NO NECESITAS DEMOSTRAR NADA A NADIE
Intentar
ser los mejores o mostrarnos particularmente superiores en algún
aspecto al promedio es una señal inequívoca de inseguridad.
Aunque ninguna persona necesita demostrar nada a nadie, hay quienes
piensan que sí y actúan en función a ello.
Lo
que nos lleva a tratar de demostrar algo y justificarnos ante los
demás es la inseguridad, sobre todo cuando existe un gran abismo
entre cómo nos vemos y cómo deseamos ser vistos. En
el fondo lo que existe es un profundo deseo de que los demás nos
validen.
Por eso, en lugar de sentir que no necesitamos demostrar nada a
nadie, nos invade la sensación contraria.
Cuando
esto es así, nos comparamos constantemente
con los demás e incluso, necesitamos
probar que somos mejores que ellos en algún aspecto. Pero lo que
obtenemos al final es una satisfacción vacía y falseada.
“Las personas con alta autoestima no se sienten superiores a los demás; no buscan probar su valor comparándose con los demás. Disfrutan siendo quienes son, no siendo mejor que los demás”.
Si hay amor, no necesitas demostrar nada a nadie
La
clave de todo esto se encuentra en el amor propio. Muchos creen que
el amor propio es lo mismo que la soberbia, el narcisismo o la
prepotencia. Sin embargo, en realidad es todo lo contrario.
Cuanto más amor
propio exista,
menor será la necesidad de alardear de ser los mejores y despreciar
a los demás.
Tener
amor propio significa sentirse merecedor de aprecio, respeto y
valoración, por encima de cualquier circunstancia. Esto
quiere decir que el sentimiento de
valía no depende de algo externo y ni siquiera de los logros
personales, sino de nosotros mismos.
El
amor propio es esencial y no coyuntural. De ahí que cuando existe
ese sentimiento de valoración por lo que uno es, nunca se necesita
demostrar nada a nadie. No existe ese afán competitivo, ni el deseo
de despertar sentimientos de admiración o de temor en los demás. La
persona se
siente valiosa tal y como es, solo por el hecho de ser y existir.
Ser y demostrar ser, dos realidades diferentes
Demostrar
algo que no se es o que solo se es parcialmente, implica un enorme
gasto de energías emocionales. La constante en esos casos es la
tensión interna. De ahí al estrés solo
hay un paso. Es
angustiante tener que construir y sostener una especie de máscara y
luego depender del impacto que cause en los demás para
validarnos.
Lo
que se pretende con este tipo de comportamientos es probar algo. Ese
algo podría ser que somos determinada clase de personas (sociables,
inteligentes, etc.). También es
posible que intentemos demostrar que en realidad experimentamos
determinados sentimientos o
pensamientos (compasión, patriotismo, amor, etc.).
Por
supuesto, también existen
los casos en los que se busca evidenciar que no se es algo o no se
siente algo.
Por ejemplo cuando queremos probar que no sentimos miedo y
para ello realizamos acciones temerarias. O cuando queremos
demostrar que no somos ignorante e intentamos hacérselo parecer a
los demás.
Todo
ello es consecuencia de la no aceptación de uno mismo. Se
rechazan determinados aspectos personales por razones neuróticas.
Esto quiere decir que los motivos que ocasionan dicho rechazo no
tienen que ver con un razonamiento sano, sino con un deseo ilusorio
de “ser otros” para satisfacer mandatos sociales, familiares,
etc. De modo que aunque uno nunca necesita demostrar nada a nadie,
en esos casos opera la lógica contraria.
Un asunto de ilusiones
Lo
que hay en el fondo de una persona que está en función de
demostrar que es algo, que siente algo o que puede algo es una
ilusión. De manera inconsciente sostiene la idea ilusoria de que al
demostrarlo terminará consiguiendo la aprobación de los demás. Y,
a su vez, tal
aprobación le ayudará a conseguir el sentimiento de valor personal
que tanta falta le hace.
En
la práctica, lo que ocurre es lo contrario. La
falta de autenticidad se convierte en un obstáculo tanto para
aprender a aceptarse, como para lograr ser aceptada. Al
fin y al cabo, las máscaras siempre acaban por descubrirse o
desaparecer.
Ahora
bien, ninguna persona necesita demostrar nada a nadie. Si existe ese
deseo es porque dentro hay algo que está agrietado, roto o
lesionado. La
mayor prueba de confianza y fortaleza personal es ser uno mismo.
La desmesurada necesidad de aprobación solo conduce a un círculo
vicioso en el que cada vez nos sentimos menos libres y valiosos.
Edit Sánchez
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