ARREPIÉNTETE DE LO QUE NO HAGAS, NO DE LO QUE HAGAS
No
se te ocurra arrepentirte de lo que has emprendido, de la valentía
que has puesto en cada acción por conseguir tu meta o tu
sueño. Arrepentirse
de lo que uno ya ha hecho por la simpleza de que quizás no te haya
ido como esperabas es absurdo y
una pérdida de energía y
de tiempo. ¿Y si hubiese ido bien? Entonces … ¿Te arrepentirías?
Si
la respuesta es no, es que entonces no te arrepientes de haber dado
el paso de tirarte a la piscina. Lo que de verdad te genera ese
arrepentimiento es que no
contabas con que a veces la expectativas han de verse frustradas.
Es la vida, está bien, es así.
El fracaso nos ha de servir para aprender e incluso para intentarlo de nuevo con las enseñanzas ahora de la experiencia.
Quedarse
en la zona
de confort,
soñando con lo que podría haber sido sí que es para arrepentirse.
En ese caso, en el que ni siquiera lo intentamos, ya estamos dejando
de alcanzar nuestros objetivos. Nos conformamos con una vida carente
de emociones y solo por miedo a frustrarnos un poco.
Pero
lo siento, las
frustraciones y decepciones forman parte de la vida.
Antes o después te llegarán, aunque no te arriesgues o saltes al
vacío con algún proyecto. Aparecerán por otro lado: con la
familia, con la pareja, con tu trabajo de toda la vida… Incluso la
propia falta de riesgo puede convertirse en una fuente de
frustración.
No colecciones arrepentimientos
Todas
tus decisiones, todas tus acciones, todo por lo que soñabas,
luchaste y lo diste todo hoy configura tu ser, la persona que eres,
el lugar al que has querido enfocar y guiar tu vida. Nadie
debería arrepentirse de quien es o de como elige vivir.
Es cierto que el éxito está sobre valorado en esta sociedad y parece que solo es valioso aquel que, aun arriesgándose, acaba triunfando.
Valoramos
demasiado el resultado, pero no lo hacemos tanto con el progreso y
con el sacrifico y esfuerzo de todas las personas que se dejan la
piel en aras de conseguir sus objetivos. Sabiendo que a veces les
saldrá bien y otras perderán la apuesta.
Esa
esencia es la que realmente tiene valor. Tener una meta que nos
empuje a seguir viviendo; amarla, arriesgar nuestro dinero, tiempo y
trabajo por ella. En
realidad es esto lo que nos motiva y refuerza, y no tanto
el resultado. La
ilusión de vernos construyendo lo que queremos es lo que hace que
nos levantemos cada mañana y nos sintamos un poco más felices.
Por
ello, no has de arrepentirte de lo que emprendas, arrepiéntete
si quieres de lo que no has intentado por miedo a fallar.
Y no es que tengas que fustigarte por haberle hecho demasiado caso a
tu miedo, pero sí es conveniente que te des cuenta de que te has
dejado guiar por una emoción. Una emoción que ha pasado, siendo
sustituida por lo que podría haber sido.
No
te preocupes. De esto también podemos aprender. No
somos perfectos y es común que nos dejemos guiar y manipular por
algunas emociones. Pero hay que aprender de ello y
se puede. ¡Da un golpe en la mesa y decide volar de una vez por
todas, pase lo que pase!
Sé valiente para emprender el vuelo, pero también para gestionar la caída
La
persona madura es aquella que tiene sueños e ilusiones, pero también
que tiene los pies en la tierra.
Son personas que se conocen tan bien a sí mismas y se aceptan
incondicionalmente, que saben muy bien hasta donde pueden y no pueden
llegar.
Conocen
sus limitaciones y potencialidades y en base a ellas, trazan un plan
y son capaces de llevarlo a cabo porque notan que tienen bastante
control sobre la situación.
Cuando
hablamos de control, nos referimos a todo aquello que realmente se
puede controlar, claro. Es decir, a lo que depende de nosotros
mismos: frustraciones, acciones, decisiones, tolerancia…
Son
personas valientes, que tienen la cabeza casi siempre en el presente,
pero que imaginan un futuro mejor.
Quieren comerse la vida apretando fuerte con los dientes y no solo
saboreándola por encima, como el que ya pone cara de asco antes de
probar un nuevo sabor. Su forma de pensar se resume en un: “Si
estamos aquí para vivir, entonces vivamos. Si las cosas salen mal,
ya veremos como las gestionamos”
Esto
no quiere decir que sean cabezas locas que no saben lo que hacen. Los
impulsivos en realidad, también están muertos de miedo. Su
madurez e inteligencia
emocional,
les hacen ser valientes pero también responsables y precavidos.
La clave reside en que no sufren pavor cuando piensan en los posibles fracasos. De echo, al ser realistas, no los perciben como probables, si no solo como posibilidades.
¿A
qué esperas para ser un poco más valiente? ¿Piensas quedarte
siempre en la orilla, sin saber como se está nadando en el
mar? Estás
aquí para vivir, para arriesgar, para alcanzar ilusiones y
descubrir la magia que se esconde tras ellas.
Y si fallas, pues aprendes y retomas el vuelo. No te arrepientas
nunca más de lo que hagas, si acaso solo de lo que no hagas por
culpa del miedo.
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