Muchas
veces no consigues aquello que anhelas demasiado porque quizás ese
exceso de deseo lo que revela es que hay una realidad inconsciente,
de la cual no te has hecho cargo y que se interpone entre ti y
aquello que quieres conseguir.
Si
te das cuenta, son
muchas las situaciones de la vida en las que deseas algo con todas
tus fuerzas, e inclusive realizas grandes esfuerzos por lograrlo,
pero no se da.
Pareciera que si anhelas demasiado algo, eso se aleja. Muy
frecuentemente, cuando dejas de querer ese objetivo con tanta
intensidad, de pronto, un día se abre esa posibilidad que te
permite conseguirlo.
Cuando
anhelas demasiado que suceda algo, o que llegue algo, ya de por sí
entras en un estado de inquietud y de cierta inconformidad.
Las horas te parecen días y los días años. Intentas hacer uso de
toda la paciencia que
tienes disponible, pero no puedes sacar de tu cabeza eso con lo que
tanto sueñas. A veces es un amor, otras veces un trabajo, o dinero,
o la recuperación de la salud… Se te vuelve apremiante conseguirlo
y sientes que buena parte de tu bienestar depende de lograrlo.
Esa
situación en la que anhelas demasiado algo y no llega es, por así
decirlo, el polo opuesto de la casualidad. No
logras que la realidad se sintonice con tu deseo. Haces lo necesario
y, por una u otra razón, no termina de suceder lo que esperas. ¿De
qué va todo esto? ¿Cómo puede explicarse, desde el punto de vista
psicológico?
“Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo, sino que primero has de evocar en los hombres el anhelo de mar libre y ancho”.
-Antoine
De Saint-Exupéry-
¿Por qué anhelas demasiado?
La
primera pregunta que
deberías formularte en esos casos es por qué anhelas demasiado
algo. La clave aquí está en la palabra “demasiado”.
Ese exceso revela que has construido circunstancias que te han
llevado a una situación apremiante. Hay una necesidad muy fuerte y
satisfacerla se asume como un factor decisivo para tu bienestar.
Sientes que ese “algo” que buscas afanosamente es de manera
ilusoria imprescindible para tu bienestar.
El
primer cuestionamiento gira entonces alrededor de si realmente
aquello que anhelas demasiado tiene el poder transformador
que le otorgas.
Algunos creen que un gran amor los va a librar de la soledad, la
tristeza o el aislamiento.
Otros creen que un gran trabajo dará sentido a sus vidas. También
hay quienes sienten que si tuvieran mucho más dinero, terminarían
sus problemas, o que superando determinada condición de salud su
vida transcurriría plácidamente.
Ese
ejercicio de poner la fuente de toda felicidad en
algo, suele llevar a distorsiones. Lo habitual es que sea causa y
consecuencia de un proceso de idealización.
En el fondo, se parte de la idea de que hay un estado de vida pleno,
un paraíso, que se debe alcanzar. Supuestamente, no lograrlo es lo
que nos causa displacer. El objeto de nuestro deseo representa ese
paraíso en nuestra mente. Los seres humanos somos dados a eso.
¿Por
qué no llega lo que anhelas demasiado?
La
pregunta de por qué no logramos eso que deseamos puede tener muchas
respuestas. Una
primera aproximación nos lleva a concluir que a veces
simplemente deseamos
lo
que no existe.
Muchas veces quedamos presos en deseos imposibles y fantasías
irrealizables, como la de ser rescatados o la de hacernos con algo
externo que le dé peso a nuestra existencia.
Que
el amor de otro ser humano resuelva nuestra falta de amor propio. O
que el reconocimiento social nos dé el sentido de trascendencia que
no tenemos.
Quizás que la vida que llevamos y que hemos construido hasta ahora,
de pronto desaparezca y se transforme en una existencia sin las
carencias o errores con los que hemos cargado hasta ahora.
Aunque
sea políticamente correcto decir que “todo se puede lograr”, la
verdad es que no es así. Hay objetivos imposibles de alcanzar y es
importante reconocerlos.
No podemos, por ejemplo, vivir para siempre. Tampoco es posible
impedir que el sufrimiento llegue a nuestras vidas. Así mismo, hay
grandes hazañas que, efectivamente, se pueden lograr, pero suponen
muchas veces largos procesos y esfuerzos constantes y muy bien
dirigidos.
También
está lo que Jung llamó “sincronicidad”.
Se crean circunstancias coincidentes con los procesos inconscientes
que vivimos.
A veces solo nos fijamos en nuestra mente racional y vemos que hay un
gran anhelo, pero no se materializa en un logro. Quizás
inconscientemente deseemos otra cosa y, finalmente, eso es lo que
logramos. El ser humano es tan complejo que, incluso, muchas veces
quiere sufrir. Por supuesto, eso es lo que logra, pero no llega a
darse cuenta de cómo hizo para conseguirlo.
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