24.1.18

La mayor prueba de confianza y fortaleza personal es ser uno mismo

NO NECESITAS DEMOSTRAR NADA A NADIE


Intentar ser los mejores o mostrarnos particularmente superiores en algún aspecto al promedio es una señal inequívoca de inseguridad. Aunque ninguna persona necesita demostrar nada a nadie, hay quienes piensan que sí y actúan en función a ello.

Lo que nos lleva a tratar de demostrar algo y justificarnos ante los demás es la inseguridad, sobre todo cuando existe un gran abismo entre cómo nos vemos y cómo deseamos ser vistos. En el fondo lo que existe es un profundo deseo de que los demás nos validen. Por eso, en lugar de sentir que no necesitamos demostrar nada a nadie, nos invade la sensación contraria.


Cuando esto es así, nos comparamos constantemente con los demás e incluso,  necesitamos probar que somos mejores que ellos en algún aspecto. Pero lo que obtenemos al final es una satisfacción vacía y falseada.

Las personas con alta autoestima no se sienten superiores a los demás; no buscan probar su valor comparándose con los demás. Disfrutan siendo quienes son, no siendo mejor que los demás”.

Si hay amor, no necesitas demostrar nada a nadie

La clave de todo esto se encuentra en el amor propio. Muchos creen que el amor propio es lo mismo que la soberbia, el narcisismo o la prepotencia. Sin embargo, en realidad es todo lo contrario. Cuanto más amor propio exista, menor será la necesidad de alardear de ser los mejores y despreciar a los demás.

Tener amor propio significa sentirse merecedor de aprecio, respeto y valoración, por encima de cualquier circunstancia. Esto quiere decir que el sentimiento de valía no depende de algo externo y ni siquiera de los logros personales, sino de nosotros mismos.

El amor propio es esencial y no coyuntural. De ahí que cuando existe ese sentimiento de valoración por lo que uno es, nunca se necesita demostrar nada a nadie. No existe ese afán competitivo, ni el deseo de despertar sentimientos de admiración o de temor en los demás. La persona se siente valiosa tal y como es, solo por el hecho de ser y existir.


Ser y demostrar ser, dos realidades diferentes


Demostrar algo que no se es o que solo se es parcialmente, implica un enorme gasto de energías emocionales. La constante en esos casos es la tensión interna. De ahí al estrés solo hay un paso. Es angustiante tener que construir y sostener una especie de máscara y luego depender del impacto que cause en los demás para validarnos.

Lo que se pretende con este tipo de comportamientos es probar algo. Ese algo podría ser que somos determinada clase de personas (sociables, inteligentes, etc.). También es posible que intentemos demostrar que en realidad experimentamos determinados sentimientos o pensamientos (compasión, patriotismo, amor, etc.).

Por supuesto, también existen los casos en los que se busca evidenciar que no se es algo o no se siente algo. Por ejemplo cuando queremos probar que no sentimos miedo y para ello realizamos acciones temerarias. O cuando queremos demostrar que no somos ignorante e intentamos hacérselo parecer a los demás.

Todo ello es consecuencia de la no aceptación de uno mismo. Se rechazan determinados aspectos personales por razones neuróticas. Esto quiere decir que los motivos que ocasionan dicho rechazo no tienen que ver con un razonamiento sano, sino con un deseo ilusorio de “ser otros” para satisfacer mandatos sociales, familiares, etc. De modo que aunque uno nunca necesita demostrar nada a nadie, en esos casos opera la lógica contraria.

Un asunto de ilusiones


Lo que hay en el fondo de una persona que está en función de demostrar que es algo, que siente algo o que puede algo es una ilusión. De manera inconsciente sostiene la idea ilusoria de que al demostrarlo terminará consiguiendo la aprobación de los demás. Y, a su vez, tal aprobación le ayudará a conseguir el sentimiento de valor personal que tanta falta le hace.

En la práctica, lo que ocurre es lo contrario. La falta de autenticidad se convierte en un obstáculo tanto para aprender a aceptarse, como para lograr ser aceptada. Al fin y al cabo, las máscaras siempre acaban por descubrirse o desaparecer.

Ahora bien, ninguna persona necesita demostrar nada a nadie. Si existe ese deseo es porque dentro hay algo que está agrietado, roto o lesionado. La mayor prueba de confianza y fortaleza personal es ser uno mismo. La desmesurada necesidad de aprobación solo conduce a un círculo vicioso en el que cada vez nos sentimos menos libres y valiosos.



Edit Sánchez

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