RECONOCER
 LA OPORTUNIDAD DE TU VIDA
RECONOCER
 LA OPORTUNIDAD DE TU VIDA
Reproducimos la entrada que ha tenido mayor número de visitas desde el inicio de este blog
Les
 sucede a muchas personas de edad adulta que, al buscar en sus
 recuerdos, encuentran siempre una
 oportunidad que un día dejaron pasar considerando que era lo mejor
 y que, ahora, sin embargo, creen que fue el mayor error de sus
 vidas. ¿Están
 en lo cierto y realmente fue un error? ¿O hicieron bien en dejarlo
 pasar? En ese caso, ¿por qué esa oportunidad todavía da vueltas
 en su cabeza?
 
A
 menudo, cuando se nos presenta una oportunidad en la vida, sea del
 tipo que sea, la primera emoción que nos asalta es la excitación.
 Pero, seguido de esta, aparece
 otro sentimiento que casi siempre adquiere más fuerza que el
 primero: el
 miedo.Es
 habitual que en nuestra vida dispongamos de ciertas cosas que nos
 hacen sentir cómodos; nuestras amistades, nuestro trabajo o la
 ciudad en la que vivimos son un ejemplo. Y
 todas estas cosas que nos hacen sentir seguros forman parte de lo
 que se llama el círculo de confianza. Este
 círculo supone, al mismo tiempo, un gran obstáculo para nosotros.
 La dificultad que nos impide salir de él es, muchas veces, el
 motivo por el que no aprovechamos una oportunidad.
Pongamos
 un ejemplo: una persona que lleva diez años viviendo en una ciudad
 y trabajando para una empresa de publicidad. Cuando le ofrecen
 trabajar para una de las mejores empresas del mundo de publicidad se
 echa atrás. ¿Por qué? Porque no se atreve a salir de su círculo
 de confianza (la ciudad, los amigos, etc.) Lo mismo sucedería con
 una chica a la que invitan a salir y rechaza la petición porque no
 quiere aventurarse
 al cambio que
 supondría tener una pareja o, al menos, intentarlo con una persona.
Reproducimos la entrada que ha tenido mayor número de visitas desde el inicio de este blog
Les
 sucede a muchas personas de edad adulta que, al buscar en sus
 recuerdos, encuentran siempre una
 oportunidad que un día dejaron pasar considerando que era lo mejor
 y que, ahora, sin embargo, creen que fue el mayor error de sus
 vidas. ¿Están
 en lo cierto y realmente fue un error? ¿O hicieron bien en dejarlo
 pasar? En ese caso, ¿por qué esa oportunidad todavía da vueltas
 en su cabeza?
A
 menudo, cuando se nos presenta una oportunidad en la vida, sea del
 tipo que sea, la primera emoción que nos asalta es la excitación.
 Pero, seguido de esta, aparece
 otro sentimiento que casi siempre adquiere más fuerza que el
 primero: el
 miedo.Es
 habitual que en nuestra vida dispongamos de ciertas cosas que nos
 hacen sentir cómodos; nuestras amistades, nuestro trabajo o la
 ciudad en la que vivimos son un ejemplo. Y
 todas estas cosas que nos hacen sentir seguros forman parte de lo
 que se llama el círculo de confianza. Este
 círculo supone, al mismo tiempo, un gran obstáculo para nosotros.
 La dificultad que nos impide salir de él es, muchas veces, el
 motivo por el que no aprovechamos una oportunidad.
Pongamos
 un ejemplo: una persona que lleva diez años viviendo en una ciudad
 y trabajando para una empresa de publicidad. Cuando le ofrecen
 trabajar para una de las mejores empresas del mundo de publicidad se
 echa atrás. ¿Por qué? Porque no se atreve a salir de su círculo
 de confianza (la ciudad, los amigos, etc.) Lo mismo sucedería con
 una chica a la que invitan a salir y rechaza la petición porque no
 quiere aventurarse
 al cambio que
 supondría tener una pareja o, al menos, intentarlo con una persona.
QUIEN NO ARRIESGA NO GANA
Algunas
 oportunidades solo aparecen una vez en la vida. Y
 para saber aprovecharlas hay que atreverse a superar la barrera del
 miedo a lo desconocido y la barrera de la comodidad que supone el
 círculo de confianza. No
 cabe ninguna duda de que las oportunidades no siempre resultan
 fructíferas. Es cierto que si nos cambiamos de trabajo o si
 intentamos mantener una relación con una persona las cosas puede
 que no salgan bien. ¿Pero cómo lo sabremos si no lo intentamos?
 ¿Merece acaso más la pena arrepentirse en el futuro por no haberlo
 intentado? La respuesta es un no rotundo. Siempre es mejor
 arrepentirse de haber hecho algo que lamentarse de no haberlo
 hecho.
Podemos llevar esto, incluso, a un tema mucho más
 banal. Pensemos en otro ejemplo: el de un chico o una chica que
 le gusta mucho un peinado, pero que no se atreve a llevarlo porque
 esto supondría cortar el pelo y se arriesga a pasar varios meses
 hasta poder volver a su peinado anterior si es que no le convence su
 aspecto con el nuevo peinado. ¿Qué es mejor? ¿Acordarse de que le
 hubiese gustado llevar ese peinado cada vez que vea a alguien que lo
 tenga y sentir una espina clavada o poder decir: lo probé?
Podemos
 resumir todo esto en una frase: Es
 mejor arrepentirse de haber hecho algo que arrepentirse de no
 haberlo hecho. –
Algunas
 oportunidades solo aparecen una vez en la vida. Y
 para saber aprovecharlas hay que atreverse a superar la barrera del
 miedo a lo desconocido y la barrera de la comodidad que supone el
 círculo de confianza. No
 cabe ninguna duda de que las oportunidades no siempre resultan
 fructíferas. Es cierto que si nos cambiamos de trabajo o si
 intentamos mantener una relación con una persona las cosas puede
 que no salgan bien. ¿Pero cómo lo sabremos si no lo intentamos?
 ¿Merece acaso más la pena arrepentirse en el futuro por no haberlo
 intentado? La respuesta es un no rotundo. Siempre es mejor
 arrepentirse de haber hecho algo que lamentarse de no haberlo
 hecho.
Podemos llevar esto, incluso, a un tema mucho más banal. Pensemos en otro ejemplo: el de un chico o una chica que le gusta mucho un peinado, pero que no se atreve a llevarlo porque esto supondría cortar el pelo y se arriesga a pasar varios meses hasta poder volver a su peinado anterior si es que no le convence su aspecto con el nuevo peinado. ¿Qué es mejor? ¿Acordarse de que le hubiese gustado llevar ese peinado cada vez que vea a alguien que lo tenga y sentir una espina clavada o poder decir: lo probé?
Podemos resumir todo esto en una frase: Es mejor arrepentirse de haber hecho algo que arrepentirse de no haberlo hecho. –
Podemos llevar esto, incluso, a un tema mucho más banal. Pensemos en otro ejemplo: el de un chico o una chica que le gusta mucho un peinado, pero que no se atreve a llevarlo porque esto supondría cortar el pelo y se arriesga a pasar varios meses hasta poder volver a su peinado anterior si es que no le convence su aspecto con el nuevo peinado. ¿Qué es mejor? ¿Acordarse de que le hubiese gustado llevar ese peinado cada vez que vea a alguien que lo tenga y sentir una espina clavada o poder decir: lo probé?
Podemos resumir todo esto en una frase: Es mejor arrepentirse de haber hecho algo que arrepentirse de no haberlo hecho. –
No hay comentarios:
Publicar un comentario