LA LEYENDA DE CRESO
LA ERRÓNEA
BÚSQUEDA DE SUPERIORIDAD
La leyenda de Creso llegó hasta nuestros días gracias al famoso
historiador Herodoto. No se sabe
hasta dónde llega la realidad y en qué punto comienza la ficción. Lo cierto es
que se trata de una narración ejemplarizante y poco importa, por tanto, la
línea que marque el comienzo de la imaginación.
Se dice que Creso era un rey de Asia y el hombre más rico de su tiempo. Gobernaba un reino próspero y eran tan amplias sus posesiones que
se decía de él que nadaba en oro. Sus súbditos también eran gente próspera. En
el reino no faltaba nada y se vivía en paz. Se dice que de allí proviene la
expresión popular: “Es tan rico como Creso”.
Cuenta la leyenda de Creso que el rey se regodeaba en su fortuna. Todo en su palacio era fino y exquisito. Mandaba traer las mejores sedas, los mejores muebles y las mejores ropas para sí. Sus jardines eran también absolutamente hermosos. Tenía flores extrañas de tierras muy lejanas a las que cuidaba con esmero.
“No aconsejes lo
agradable sino lo mejor”. -Solón-
La leyenda de
Creso y Solón
La leyenda de Creso
señala que hubo un verano de buen tiempo que atrajo muchos visitantes hasta el
reino. Corrió el rumor de que Solón, legislador de Atenas y
considerado el hombre más sabio del mundo, andaba por aquellas tierras.
Era un hombre tan inteligente, que de allí nació la expresión popular “Es
tan sabio como Solón”.
Cuando Creso se
enteró de que Solón estaba cerca, sin perder tiempo mandó a sus criados a
buscarle. Quería que fuera su
huésped de honor. Los criados lo buscaron y le transmitieron
el mensaje. Solón también quería conocer a Creso, así que aceptó la invitación.
De este modo, cuenta
la Leyenda que Solón llegó al palacio. El rey estaba feliz y muy orgulloso al
mostrarle la colección de joyas, los jardines encantados y todos los grandes
lujos con los que vivía. Mandó preparar una cena especial para el
invitado. Le parecía fabulosa la
idea de sentar al hombre más rico del mundo para que hablara con el hombre más
sabio del mundo.
Una conversación
desconcertante
Ya estaban sentados
a la mesa cuando Creso, que quería satisfacer su propia vanidad, le preguntó al sabio: “Dime Solón, ¿quién crees que ha sido el más feliz
de los hombres?” El sabio pensó por unos momentos. Después
de un rato contestó: “Creo que el más feliz de los hombres se llama Telo y
vive en Atenas”.
Decepcionado ante
esa respuesta, Creso quiso saber por qué era tan feliz aquel hombre. Solón le
explicó que Telo era un hombre honrado que había trabajado duramente para darles
la mejor educación a sus hijos. Cuando ellos crecieron, se convirtieron en
ciudadanos ejemplares. Telo, por
su parte, viéndose viejo y solo, pidió formar parte del ejército ateniense y
murió defendiendo a su país.
Dice la leyenda que
el rey se mostró un poco molesto con esa explicación. Así que interpeló a Solón diciendo: “Y fuera de
Telo, ¿quién crees que es el hombre más feliz?” Solón pensó
un momento y luego le habló de un joven ateniense que había salvado de la
pobreza a su madre y que luego había muerto defendiendo a los pobres.
Creso estaba ya exaltado. Entonces, le preguntó directamente: “Soy el hombre más rico que hay sobre la faz de la tierra. Gobierno un reino próspero en donde todos viven bien. ¿Por qué no crees que no he sido yo el hombre más feliz del mundo?” El sabio le respondió: “Habrá que esperar a que mueras para saberlo. No sabes qué te depara el futuro y la vida es pura contingencia”.
Un desenlace
inesperado
A Creso no lo dejó
conforme la respuesta del sabio. Sin embargo, lo atendió con amabilidad y le
dijo que las puertas de su palacio siempre estarían abiertas para él. Pasaron
los años y surgió un poderoso rey llamado Ciro. Comandaba grandes y feroces
ejércitos. Quería conquistar a
toda Asia y en su propósito invadió el reino de Creso y terminó apresando al
rey.
Creso fue maltratado
y escupido. Cuando iban a matarle, Creso recordó al sabio. “Solón,
Solón…”, dijo con tristeza. Ciro alcanzó a escucharlo y tuvo curiosidad. Le
preguntó por qué mencionaba ese nombre y con gran aflicción, Creso le contó la
historia.
Ciro quedó muy
desconcertado al escuchar las palabras que había dicho el sabio. Pensó un
momento y reconoció que en verdad era una reflexión inteligente. Nunca se sabe
qué puede pasar en el futuro. Temiendo
por lo que pudiera ocurrirle, dijo “Haré con Creso lo que quisiera que
otros hicieran conmigo”. Entonces ordenó que lo liberaran y
desde entonces lo trató como a un amigo más.
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