16.10.19

Pregúntate qué sientes, qué crees, qué sueñas y búscate a ti mismo

CUANDO NADA SALE COMO ESPERAS

Nada. Por más que corras, subas y bajes… Nada sale a tiempo ni como esperas, ni como imaginas ni como crees que debería. La vida es tremendamente testaruda, más incluso que tú o quizá no tanto, pero tiene la sartén por el mango y fluye como quiere sin esperar a que le des el visto bueno y te prepares. Sin que las veas venir ni siquiera.

La vida te pilla a medias, te barre con la ola mientras todavía estás decidiendo si hoy te quieres meter en el agua. Te borra la meta un segundo antes de llegar y cuando crees que andas por el camino correcto, te explica que lo que buscas en realidad no existe.

La vida no es una ciencia exacta, ni una palanca que accionas y mueve el mundo y puedes subirte o bajarte de él. Es un mecanismo que nadie sabe cómo funciona y que va por libre y te propone planes que tú no tenías previstos. Te rompe esquemas para que te des cuenta que lo que crees que es inmutable en realidad cambia a cada instante y que aquello a lo que te agarras con fuerza no está sujeto a nada.


Y por más que traces planes, por más que hagas listas, por más que tengas claros tus objetivos, muchas veces de nada sirve porque en un instante te deja fuera de juego y tienes que volver a empezar. Tienes que replanteártelo todo… Es ahí donde descubres que es maravilloso saber qué deseas y trazar un plan para saber a dónde vas, pero que tienes que estar preparado para el zarandeo y el cambio. Para descubrir que lo que has pensado que querías en realidad necesita matices o que no a suceder… O que tal vez sí pasará, pero antes necesitas que la vida te de un meneo considerable para que dejes de aferrarte a algo que en realidad te frena y no te permite moverte.

Nacemos y morimos tantas veces durante la vida… Nos volvemos a reinventar y para ello tenemos que decir adiós a lo que creíamos que éramos para poder dar la bienvenida a lo que realmente somos, lo que ha surgido gracias a quitarnos capas de miedo y comprender nuestra luz y nuestra oscuridad.

Para llegar a ese momento, damos muchos giros y nos perdemos en el laberinto de nuestros pensamientos y emociones. A veces, pensamos que nos movemos y lo que hacemos es quedarnos en el mismo sitio y dar vueltas. Nos hacemos trampa pisando el terreno de siempre sin arriesgarnos a nada. Otras veces nos arrastramos y tiramos de un carro pesado que nos lastra el camino y esperamos recompensa por tanto esfuerzo sobrehumano cuando en realidad la vida nos pide que soltemos ese fardo que no nos deja avanzar… Y no hay más recompensa que darse cuenta y respirar hondo cuando lo sueltas.

La vida no tiene mapa, al contrario, te invita a dejar tu mapa e improvisar, a guiarte por esa intuición que en muchas ocasiones ahogas y no escuchas y que siempre te indica lo que realmente necesitas. En la medida que cedas y sueltes, en la medida que dejes de resistirte a probar, el camino se dibuja, se visualiza, se esconde, se expande… No hay manual, no hay fechas más allá de las fechas que señalan que todo se tuerce o se rompe si no lo usas o lo pones en marcha… Más allá de lo que caduca si no lo miras o se esfuma si no lo valoras ni lo tienes en cuenta.

Pensamos que el camino nos lleva a lo que buscamos, a lo que soñamos, a lo que creemos que necesitamos vivir, cuando en realidad, nos lleva siempre a nosotros. En la medida en que comprendamos que el objetivo es encontrarnos y reconocernos, lo que soñamos que es la meta se revela por el camino… Y los resultados que esperabas conseguir se convierten en las herramientas que usas para llegar a otro lugar muy distinto, a ti mismo. Los sueños no son el final, son el combustible. La meta real está en ti. La motivación real es vivir este momento y dar gracias.

No hay nada más. Sólo estás tú.

Cuando nada sale como esperas, pregúntate qué sientes, qué crees, qué sueñas y búscate a ti mismo. Siente esa intuición que está en ti y que no busca aplausos ni premios, porque sabe que lo único que necesitas es estar presente en tu vida. Que tú eres el amarre que buscas para seguir moviéndote en la dirección correcta, que no es otra que hacia ti mismo. Ahí es donde te lleva la vida, siempre obstinada en que dejes de buscar cualquier cosa que no seas tú. Allí es hacia donde siempre señala la brújula…

Mercè Roura

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