MI PAZ INTERIOR NO ES NEGOCIABLE
Esa mañana se levantó como cualquier otra pero,
al ir a lavarse la cara, algo había de ser diferente. Estaba frente al espejo y algo desde dentro, como una fuerza
profunda, tenía un mensaje para ella: soy
tu paz interior y tienes que empezar a cuidarme.
Había pasado unos meses francamente malos desde
el punto de vista anímico y había perdido las ganas por cualquier regalo o
gesto agradable que pudieran ofrecerle los días. Sin embargo, sabía que esa voz
interna comenzaba a tener razón: era la hora de
establecer prioridades, de redefinir una jerarquía: la que
manejaba hasta esa mañana se había borrado hacía tiempo.
“Si
no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera”
-François de la R.-
Es posible que hubiera a su alrededor millones de obstáculos impidiéndole desarrollar al arte de
cuidarse, pero por fin había
entendido que mirar por ella y para ella, al menos una vez al día, le haría
ganar en bienestar. Además, sería un “posit” en su memoria en
el que pusiera: “es el momento del día en el que toca salir de la zona del
bosque en la que te encuentras, subir en el globo y verlo desde arriba”.
Para todos los frenos, alas
A lo largo del día fue reflexionando poco a poco.
Primero comenzó a ser consciente de lo complicado que era seguir el propósito
que se había marcado: vivimos en una sociedad que nos obliga a relacionarnos y
que nos mantiene continuamente ocupados, haciendo que nuestra mente no
contemple nuestros intereses de una manera explícita. Como si velar por
ellos, de manera consciente e intencionada, fuera un pecado: el mejor
indicador de que somos unos egoístas.
Aunque no era solo eso. Había peleado con los monstruos más
terribles que existían y que habían hecho que el miedo, la ansiedad y la
tristeza se apoderaran del mando de su vida. Ellos habían
ocasionado llantos, nostalgias y rupturas internas.
También había tenido que hacer frente a
decisiones erróneas, circunstancias delicadas, momentos duros que escapaban de
sus manos. Entre sus dedos, como si fueran agua. Tampoco podía olvidarse de las
veces que había caminado con los ojos tapados por culpa de personas que querían
vivir dos vidas, una de ellas la suya.
No obstante, los mejores propósitos de la vida no
son fáciles así que este tampoco tenía por qué serlo: el dolor había sido
inevitable y hasta valeroso, pero ya era el momento de que el sufrimiento le dejará de hacer perder un tiempo
que no volvería jamás.
Elige lo que quieres ser
En ese instante recordó algo que había leído
hacia un tiempo: que somos lo que
pretendemos ser y que, por lo tanto, tenemos que elegirlo muy bien.
Era justamente lo que necesitaba para lograr establecer prioridades: hacerlo
supondría actuar acorde con ellas y alejar la disonancia que produce que la
mente y los actos estén “desintonizados”.
“La
felicidad es la experiencia espiritual de vivir cada minuto
con
amor, gracia y gratitud”
-Denis Waitley-
Comenzó por una decisión:
dejar atrás lo que la ataba al suelo, por decirse un poco
más que era especial y por mantener junto a ella la luz que había dejado de
ver. Al fin y al cabo ella era la defensora de sus sueños, la mejor aliada de
su autoestima y tenía consigo gente que con su
cariño no dejaban de alumbrarla.
Quería ser alguien que comprendiera que su paz interior pasaba por encontrar su
lugar en el mundo y por mantenerse conectada a él: sonriendo a
la panadera que vivía a dos manzanas cuando fuera a comprar, agradeciendo los
pequeños detalles, repartiendo cariño a los suyos. Solo así el equilibrio volvería y los monstruos ya no harían
tanto ruido.
La paz interior no es una
posibilidad, es un derecho
En los días sucesivos se dio cuenta de lo que de
verdad quería decir aquella profunda voz que había escuchado: tenía derecho a estar bien y eso no era
una posibilidad a negociar. Tenía que luchar por su serenidad,
por su calma y paz interior, dado que solo así sería capaz de ir encontrando un
poco de felicidad entre tanta sobra.
“Los malos
momentos vienen solos, pero los
buenos hay que buscarlos”
-Dulce Chacón-
Merecía la pena encontrar la forma de
conseguirlo, sobre todo porque el estado de
bienestar le permitiría ver que la paz interior es “un habitar en uno
mismo”, sabiendo que eres feliz con lo que tienes, con lo que haces y con lo
que compartes. A partir de entonces, prometió no dejar de mirarse
al espejo cada mañana, así nunca lo olvidaría.
Cristina Medina
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