23.8.17

En la experiencia plena del momento presente sólo existe nuestra consciencia


EL ENCANTADOR DE PERROS


Para quien no sepa nada de la serie de televisión El encantador de perros, brevemente diré que está protagonizada por un adiestrador de perros, el mexicano César Millán, que visita las casas de diferentes familias que tienen problemas con su mascota. En cada episodio se muestran casos reales de perros con problemas de conducta serios (a veces hasta insólitos) y la estrategia para corregirlos suele ser asombrosamente simple y efectiva.

Normalmente el hábito que se intenta eliminar es muy molesto y suele ser una conducta que el animal repite todos los días, tal vez durante años; parece estar muy arraigada en el comportamiento del perro. Sin embargo, frente al estímulo correcto, abandona ese mal hábito de un momento para otro. ¡Increíble!

Es que los perros viven siempre en el presente. En la serie, César Millán tiene que explicarlo una y otra vez. Experimentan plenamente el “aquí y ahora”. Por eso responden inmediatamente cuando se introducen los cambios adecuados en su entorno. No tienen esa “inercia” que nos hace tan difícil modificar nuestros hábitos.

Los perros no pueden pensar como nosotros, carecen de nuestra imaginación y creatividad. Pero esta limitación les otorga al mismo tiempo una ventaja: los perros no divagan mentalmente como nosotros. No se lamentan por lo ya que pasó ni les preocupa lo que podría llegar pasar. Y si esta maravillosa posibilidad está al alcance de cualquier perro, claro que también está disponible para nosotros.
Siempre podemos experimentar plenamente el momento presente y abrirnos a las infinitas posibilidades de cambio que cada instante nos ofrece. Porque suele costarnos mucho cambiar (por lo visto, mucho más que a los perros), atados como estamos a nuestro pasado, a nuestras expectativas, a la estructura rígida de nuestra personalidad, a nuestros pensamientos que nunca se detienen, a nuestras creencias…

En cambio, en la experiencia plena del momento presente sólo existe nuestra consciencia. Nada puede limitarnos.

César Millán conoce en profundidad la psicología de los perros, pero también sabe mucho acerca de las personas. Y mientras que el perro suele ser muy simple y previsible, el ser humano con frecuencia es complicado y contradictorio. Entonces, cuando se presenta un problema en la conducta del perro, casi siempre el responsable es el propio dueño… y es a él al que hay que corregir. Por eso un buen adiestrador de perros es también un adiestrador de personas.

Normalmente los perros no son responsables de sus problemas de conducta.
Son las personas que lo rodean, cuya psicología es mucho más complicada y contradictoria, las que lo inducen a desarrollar malos hábitos.

El comportamiento de nuestro perro suele ser algo así como un reflejo de nuestro mundo interno. Y si llevamos adentro desorden y contradicciones, es natural que los veamos reflejados en la conducta de nuestra mascota. Y esta sencilla idea puede extenderse a todo lo que vemos a nuestro alrededor:

La realidad que percibimos y las experiencias que vivimos en ella
son en realidad un reflejo de nuestro mundo interno.

Por eso es que si queremos cambiar de manera efectiva lo que nos rodea, lo que debemos hacer (¡y lo único que en realidad está a nuestro alcance!) es cambiar nosotros internamente.

Aquí un breve video de uno de los tantos casos que César Millán tuvo que enfrentar (sólo encontré la versión original, en inglés, pero los diálogos no son muy importantes, se pueden saltar). Se trata de un maravilloso animalito (Mylo), pacífico y amistoso, pero que tiene un hábito realmente insoportable: gira muy rápido sobre sí mismo, como tratando de morderse la cola, y al mismo tiempo ladra, ladra y ladra… y puede hacer todo esto, sin detenerse, por horas.
EL CASO DE MYLO

La conducta de este perro es muy molesta y ruidosa. Incluso para él debe ser realmente agotadora esta interminable rutina.

Pero el caso de Mylo tiene un final feliz. Más adelante se lo ve muy relajado, descansando, ya liberado de su frenética costumbre de girar y ladrar. Qué raro me pareció entonces que el perro no hubiera podido abandonar mucho antes y por sí mismo esa desagradable costumbre. Hubiera sido un gran alivio para todos, pero especialmente para él.

Luego pensé que muchas veces las personas comunes también nos comportamos así. No me refiero a dar vueltas descontroladamente, claro. Pero con frecuencia adoptamos patrones de pensamiento negativo, tan repetitivos como las interminables piruetas de este perro.

Cuántas veces me descubro a mí mismo rumiando pensamientos negativos (tal vez después de haber leído el diario o de ver las noticias por televisión), cuántas veces me siento preocupado por todas las tareas que tengo pendientes, o decepcionado por lo lejos que estoy de alcanzar mis metas, o molesto por cualquier otra razón.

Todas estas situaciones, puestas en su verdadera perspectiva, no justifican las emociones negativas que normalmente provocan. En muchos casos se trata de asuntos sobre los que no tenemos control, entonces no son verdaderos problemas de los que tengamos que ocuparnos. Otros son simples hechos que convertimos en problemas a través de nuestra propia interpretación. Interpretación que podríamos cambiar en cualquier momento.

Pero el momento de ese cambio no llega, los pensamientos negativos acerca de lo que sucede no se interrumpen, y nos quedamos atrapados en un patrón de conducta repetitivo, desagradable e improductivo. Salvando las distancias, algo muy parecido al inexplicable comportamiento de Mylo, el perrito del video.

Podríamos decir a nuestro favor que girar alocadamente y sin parar es un comportamiento bastante más ridículo que el de darle vueltas en nuestra cabeza a los problemas que nos preocupan. Pero si alguien pudiera por un rato escuchar los diálogos internos de nuestra mente, seguramente también los encontraría bastante extraños y repetitivos.

Para vencer el estrés, Atención Plena

El primer paso en la solución del problema de Mylo fue colocarle alrededor del cuello un pañuelo con algunas gotas de aceite esencial de lavanda. Este olor, agradable y desconocido para el perro, captó por completo su atención, permitiéndole “desconectarse” de su viejo hábito.

Todos podemos hacer varias cosas a la vez, siempre que realicemos alguna de estas actividades de manera mecánica. Por ejemplo, podemos caminar por la calle mientras conversamos con alguien que nos acompaña. Pero mientras lo hacemos, realmente no estamos concentrados en el acto de caminar, lo estamos haciendo de manera automática. La mente, incluso la de un perro, no puede enfocarse al mismo tiempo en dos cosas diferentes. 
Por eso Mylo, completamente concentrado en la novedad de la lavanda, pudo olvidarse, aunque fuera transitoriamente, de su vieja costumbre de girar y ladrar.

La siguiente es una de las definiciones más difundidas de Atención Plena (o Mindfulness, en inglés):

Prestar atención de manera intencional al momento presente, sin juzgar
Jon Kabat-Zinn

Esta definición es simple, breve y clara. Sin embargo, cada vez que la leo no puedo dejar de pensar que podría haberse omitido el “sin juzgar”. Porque cuando realmente estamos prestando toda nuestra atención al momento presente no podemos, al mismo tiempo, pensar o emitir juicios.

La Atención Plena no es una actividad mental. Y, al menos por esos breves momentos en los que conseguimos practicarla, en realidad impide cualquier actividad mental.

La Atención Plena no es algo místico o misterioso, como la Iluminación o el Nirvana. Al contrario, es algo muy simple: es sólo prestar completa atención a cualquier cosa que estemos haciendo. Practicar Atención Plena mientras caminamos, por ejemplo, sólo significa que lo hacemos experimentando plenamente cada sensación de nuestro cuerpo. Es decir que percibimos, sin distraernos con juicios y pensamientos, el contacto del piso bajo nuestros pies, el roce de la ropa sobre nuestro cuerpo, el viento, los sonidos que llegan hasta nosotros y las imágenes de todo lo que nos rodea. Incluye también la “sensación de movimiento” de cada parte de nuestro cuerpo involucrada en el acto de caminar.

Es más fácil practicar Atención Plena mientras llevamos a cabo acciones simples que involucran nuestro cuerpo, como ducharse, comer o vestirse. Incluso podemos practicar Atención Plena simplemente mientras respiramos, si nos concentramos completamente en las sensaciones que nos provoca el aire al pasar por nuestra nariz, tanto al inspirar como al exhalar.

La Atención Plena permite disfrutar de cada instante aunque no esté sucediendo nada especial. Y es una de las técnicas más simples y efectivas para reducir el estrés. Apenas un par de respiraciones profundas y conscientes y ya nos sentimos mejor. ¡Podemos comprobarlo ahora mismo!

Axel Piskulic

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