LA PEREZA
¿PUEDE SER UN SÍNTOMA DE ALGO MÁS?
Juan y María acaban de comer y tienen algo de sueño, por lo
que deciden echar una pequeña siesta. Es domingo y fuera de casa hace frío.
Cuando se despiertan, a Juan le apetece quedarse en casa y María, sin muchas
ganas, propone salir. Juan defiende que es domingo, que hace frío y que no hay
nada de malo en quedarse en el sofá sin hacer nada productivo, quizá ver series
o una película. María está cansada pero se siente mal si se queda en
casa, lo ve como una señal de pereza y no le agrada sentirse perezosa. Al
final, María acepta con desgana y a regañadientes quedarse en casa.
La pereza es un concepto que levanta muchas suspicacias. Por un lado, algunas personas no sienten malestar por quedarse de vez en cuando en casa sin hacer nada; pero por otro lado, una gran mayoría de personas sienten incomodidad y una sensación de pérdida de tiempo si se quedan sin realizar algo productivo. Incluso en sus ratos libres, disfrazan la productividad de hobby, por ejemplo, el que hace cursos para aumentar su CV, el que hace deporte para estar más fuerte, etc. Es decir, «hacer nada» sin objetivo productivo, no solo está mal visto, sino que nos inquieta y lo evitamos.
Desde que la revolución industrial apareció para quedarse,
el tiempo de cada persona se convirtió en productividad, por lo que no hacer
nada o sentir pereza se comenzó a ver mal. Se trata de un pensamiento y una
forma de actuar que ha llegado hasta nosotros. A la pereza, en lugar de
verla como un posible síntoma de «algo», la vemos como una señal inequívoca de
holgazanería. Sin embargo, la pereza puede significar algo más allá de que
seamos vagos o poco productivos.
Reflexiones sobre la
pereza
El profesor Oriol Quintana, ha publicado un ensayo con el
título «La pereza», cuya hipótesis apunta a que la pereza podría revelar
nuestras motivaciones
reales y que podría ser un instrumento de discernimiento que no
deberíamos obviar. Quintana ha creado el concepto de «Tribunal Superior de
Pereza» y aconseja que lo escuchemos de vez en cuando porque puede ayudarnos a
decidir si algo realmente nos conviene.
En este punto es importante destacar que no se habla de una
pereza permanente que puede enmascarar una depresión o
una falta de motivación hacia la vida en general, sino que se trata de la
pereza que nos da realizar ciertas tareas o de la pereza que podemos sentir
durante un rato concreto. Quintana
afirma que si alguna cosa no nos apetece, quizá sea porque no debemos
hacerla. Muchos psicólogos defienden que la pereza debe ser
escuchada como cualquier otra emoción o sentimiento. En lugar de asociarla de
forma necesaria a un síntoma de holgazanería, lo primero debería ser prestarle
atención.
Nuestra imagen
idealizada
Una de las líneas que defiende Quintana, es que podemos
llegar a sentir pereza porque nos hemos creado una imagen
muy idealizada de nuestra vida y de nosotros mismos y
después cuesta mucho mantenerla. Cuando cristalizamos una forma de ser tanto
para nosotros como para los demás, el mantener este estatus puede darnos
pereza. Por ejemplo, si queremos estar fuertes podemos obligarnos a ir al
gimnasio, pero al poco tiempo es posible que empecemos a sentir una pereza
enorme y lo abandonemos. Si queremos aparentar delante de los demás un estilo
de vida que no es el real, mantener esa imagen puede llevar a situaciones de
pereza.
Otro ejemplo sería de aquellas personas que una vez que
acaban de estudiar la carrera siguen estudiando con el objetivo de que los
demás vean que no cesan en su formación. Muchas personas sí lo hacen por
aprender y por mejorar, pero otros pueden hacerlo solo por mera apariencia. De
este modo, todo aquello que hagamos sin una motivación intrínseca,
puede acabar por darnos mucha pereza. Si estudio un máster para poder decir
que tengo un máster y mantener un prestigio, me dará mucha más pereza hacerlo
que si lo hago por motivación de aprender más.
Por otro lado, si queremos idealizarnos y aparentar que
somos personas más responsables y solidarios con los demás, que somos amables y
desinteresados, todas esas actitudes requieren de esfuerzos que no siempre
tendremos ganas de realizar. Es decir, una imagen idealizada, según Quintana,
requiere de un mantenimiento que puede generar mucha pereza. Sin llegar a caer
en un egoísmo general, en muchas ocasiones, podemos llevar a cabo
conductas hacia los demás justo en momentos en los que más nos invade la
pereza y que suponen los momentos menos óptimos.
Pero, ¿qué ocurre? Si alguien vive a 20 kilómetros de casa y
viene a vernos, cuando se marcha, en lugar de dejar que se vaya en tren o en
autobús (en caso de que se pueda coger), podemos empeñarnos en llevarlo en
coche a pesar de sentir una pereza enorme. ¿Cuántas veces nos hemos
ofrecido a hacer algo por aparentar generosidad pero deseando interiormente que
nos digan que «no»? Con ello, no se pretende que no seamos generosos
ni que nos dejemos estacar en una pereza continua, pero sí tomar en consideración
ciertos momentos de pereza porque quizá estén camuflando la construcción de una
imagen idealizada que no se corresponde con la realidad.
La pereza necesaria
Desde la psicología, se aboga por saber
disfrutar del no hacer nada. En muchas ocasiones llegamos a casa
por la tarde-noche después de un día muy ajetreado y nos da pereza hasta
movernos del sofá. Es importante reflexionar sobre el estilo tan estresante que
llevamos. A día de hoy, la sobre-estimulación y la sobre-activación es normal,
por lo que no es de extrañar que a cierta hora del día nos cueste permanecer
frescos y en estado de alerta. Sin embargo, al llegar a casa comenzamos
a sentir una picazón si nos sentamos a no hacer nada. Sentimos que nuestro
tiempo no está siendo productivo y nos invade una sensación de malestar.
Por ello, es necesario saber que «no hacer nada» puede
equivaler a hacer mucho a nivel mental. Necesitamos momentos de descanso, de
desconexión. ¿Qué ocurre cuando un electrodoméstico se calienta demasiado por
darle un uso excesivamente largo? Lo apagamos para que se reponga, no se queme
y se estropee o explote. Lo mismo ocurre con las personas, necesitamos
«apagarnos» un rato para recuperar fuerzas, reorganizar información y relajar
el sistema
nervioso simpático (el que tenemos más activado).
De hecho, al lector le habrá pasado más de una vez que necesita
encontrar una solución a un problema laboral o de cualquier otro ámbito y
cuanto más se esfuerza, menos respuestas le vienen. Sin embargo, en el momento
menos pensado, ¡pum!, aparece la respuesta en la mente. Un momento en el que
podemos estar en la ducha, sentados en el váter, o haciendo cualquier otra
actividad que nos relaje. Por lo que la pereza que puede llevar a ratos de
aburrimiento y de no hacer nada, puede resultar ser muy productiva,
porque la mente deja de estar sobre-estimulada y comienza a dejar salir
la creatividad.
https://www.psicoactiva.com/blog/la-pereza-puede-ser-un-sintoma-de-algo/
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