UNA CITA MUY ESPECIAL
Si
los seres humanos supiésemos que teniendo una cita con un
especialista podríamos ser felices definitivamente, seguro que
todos pediríamos esa cita cuanto antes.
Si
de verdad existiese una pastilla para el cansancio del espíritu,
para la tristeza del alma, para el malestar de las consecuencias de
los errores, para cuando nos venimos abajo al no conseguir nuestros
logros, siempre procuraríamos llevar nuestra caja de pastillas para
las ocasiones más difíciles.
Si
tuviésemos claro que realmente, la tranquilidad y el equilibrio lo
vendiesen empaquetado en porciones de regalo, nos faltaría tiempo
para ir a comprar unas cuantas. Para nosotros, para los que amamos,
para los que odiamos…porque de este modo estaríamos seguros de
tener a mano, el poder conseguir cuando quisiésemos lo que tanto
ansiamos y sobre todo de poder manejar a nuestro gusto las
emociones.
LA REALIDAD ES QUE NO HAY PASTILLAS, NI DOCTORES, NI TERAPEUTAS, NI
FARMACIAS, NI TIENDAS QUE NOS VENDAN FELICIDAD.
Tampoco
hacen falta. Solamente debes quedar. Tener una cita especial.
Preparar cuidadosamente un encuentro. Pensar en qué vas a llevar
puesto, cómo vas a presentarte. Vigilar cada detalle. Idear qué
decir, qué gestos emplear, qué mirada regalar, qué modulación de
la voz usar y luego… sentir la inquietud interior por conocer a
quién nos hará de verdad plenamente dichosos.
Prepáralo
detenidamente y vete sin miedo. Elige el sitio donde vas a quedar,
siéntete a gusto, cómodo y afortunado. Cuando llegue la hora
camina lentamente hacia el lugar que te acogerá por primera vez de
esa forma.
No
tengas prisa, llevas muchos años huyendo. Hoy vas a sentir
definitivamente todo el amor que hay en tu vida y eso requiere
tiempo. Busca un lugar donde sentarte. Acomódate. Llénate de
tranquilidad y a la vez deseoso de encontrarlo.
Cierra
los ojos y comienza la conversación con el ser que llevas dentro,
que te ama. Imagínalo fuera de ti. Siéntalo a tu lado. Obsérvalo
sonriéndole amable, entrelazando los dedos en tus cabellos, rozando
tu mejilla con sus dedos. Míralo a los ojos y siéntele.
Cuéntale
tus miedos y déjalos ir. háblale de aquello que te duele muy
adentro, de los que te ofendieron, de cómo tú también has hecho
daño, de lo que anhelabas y no pudo ser, de todo lo que has dejado
inacabado, de lo que te llegó sin ser pedido, de la fuerza que
necesitas, de la alegría que te falta o la desgana que te invade.
Dile
que confías en que siempre esté contigo, que agradeces que te
quiera tanto, de la seguridad que te da haberle llamado para hacerle
presente. Dile que sabiendo que ahora está contigo su alegría
contagiosa no te abandonará nunca.
Y
dile, tomando su mano, que le prometes que todos los días volverás
a verle. Siente el calor y la felicidad de saber que está a tu lado
y que siempre lo estará, que ya nunca estarás solo.
Y
cada mañana, con cada nuevo amanecer, lo sentirás dentro de ti.
Y
no olvides repetir la cita, día a día, todos los días del resto
de tu vida…
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