TIENES DERECHO
A ESTAR MAL
Tienes derecho a estar triste y quedarte un rato a vivir en
esa tristeza. Habitarla, comprenderla, casi casi medirla, reconocerla y
bailarle el agua mientras no puedas esbozar una sonrisa o no te dé la gana.
La tristeza, la desgana, esa pereza inmensa de todo porque
tu mundo se cae a pedazos están permitidas y también son necesarias. Sin
reproche, sin remordimiento, sin apresurarte a querer saltar al vacío de la
felicidad falsa, ni pasar de puntillas por lo que realmente sientes. Sin
presionarte por hacer algo para evitar que te señalen con el dedo por flojo,
por vago, por frágil, por vulnerable, por no estar haciendo suficiente para
salir de ese lugar llamado tristeza que tanto nos cuesta habitar y que tan
necesario es conocer y comprender.
Tienes derecho a estar enfadado y rabioso. A enviarlo todo a tomar viento porque tu vida se desmorona a pesar de lo mucho que haces para arreglarlo y lo mucho que te has esforzado por hacerlo todo bien y ser ejemplar, por llenar tu agenda para que no se diga que no haces suficiente para llegar a dónde quieres llegar. Y a pesar de todo, no llegas a nada o eso parece…
Tienes derecho a notar esa punzada clavada y reconocerla, a
que te parezca horrible sentirla y a lamentarte por ello un rato porque no te
parece justo… La única forma de superar el dolor es sentirlo y abrazarlo. Saber
de qué está hecho y a qué huele. Reconocer que te invade y notarlo… Tomarte un
café con ese miedo atroz a seguir viviendo eso que te gusta tan poco, que es
tan incómodo, tan inoportuno, tan duro, tan áspero, tan terrible y saber que no
eres tú sino una circunstancia…
Tienes derecho a creer que todo es injusto y dar un portazo.
A lamerte las heridas un rato y pensar que a veces el mundo da asco y otras da
miedo.
Apresurarse a cruzar el umbral de nuestros miedos y saltarse
fases para que esas emociones que duelen no nos arañen no sirve de nada… Solo
para cerrar el ciclo en falso, para coser la herida cuando todavía no ha
supurado suficiente o poner una tirita sucia… Para quedarse a medias del
proceso y enquistar miedos y angustias, para dejar pendiente lo que es
inevitable y hacer que se repita… Porque todo lo pendiente vuelve siempre.
Tienes derecho a estar ansioso y desbordado. No hay que
forzarse a ser feliz cuando por dentro el llanto es inmenso y la sonrisa que
inventamos es demasiado amarga… Sentir tu tristeza, tu rabia, tu miedo, tu
frustración también es optimismo, es aceptación, es tomarte tiempo para estar
contigo y respetar tu ritmo. No forzar nada. No exigirse ni reprocharse. Sentir
lo que en ese momento toca sentir es amarse, respetarse, cuidarse, reconocerse
y aprender a usar tus herramientas internas para salir adelante… Y si hace
falta, pedir ayuda. Es aceptar tu vulnerabilidad para convertirla en tu
fortaleza. Es descubrir que en tu fragilidad hay tanta solidez que puedes
permitirte caer, fallar, sentir y reconocer lo que pasa…
Porque sin sentir ese dolor, ese miedo, esa tristeza, esa
rabia, jamás podremos usarlas para crecer y ser conscientes de quiénes somos y dónde
estamos. Eso sí que es ser positivo. No mirar al futuro y decir desde la
ignorancia que todo va a ser de un modo concreto si lo deseamos mucho, sino
mirar al presente y ponerte de tu parte y parar para recalcular, para sentir,
para tomarte tu tiempo y saber dónde estás y a dónde quieres ir.
Tienes derecho a descansar y no hacer nada. A no producir y
que no lo parezca por si critican y hablan mal aquellos que tal vez por dentro
también se rompen, pero por fuera disimulan y se hacen fotos maravillosas para
mostrar al mundo una vida que no es su vida. Tienes derecho a caer, a fallar y
a no ver clara todavía la moraleja del cuento. A no haber aprendido del error
cuando acabas de cometerlo. A pensar que tal vez no sea un error sino un paso
necesario…
Tienes derecho a no ser feliz ahora y no pasa nada… Tienes
derecho a serlo cuando puedas y quieras sin imponerte nada ni machacarte para
serlo y parecerlo para que tu infelicidad no moleste e importune a otros.
Tienes derecho a estar de mal humor y verlo todo negro y sin
sentido. A no querer levantarte por un rato y no superarlo ahora, ni luego, ni
mañana… Porque necesitas un tiempo contigo, conectado a ti y desconectado de
todo lo que parece que te obliga a no ser tú, a lo que pone barreras entre tu
verdad y tu vida. Siendo lo que eres ahora. Notando lo que notas para superarlo
y vivirlo, porque sabes que hay instantes en que no hay más remedio que sentir.
Abrazar el dolor y convertirlo en catapulta. Sin fingir, sin aparentar… No
importa lo que parezca, no importa lo que piensen, no importa lo que opinen… Tu
vida es tuya, tu dolor es tuyo, tu tristeza es tuya y los sientes el rato
necesario para trascenderlos, para usarlos a tu favor, para descubrir que no
eres eso que sientes, pero que puedes darle la vuelta.
Tienes derecho a estar mal, sentirte mal, de bajón y no
esconderte ni avergonzarte. No tienes que disimular, ni esforzarte para que no
te instiguen a mejorar, ni a salir de casa si no te apetece. Tienes derecho a
decir no a los mejores planes de tu vida porque no te apetecen, a no satisfacer
a nadie ni aceptar consejos ni falsa empatía basada en la necesidad ajena de no
verte mal y solucionar tu vida para no tener que mirar de cerca la suya… Muchos
creen que sacándote de casa y obligándote a olvidar tu dolor te curan de golpe,
cuando lo que hacen es alejarte de pedir ayuda cuando realmente la busques y
hacerte sentir peor contigo mismo, como un lastre, como un parásito, porque te
harta y asquea ver en sus ojos el reproche, el escuchar esa cantinela de
«deberías esto, necesitas aquello, no te puedes permitir caer y estar de
bajón».
A veces, las mejores intenciones nos llevan al abismo, como
el mono que sacó al pez del agua para evitar que se ahogara… A veces, no
necesitas que te salve nadie, solo salvarte tú a ti mismo y cambiar tu forma de
mirarte. Y eso no pasa en cinco minutos, es un entrenamiento que requiere de
una decisión y no tienes prisa por tomarla, mereces madurarla en ti.
Tu dolor no te hace peor que nadie. Puedes compartirlo ahora
o mañana, puedes vivirlo a tu manera… Y recordar que no estás solo, que no eres
lo que te pasa, que mereces lo mejor de la vida siempre.
No vale la pena esconderse tras una sonrisa cuando no tienes
ganas de sonreír. Las lágrimas son balsámicas. Antes de meter nuevas consignas
en tu mente hay que liberarla de la basura acumulada y para hacerlo hay que
hacerla consciente y observarla, sentir qué te dice, de dónde viene y dejar que
se vaya sin prisa pero con determinación.
No solo tienes derecho a estar triste y decir no a fingir y
poner buena cara si hoy no puedes poner buena cara… Es tu trabajo, ser tú
ahora. No te sientas obligado a nada.
Con esto, no quiero decir que te quedes siempre ahí y que
todo valga, por supuesto, ni que tu vida tenga que ser eso. Todo tiene su
duelo, sus fases y hay que darles el tiempo necesario, darte a ti ese tiempo
para sentir y superar sin premura, sin urgencia, sin ponerte etiquetas, ni
castigarte si crees que no avanzas, sin culparte por dónde crees que ya
deberías estar. Es un camino, a veces parar no es estancarse, es tomar aliento
y reconocerse, es tomar fuerzas y recuperarse, es decidir cambiar de dirección
y verle sentido a lo andado, lo que queda por andar y el momento presente.
Tienes derecho a estar mal sin reproches, sin presiones, sin
culpas, sin tener que aguantar encima malas caras… A veces, la única forma de
salir del túnel es permitirse estar en él y encontrar la luz. Si no queremos
darnos cuenta de la realidad, no podemos superarla y aceptarla.
Y si en algún momento notas que te estás acostumbrando
demasiado a ese estado, recuerda que puedes pedir ayuda para salir… Que tienes
derecho a estar bien desde ahora mismo.
Tienes derecho a estar mal porque si estás mal es necesario
que te des cuenta, que lo notes, que lo vivas, que dejes de creerte que eres lo
que te pasa… Tienes derecho a ser lo que eres ahora justo y no querer soñar con
nada más ni ponerte más retos que estar un rato contigo…
Tienes derecho a sentir absolutamente todo lo que ahora
estás sintiendo, sin tener que rechazarlo por si no es adecuado, por si parece
poco agradable y genera malas caras y críticas, por si molesta, por si no cabe
en tu agenda o en la de otros… Tal vez sea la única forma de descubrir tu gran
valor y toda la felicidad que puedes darte a ti mismo.
Tienes derecho a sentir lo que sientes y además es
necesario. Porque a veces esa tristeza inmensa es el preludio de una gran paz.
Mercè Roura
https://mercerou.wordpress.com/2022/03/15/tienes-derecho-a-estar-mal/
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