Basta
ya de objetivos y de listas… Que sí, que están bien, yo las hago
siempre pero, por favor, no son una biblia. No vamos a dejar de ser
esclavos de la mediocridad para pasar a someternos a la exigencia
máxima. La excelencia no sólo es dar lo mejor de ti en cada momento
sino sentirlo, vivirlo y notar como te cambia. De lo contrario, la
vida es como esos álbumes de fotos que tenemos todos en los que
aparecemos en lugares junto a monumentos y ni siquiera los recordamos
porque nos hicimos la foto en un segundo sólo para decir que
estuvimos…
Las
listas de objetivos están vivas, se mueven, se cambian, se
recalculan, se redirigen, se bifurcan… La gran habilidad es la de
escoger un camino y ser capaz de entretenerse en él y vivirlo con
suficiente entusiasmo como para que el camino te cambie. La vida no
es símbolo de check que le pones a tus metas, es lo que sentiste
cuando las surcabas y te acercabas a ellas.
De
hecho, te propongo un reto. Que tus objetivos no sean a largo plazo
por unos días. Inténtalo sin más pretensión que hacer este
experimento. Que tus metas sean cosas cotidianas. Que te propongas
vivir notando lo que pasa, los detalles… Lo que pasa mientas
esperas que pase algo importante, vivir “el mientras tanto”. Yo
lo llamo vivir en modo “café con leche”. Que al acostarte por la
noche, tu meta no sea la reunión de las once o lo que tienes
previsto por la tarde, ya no hablo de la semana siguiente. Planifica
si quieres para que no te pille el toro, pero proponte vivir lo
cotidiano… Acuéstate sin más pretensión de despertar y gozar del
café con leche, del té, de lo que sea que tomes.
Y
vívelo como una esponja. Nota el olor, el sabor, el calor… Ponle
canela si te gusta para darte más placer, mira la vista que te rodea
sin salir del café. Nota si hace calor o hace frío, nota como se
estremece tu cuerpo y cambia al sentir como el café con leche llega
a tu estómago. Nótate los pies y las manos. Siente cómo respiras
cuando tomas café. Si alguien te acompaña, mira su cara, nota su
gesto, escucha su voz y todos los sonidos más allá de esa voz, el
eco de la habitación, lo que hay más allá de las ventanas…
O
si lo prefieres, métete solo en el café y bucea en él, como si tu
vida fuera solo ese café y nada más. Percibe como va bajando la
temperatura, como acaricia tus labios y tu paladar… Suelta todo lo
demás. Deja de intentar controlarlo todo, lo que pasa fuera y lo que
pasa dentro de ti, siente, nada más… Existe y abandona esa absurda
idea de que, si no estás pendiente de todo, el mundo dejará de
girar. Dedícate a estar presente en tu vida, a notar como te
sucede y asume que ese control de lo que pasa en tu mundo, que a
veces sueñas con tener, es una farsa en realidad, que lo único que
consigue es dejarte exhausto y sin ganas de nada.
Ya
lo sé, alguien estará pensando, esto no da dinero, no produce, no
genera nada… Lo sé, me he planteado eso millones de veces y
todavía lo siento y me asalta por las noches pero… Amigo, ¿acaso
el café engullido o tragado en dos segundos con indigestión segura
y paso por el retrete te asegura el éxito? ¿Produces más con el
intestino flojo? ¿Cuándo no tienes tiempo de nada y no sientes lo
que vives llegas a las reuniones con ganas, con ánimo, con todos los
sentidos activados y receptivo? ¿Cobras más cuando vives sin tener
tiempo de respirar? A mí nunca me ha pasado. Y lo que produces, es
como si no fuera tuyo porque apenas lo notas.
Vivir
en modo “café con leche” sí produce porque te cambia. Bueno,
vivir en modo “café embudo” también porque a la larga o a la
corta cambia tu flora intestinal y eso también transforma tu vida…
Y sí, también es un aprendizaje. Aunque yo hablo de cambiar y
transformarse sintiéndose mejor, sin agobiarse más allá del café,
poniendo los sentidos, por dentro y por fuera y viviendo cada
experiencia como única. ¿De qué te sirve? pues de entrada, captas
cómo te sientes y te sosiegas.
Te
gestionas y comprendes, te permites sentir y dejar aflorar lo que
llevas guardado y enquistado dentro, te calmas, te concentras, te
predispones a sentir y escuchar, empatizas contigo y te acercas a ti,
lo que directamente te hace más empático y receptivo a los demás.
Te cambia la cara y se te percibe como alguien más amable, más
cercano, más digno de confianza… Recargas energía, te reseteas,
te despreocupas (me permito recordar que preocuparse no genera nada,
no nos hace más responsables ni soluciona problemas, al contrario.
Lo que sí los soluciona es estar atentos y activos y tener la mente
clara y la intuición aguda para encontrar las respuestas) y te
encuentras a ti mismo.
No
hay mayor acto de amor que gozar del café cuando tomas café. Que
notar el sol en la piel cuando hay sol y el tintineo de las gotas de
lluvia y su olor al caer en la tierra cuando llueve. Sentir como sube
el ascensor y como los pies toman contacto con el suelo, sea arena en
la playa o asfalto a través de los zapatos. Notar como el agua de la
ducha acaricia tu cuerpo y como al salir de la cama el contraste de
temperatura te eriza el vello. No hay mayor valentía que sentarse al
volante y notar el coche y surcar la carretera, pasear a media tarde
para ir a buscar a tus hijos al cole y dejarse llevar por el camino…
Notar sus manitas pequeñas cogidas a las tuyas y descubrirles una
mueca nueva cuando te cuentan qué han aprendido hoy.
Esas
son las metas. Esas dependen de nosotros y nos transforman. Las
otras, el plan de objetivos y retos, maravillosamente se alinean
cuando gozamos de las primeras y nos sentimos cómodos con nosotros.
Y es verdad, algunas desaparecen de la lista porque no eran para
nosotros, las colocamos ahí porque pensábamos que estaban bien pero
en realidad no eran nuestras, eran metas prestadas de otros que
sonaban bien o caen en importancia porque nos damos cuenta que no
podemos abarcarlo todo y aprendemos a priorizar y le damos
importancia a lo que realmente cuenta en nuestra vida.
Sentir
te prepara para vivir más atento, más ágil, más sereno y activo.
Igual que el sendero de la montaña y el entrenamiento te preparan
para llegar a la cima, gozar del café con leche te convierte en el
más atento y ávido de la reunión de las once.
Se
trata de un entrenamiento para vivir tu vida más allá de lo que
pueda o no pasar mañana y de lo que pasó ayer.
Y
mientras vives en modo “café con leche”, muchas veces, te das
cuenta que el informe que presentas esta tarde necesita un re-enfoque
y no pasa nada, porque una nueva idea te cruza la mente. Y te llega
así, como si nada, sin haber pensado en él, como si hubieras
conectado a una antena que capta sensaciones y grandes ideas…
Porque en realidad, la antena te conecta a ti.
¿Y
si te permites conectar la antena? ¿Y si te pierdes un rato en la
vida a ver qué pasa?
AVISO:
No
hay fórmulas mágicas, este reto produce cambios pero tal vez no son
ahora, ni hoy, ni la semana que viene. Si lo llevamos a cabo, no nos
caerá un maletín cargado de billetes encima ni cambiaremos el
mundo. Aunque tiene algo positivo siempre, porque como valora el
presente y el camino por encima del resultado, la ganancia está
asegurada.
Mercè
Roura
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