27.4.16

El baile nos ayuda a conectarnos con nosotros mismos

BAILAR ES CAPTURAR EL RITMO DE LA VIDA


Bailar es una manera de hacer poesía con el cuerpo. Dicen que la danza es una de esas artes en la que solo se destacan quienes se quieren mucho a sí mismos. Esto tiene mucha lógica, si se tiene en cuenta que para ser buenos bailarines tenemos que conocer bien nuestro cuerpo, conectarlo con nuestras emociones profundas y permitir que se expresen a través de movimientos dirigidos.

En el baile siempre opera una suerte de felicidad, aunque haya danzas que expresen un sentimiento dramático. En el baile también se pone en juego un acto de libertad, en tanto que se trata de una ruptura con los movimientos habituales y le permite a cada quien convertir su cuerpo en un medio artístico.

“Las expresiones más auténticas de la gente están en su baile y en su música.
El cuerpo nunca miente”
-Agnes de Mille-


No todos podemos ser bailarines profesionales, pero definitivamente el baile sí está al alcance de todos y, de hecho, se encuentra presente en infinidad de situaciones sociales. Para eso están ahí las discos y para eso también se hacen fiestas regionales o familiares. Muchos sentimos que una fiesta que no incluya baile es una fiesta incompleta, porque bailar es sinónimo de celebración y de alegría.

Los beneficios fisiológicos de bailar

El primer gran beneficio de bailar es físico. La danza es un ejercicio exigente, que implica un gran esfuerzo físico al que se le suma una alta demanda de coordinación entre las diferentes partes del cuerpo y la música que está sonando. Los conocedores indican que una hora de baile equivale a dos y media de ejercicios aeróbicos.

Como todo ejercicio, el baile contribuye a liberar endorfinas, a canalizar la adrenalina y a reducir el estrés. Un estudio publicado en la revista International Journal of Neuroscience, en 2005, evidenció que un grupo de adolescentes con  depresión leve mejoró significativamente su condición gracias al baile. Este les permitió reducir los niveles de dopamina y aumentar los de serotonina, lo que al final mejoró su estado de ánimo.

En otra investigación llevada a cabo en la Escuela de Medicina Albert Einstein de Nueva York, se estableció que bailar favorece las estructuras del cerebro y previene el envejecimiento de este órgano. Al parecer, la danza revierte la pérdida de volumen del “hipocampo”, una estructura que está directamente relacionada con la memoria. En sus conclusiones anotaron que mientras completar crucigramas y otros pasatiempos reduce el riesgo de demencia hasta en un 47%, el baile lo hace en un 76%.

En McGill, una universidad canadiense, realizaron un curioso estudio en el que comprobaron que las personas con Enfermedad de Parkinson mejoraban notablemente su condición cuando bailaban tango de manera continuada. Varios de los enfermos reportaron que al disponerse a bailar al son de la música, el temblor de sus cuerpos comenzaba a desvanecerse. El ritmo de la música se trasladaba a sus cuerpos.

Bailar para enriquecer la vida

Para bien o para mal, a medida que nos hacemos adultos y nos llenamos de responsabilidades, nuestro cuerpo comienza a adoptar posturas repetitivas. Buena parte de nuestro cuerpo parece convertirse en algo ajeno. Rara vez pensamos en ello, excepto cuando aparece una molestia aquí o un dolorcito allá. Si acaso, el cuerpo aparece como una preocupación estética o médica, pero no como un canal para el arte.

Al comenzar a practicar el baile, comenzamos también a hacernos conscientes de nuestro cuerpo. En particular, se vuelven evidentes las rigideces y las desconexiones. Las preguntas que se hace todo nuevo bailarín son ¿por qué no puedo “soltar” la cintura, las caderas o los hombros? ¿Por qué no logro sintonizar los pies con las manos y la cabeza o el tronco?

La verdad es que el cuerpo refleja nuestra personalidad y nuestros conflictos internos. Nada como bailar para que todo eso se torne evidente. Y ese es precisamente el primer gran aporte del baile: nos ayuda a conectarnos con nosotros mismos, permite que se exprese nuestro mundo interior. La capacidad para seguir el ritmo de la música con el cuerpo promueve el reconocimiento de uno mismo y revela nuestras asincronías.

Pero no es solo eso. El baile es una actividad eminentemente social y, por lo mismo, no solamente nos permite conectarnos con nosotros mismos, sino también con los demás. Bailar nos exige, en la mayoría de los casos, adaptarnos al cuerpo y a los movimientos de otra persona. Sin darnos cuenta, esto incrementa la empatía y la sociabilidad. Además, es un excelente antídoto contra la timidez, especialmente durante la adolescencia.

Bailar es, sin duda, capturar el ritmo de la vida en nuestro corazón.


Edith Sánchez

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