A
los occidentales eso de no querer y no hacer nos parece cosa de
locos. De hecho, vivimos
haciendo todo lo contrario: activos y deseosos.
Sin embargo, la quietud y el desapego son dos claves en las
filosofías orientales y, por eso mismo, marcan uno de los grandes
focos de diferencia con los occidentales.
Para
el zen y otras corrientes de pensamiento, no querer y no hacer son
una fuente de poder. Por el contrario, el apego y
el deseo de incidir sobre todo, o reaccionar a todo, debilita
notoriamente.
Estas dos claves en las filosofías orientales son a veces
incomprendidas. Se les confunde con la pasividad neutral o con el
conformismo.
También
hay quienes sienten que la vida sin deseos que invadan a las
personas, no es vida. O si lo es, en todo caso resulta muy aburrida.
Las emociones intensas son una meta para muchos occidentales, al
punto que se inventan maneras de ponerse en peligro solo por el
placer de conmocionarse interiormente. Frente a esto, cabe una
pregunta: ¿qué tanta validez tienen esas dos claves de las
filosofías orientales para un occidental?
“Dar
a luz, nutrir, llevar
y no tener,
actuar y no poseer, guiar y no mandar:
este es el misterioso poder”.
-Tao Te
Ching-
No
hacer y no querer
El
desapego y la contemplación son claves en las filosofías
orientales. Esto se puede apreciar claramente en el Tao, un libro
que ha sido leído y apreciado por todas las culturas, en diferentes
tiempos históricos. Allí
se afirma:
“El
alma sin deseos ve lo oculto, el alma que siempre desea ve solo lo
que desea”.
Esto sintetiza la perspectiva oriental frente a los apegos.
Para
los occidentales, el deseo es lo que impulsa a la acción. Esta a su
vez, es lo que da lugar a un logro. Y el logro es equivalente a la
dicha. ¿Por qué entonces la inacción es una de las claves en las
filosofías orientales? Como lo señala el Tao, los
orientales piensan que el deseo distorsiona la percepción de
la realidad. Conduce al autoengaño y esclaviza.
De alguna forma, la realidad parece darles la razón. Así como se
desea, se actúa y se logra, luego queda un vacío que pone en
cuestión el deseo mismo.
Frente
a la inacción, otra de las claves en las filosofías orientales, el
Tao señala: “¿Puedes
mantener el agua quieta y clara para que refleje sin
enturbiar?” Quiere
decir que
el no hacer permite que la realidad se
manifieste de una manera más diáfana. Que se haga visible.
La acción, en cambio, interfiere con ese fluir natural de las cosas.
Por lo tanto, llegamos de forma más expedita a la verdad cuando
contemplamos la realidad y la dejamos ser.
No querer, una de las dos claves en las filosofías orientales
Para
las filosofías orientales la ausencia de deseo otorga un gran
poder. Quien
quiere algo, de una u otra manera, se convierte en esclavo de ese
apetito, o meta, o deseo.
Supedita su vida a tener o alcanzar eso que quiere. También a no
perderlo, o mantenerlo.
Esto
es de por sí una situación que conduce a la angustia.
Ese no querer de los orientales es análogo a la frase occidental que
dice: “Rico
no es el que más tiene, sino el que menos necesita”.
El
poder de renunciar otorga una gran fuerza al ser humano. Neutraliza
o anula todas las formas de condicionamiento basadas en el miedo a
perder algo.
Buena parte de nuestra ansiedad occidental deviene precisamente de
esos miedos a que las cosas no salgan como queremos, a que no
alcancemos aquello que deseamos o, quizás, a que ocurra lo
indeseable. Y lo indeseable es indeseable, porque supone la privación
de algo que catalogamos como importante para nosotros.
El
no hacer de los orientales no se refiere a quedarnos congelados
frente a todas las circunstancias. Más
bien se trata de un no hacer relacionado con
permitir que cada una de las realidades siga su propio curso.
Esto se sustenta en la convicción de que cada realidad del universo
tiene su propia dinámica y no se debe interferir en ella.
El
no hacer es una de las claves en las filosofías orientales, porque
está establecido que lo que debe ocurrir, ocurrirá. Podemos
intervenir, pero esto no alterará el curso esencial de los
acontecimientos. Son energías gastadas inútilmente,
que no cambiarán en forma significativa la realidad.
No
querer y no hacer son caminos para llegar a la verdad. Esta
es una verdad referida a nosotros mismos y al universo que también
habita dentro de nosotros. Nos
permiten captarlo todo de una manera más transparente y contribuyen
a que seamos más libres.
Es por eso que se trata de facultades que los orientales llaman a
cultivar, principalmente para evitar el sufrimiento.
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