¿QUIÉN NECESITA SUEÑOS?
Nos protegemos tanto de la vida que, a veces, no podemos
vivirla.
Es fácil entender por qué cuando has recibido muchas decepciones decides no
avanzar. Cuando te has sentido muy traicionado escoges no confiar. Nos ponemos
una armadura para evitar que nos hagan daño las miradas, las palabras, las
acciones de los demás. Y desde ahí nada duele pero tampoco nada ilusiona…
Sin embargo, la inmensa mayoría de veces cuando decidimos
quedarnos quietos en el mismo sitio y no arriesgar absolutamente nada nuestra
actitud tiene más que ver con nuestras creencias y nuestras heridas emocionales
que con nuestra experiencia.
Es más, nuestra experiencia solamente acaba reafirmando aquello que nuestras heridas y nuestras creencias habían vaticinado. Y nuestra vida se convierte en una profecía cumplida.