Nada.
Por más que corras, subas y bajes… Nada sale a tiempo ni como
esperas, ni como imaginas ni como crees que debería. La vida es
tremendamente testaruda, más incluso que tú o quizá no tanto, pero
tiene la sartén por el mango y fluye como quiere sin esperar a que
le des el visto bueno y te prepares. Sin que las veas venir ni
siquiera.
La
vida te pilla a medias, te barre con la ola mientras todavía estás
decidiendo si hoy te quieres meter en el agua. Te borra la meta un
segundo antes de llegar y cuando crees que andas por el camino
correcto, te explica que lo que buscas en realidad no existe.
La
vida no es una ciencia exacta, ni una palanca que accionas y mueve el
mundo y puedes subirte o bajarte de él. Es un mecanismo que nadie
sabe cómo funciona y que va por libre y te propone planes que tú no
tenías previstos. Te rompe esquemas para que te des cuenta que lo
que crees que es inmutable en realidad cambia a cada instante y que
aquello a lo que te agarras con fuerza no está sujeto a nada.
Y
por más que traces planes, por más que hagas listas, por más que
tengas claros tus objetivos, muchas veces de nada sirve porque en un
instante te deja fuera de juego y tienes que volver a empezar. Tienes
que replanteártelo todo… Es ahí donde descubres que es
maravilloso saber qué deseas y trazar un plan para saber a dónde
vas, pero que tienes que estar preparado para el zarandeo y el
cambio. Para descubrir que lo que has pensado que querías en
realidad necesita matices o que no a suceder… O que tal vez sí
pasará, pero antes necesitas que la vida te de un meneo considerable
para que dejes de aferrarte a algo que en realidad te frena y no te
permite moverte.
Nacemos
y morimos tantas veces durante la vida… Nos volvemos a reinventar y
para ello tenemos que decir adiós a lo que creíamos que éramos
para poder dar la bienvenida a lo que realmente somos, lo que ha
surgido gracias a quitarnos capas de miedo y comprender nuestra luz y
nuestra oscuridad.
Para
llegar a ese momento, damos muchos giros y nos perdemos en el
laberinto de nuestros pensamientos y emociones. A veces, pensamos que
nos movemos y lo que hacemos es quedarnos en el mismo sitio y dar
vueltas. Nos hacemos trampa pisando el terreno de siempre sin
arriesgarnos a nada. Otras veces nos arrastramos y tiramos de un
carro pesado que nos lastra el camino y esperamos recompensa por
tanto esfuerzo sobrehumano cuando en realidad la vida nos pide que
soltemos ese fardo que no nos deja avanzar… Y no hay más
recompensa que darse cuenta y respirar hondo cuando lo sueltas.
La
vida no tiene mapa, al contrario, te invita a dejar tu mapa e
improvisar, a guiarte por esa intuición que en muchas ocasiones
ahogas y no escuchas y que siempre te indica lo que realmente
necesitas. En la medida que cedas y sueltes, en la medida que dejes
de resistirte a probar, el camino se dibuja, se visualiza, se
esconde, se expande… No hay manual, no hay fechas más allá de las
fechas que señalan que todo se tuerce o se rompe si no lo usas o lo
pones en marcha… Más allá de lo que caduca si no lo miras o se
esfuma si no lo valoras ni lo tienes en cuenta.
Pensamos
que el camino nos lleva a lo que buscamos, a lo que soñamos, a lo
que creemos que necesitamos vivir, cuando en realidad, nos lleva
siempre a nosotros. En la medida en que comprendamos que el objetivo
es encontrarnos y reconocernos, lo que soñamos que es la meta se
revela por el camino… Y los resultados que esperabas conseguir se
convierten en las herramientas que usas para llegar a otro lugar muy
distinto, a ti mismo. Los sueños no son el final, son el
combustible. La meta real está en ti. La motivación real es vivir
este momento y dar gracias.
No
hay nada más. Sólo estás tú.
Cuando
nada sale como esperas, pregúntate qué sientes, qué crees, qué
sueñas y búscate a ti mismo. Siente esa intuición que está en ti
y que no busca aplausos ni premios, porque sabe que lo único que
necesitas es estar presente en tu vida. Que tú eres el amarre que
buscas para seguir moviéndote en la dirección correcta, que no es
otra que hacia ti mismo. Ahí es donde te lleva la vida, siempre
obstinada en que dejes de buscar cualquier cosa que no seas tú. Allí
es hacia donde siempre señala la brújula…
Mercè
Roura
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