Me gusta comunicar y me gustan
las palabras. Una gran parte de mi vida la he dedicado a la comunicación, tanto
audiovisual como escrita.
Soy consciente del poder que
tiene lo que se dice desde el corazón y estoy convencido que todos, en algún
momento, seamos como seamos, hemos sacado de nuestro interior, lo más limpio y
genuino de nuestro yo para entregárselo a los demás.
¿QUÉ ES EL SILENCIO?
El silencio es la ausencia total del sonido. También significa
abstención de hablar, en el ámbito de la comunicación humana. Y, sin embargo,
que no haya sonido alguno no siempre quiere decir que no haya comunicación. El silencio ayuda en pausas reflexivas que
sirven para tener más claridad de los actos. El silencio es igual de importante
que el sonido, porque sin sonido no se podrían hacer silencio.
El silencio es un
acto de respeto y un ejercicio valiente cuando se trata de controlarnos, para
no soltar la ira acumulada o la opinión inoportuna e impertinente. En
definitiva, el silencio es importante, porque nos ayuda a examinar y
comprender nuestros sentimientos, para crecer en sabiduría.
Hay personas muy calladas y
observadoras. Ese también es un gran don. No siempre las palabras coinciden con
los pensamientos, ni los silencios con lo que no se dice.
Hay silencios sonoros y palabras vacías también. Hay
vacíos llenos de emociones silenciadas y presencias llenas de vacíos huecos.
A veces, la vida te lleva a
detenerte para tomarte un respiro, a reconsiderar tu mundo, a conocer qué
posición tienes en él ahora. Y el silencio ayuda. Te da espacio para observar,
tanto los recuerdos como las acciones. Te hace comprender y también aceptar.
Algunas veces, usamos el
silencio vacío con quienes no tenemos nada que decir. Otras, nos instalamos en
el silencio sonoro en el que esperamos que la vida se recoloque, que a cada uno
nos sitúe en dónde merecemos o simplemente que valoremos y nos valoren tanto
como hayamos tocado el corazón de los demás.
Estamos en la cultura de las
palabras. Quien dice más y convence mejor, vence. Lo que no quiere decir que
nos esté favoreciendo con sus argumentos. Pero nos lo creemos. Tendemos
a escuchar más que a observar y eso siempre lleva a confusión, porque lo que
tiene valor son los actos, las obras, la conducta.
Y observando eso es lo que uno
valora al final de este maremágnum de palabrería a todos los niveles que nos
asfixia, ante los que nos venden lo que sea y sobre todo, frente a quienes nos
quieren convencer de lo que luego niegan sus acciones.
Recuerdo que Sócrates decía en
una de sus magistrales lecciones que antes de decir algo debieras pasarlo por
tres filtros:
El primero….: Debes estar seguro de que lo que digas sea verdadero.
El segundo...: Que lo que digas sea bueno.
El tercero…..: Que lo que digas sea útil.
VERDAD, BONDAD Y
UTILIDAD. Si estás dispuesto a cumplir con estas tres premisas, entonces
tus palabras serán de oro y caerán como una semilla en un mullido sembrado. De
otro modo, ¿para qué decir lo que no es verdad, lo que no va a traer bondad o
lo que no va a ser útil?
Hablar sirve de poco cuando las
palabras no llevan dentro de sí la impregnación del corazón además de
intenciones bondadosas y posibles.
El objetivo es ser cada vez
mejor ser humano y ayudar a los demás a que también lo sean, con la palabra o
con el silencio, siempre que uno y otro traigan verdad.
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