EL
PODER DE LA SORPRESA…
Una
salida hacia dentro. O
una entrada hacia fuera
Los
grandes regalos no suelen tener hueco en nuestra casa. Tenerlo
supondría haber estado viviendo con un gran vacío mientras llegan.
Es por esto que muchas veces rompen y obligan a reorganizarlo todo. Y
es por eso que mucha gente los desecha, porque aceptarlos supondría
un fuerte cambio en su forma de vida.
Las
personas más especiales no van a aparecer en tu vida en una mañana
soleada en la que todo está perfecto, quizás lo hagan en mitad de
una noche de lluvia. Nunca es el momento perfecto para la tormenta
perfecta. Nada es más difícil de encajar que dos vidas.
La
salsa de la vida no son los sueños, ni las metas. Ni siquiera sus
logros. La
salsa de la vida son las sorpresas. Aunque
parezca mentira, hay quien tiene sobre la mesa un regalo envuelto y
no lo abre. “¿Para qué?… si no necesito nada”, “tendré que
devolverlo…”, “no lo merezco”, etc. Pero los regalos no se
merecen, se dan, se reciben y se abren… pero no se merecen.
Muchas
veces, de hecho, los regalos son injustos y caen en manos de quien no
lo merece, pero precisamente por eso son regalos, porque son una
nueva oportunidad para darle a nuestra vida un rumbo diferente.
¿Por
qué controlarlo todo? ¿Por qué vivir anticipando? Es cierto que
saber lo que se quiere y dónde se va son pilares indispensables para
ser uno mismo y caminar sin dar rodeos. Sin embargo, en todo
intento de control y dirección de nuestra existencia debe haber un
espacio para poder acabar a la deriva. Un espacio para la magia, el
misterio y las sorpresas.
La
verdadera riqueza no está solo en rodearte de aquello que encaja a
la perfección con tus gustos, tus hábitos o tus preferencias. Todo
aquel que se aferra a un catálogo pierde más de lo que gana, pues
en un mundo tan rico nunca una lista incluirá más cosas que las que
deja fuera. La verdadera riqueza está en saber cuándo tomar el
control y cuándo soltar el volante, apagar el GPS, dejarse llevar y
llenar tu vida con unas pizcas de alboroto.
Enriquecerse
no consiste en poner el mundo a nuestro servicio para que encaje,
sino en estar dispuestos nosotros también a ponernos al servicio del
mundo.
El
amor muchas veces empieza rodeado de miedo e incertidumbre, es su
forma de decir “aquí has de buscar”.
Presumimos
con demasiada facilidad de que nos gustan las aventuras. Pensamos que
una aventura es subirse a un avión, saltar con un paracaídas y
compartir la foto, pero a pesar de ser una experiencia excitante, le
falta el toque más importante de una aventura: la incertidumbre.
A
fin de cuentas, cuando saltas, sabes que lo más probable es que
vuelvas a tocar la tierra de la que partiste. Ahí acaba todo. Sin
embargo, en las auténticas aventuras el final está abierto. La
valentía está en atreverse a no volver, aunque
al final acabes tomando el camino de regreso, porque no importa que
vuelvas tanto como que fueras con la intención de entregarte al
momento y sin retrovisor.
Las
mejores historias no tienen incluidas el billete de ida y vuelta...
Vuelvas
o no.
Asusta
mucho dejar de hacer lo que siempre has hecho y reconocer que hay una
chica o un chico que te encanta para quien no estabas preparado. El
amor muchas veces empieza lleno de incertidumbre, es su forma de
decir “aquí has de buscar”. Pero en un mundo de perfeccionismo y
exigencias nada apetece más que quedarse en casa debajo de la
sábana. Es la zona más segura y da miedo abandonar tu estado
habitual. Por eso el amor hace a veces temblar, Porque amar es
crecer y porque crecer requiere abrirse a la zona de inconfort.
Poder
decirle a alguien “nunca conocí a nadie como tú” es objetivo y
tiene un costo. Objetivo porque nadie debería estar con alguien que,
en cierto modo, no de la vuelta a su mundo y le cambie su forma de
mirar, y tiene un costo porque todo nuevo mapa asusta.
Ve
o no vayas, pero si te quedas que sea porque donde estás lo amas, no
porque donde pudiste ir lo temes.
No
existe una buena vida y una mala, o, mejor dicho, no hay una sola
fórmula para vivir felizmente. No se trata de vivir soltero, en
pareja o alternando, sino de elegir lo que queremos con la total
libertad que solo otorga haberse atrevido a probar con plena
atención, no con un pie en la orilla y otro en el agua, sino con los
dos a la vez y de un salto.
Prueba,
conoce, pero a corazón abierto, (como los valientes: de un
salto y sin retrovisor), y una vez lo hayas hecho, elige, pero que no
decida tu vida ni el miedo a lo nuevo ni el amor a lo seguro, pues si
de algo son enemigos el miedo y la seguridad es del crecimiento.
Nadie
realmente genial va a aparecer en el momento que tú esperas.
Ella
no lo va a hacer. Él no lo va a hacer. Aparecerá cuando estés
despeinado, cuando simplemente buscabas paz, cuando “solo ibas a
sacar al perro” o cuando “una copa y nos vamos”. ¿Qué vas a
decirle entonces? “¿No, perdona, es que el martes me toca leer el
nuevo artículo del blog ciencia y espiritualidad?”.
Uno
no ve un diamante y sigue caminando.
Ojalá
llegue un martes en que no estés por aquí porque alguien ha roto
tus planes. Ojalá te eche de menos porque estés improvisando.
DÉJATE
SORPRENDER,
ATRÉVETE
A PROBAR Y DECIDE DESPUÉS.
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