«opaca» mi estado de ánimo, algo que, analizado en detalle, no es otra cosa que
ese conjunto de circunstancias todavía no resueltas a mi favor, todo eso que
siento que me falta, que no tengo.
Bien. Pero, ¿cómo puedo sentirme feliz, colmado de paz,
de dicha y de alegría si honestamente siento que hay aspectos de mi vida que no
van bien o que van francamente mal, es decir, que me preocupan, me entristecen
o que, lisa y llanamente, me deprimen? ¿Cómo puede alcanzarse esa «utópica»
felicidad?
Como punto de partida para iniciar una «investigación» al
respecto, te propongo la siguiente analogía:
Si estuvieras cenando en un hermoso restaurante,
compartiendo la mesa con buenos amigos, si la conversación fuera animada, la
atención irreprochable, si ya estuvieras frente a tu primer plato, el que
elegiste, tomando tu vino preferido, sabiendo que te esperan el plato
principal, el postre, el café… seguramente no estropearías unos momentos tan
agradables lamentándote por todos aquellos platos que también te gustan pero
que no estarán en tu mesa esa noche. Simplemente no lo harías. Sólo
disfrutarías de la cena y de la compañía.
Y en cada momento de nuestras vidas, en cada
circunstancia, casi sin excepciones, existen los suficientes elementos
maravillosos como para colmarnos de dicha, de felicidad plena. Pero en lugar de
asombrarnos y de disfrutar de lo que cada instante nos ofrece, damos por hecho
esos pequeños milagros, los consideramos ordinarios, naturales y cotidianos, y,
en cambio, destacamos y nos concentramos en eso de lo que el momento carece.
Nuestra única función, entonces, es simplemente ser
felices. Es decir, contemplar en cada circunstancia aquello con lo que la
vida nos está agasajando, y disfrutarlo plenamente. Lo que hoy no tenemos (¡lo
que no tenemos todavía!) será tal vez eso con lo que la vida, generosa y abundante
siempre, nos sorprenderá en algún otro momento irrepetible…
Axel Piskulic
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