7.6.19

La emocionante existencia que proporciona la rebeldía de saltarse las normas

LA IMPORTANCIA DE SER BUENA PERSONA
En nuestra vida podemos ser infinidad de cosas, pero la más gratificante la que te deja un poso de felicidad en tu interior, es la de ser “buena persona”. Lo cierto es que cuando alguien se refiere a nosotros en esos términos, uno se siente pleno.

Nos han educado para ser buenos. Te llenan la cabeza con toda clase de sentencias en las que solamente se considera a los demás y tú no cuentas.

Tienes que ser bueno”, “no molestes a los demás”, “que nadie diga que eres tú el culpable”, “ayuda a los demás” Deseos, imposiciones, sugerencias… que van calando según el grado de sensibilidad de cada cual. No en todos cae igual la semilla, no siempre el resultado es el que se pretende y tampoco sabemos a priori si es el adecuado.

Nos enseñaron a “cuidar” a los demás, a “cuidar” la imagen, a “cuidar” el lenguaje, a “cuidar” el tono, las formas, las maneras y los modos, y ahora tenemos que desaprender todo lo que nos inculcaron, para aprender lo realmente importante en la convivencia de nuestro día a día con los demás: EL SER BUENA PERSONA.


SER BUENA PERSONA ES UN SENTIMIENTO QUE NACE EN NUESTRO INTERIOR, NO SE GENERA EN EL EXTERIOR.

No es que esté mal valorar y tener en cuenta las buenas palabras de padres, profesores y otras personas, que en nuestra infancia se encargaron de poner las bases del adulto que seríamos, pero lo cierto es que se olvidaron de decirnos que lo más importante para nosotros somos nosotros mismos y que todo lo que queramos ser o hacer se genera dentro de nosotros, no fuera.

Se olvidaron de decirnos que nosotros importábamos, que estábamos ahí para ser fuertes, estar comprometidos con nosotros mismos, ser agradecidos, valientes y sobre todo, querernos, querernos mucho para no tener que depender de otros afectos en los que podríamos quedar atrapados y no poder gestionarlos desde una dimensión sana.

Se olvidaron de que aprendiésemos a ser personas seguras, con criterio, con carácter y con capacidad de trascender aquello que nos viene mal, que no nos hace felices o que destruyen nuestra estima.

Se olvidaron de hacernos sentir valiosos, de educar desde el refuerzo positivo, de enseñarnos a tomar decisiones, de aprender a decir No o a defender nuestro Sí.

Al final como consecuencia de todo ello vivimos entre dos aguas. La vida serena, rutinaria, llena de normas respetadas, de sentimientos encogidos, y de deseos reprimidos o la emocionante existencia que nos proporciona la rebeldía de saltarse las normas y la inquietante sensación de no saber qué pasará ante determinas decisiones que rayan en lo desbaratado.

Optar por un modelo de personalidad no depende únicamente de nosotros porque en realidad nacemos con una “PREDISPOSICIÓN” que nos hace tomar la realidad a nuestro modo. Y no hay madre, padre, maestro ni nadie que pueda remediar lo que los genes traen consigo.

Todo tiene su precio y si a la vida rutinaria le sigue la factura del tedio, a la azarosa, le acompaña la del desasosiego.

Pero por debajo de cualquier estilo de afrontar la vida me quedo con seguir siendo buena persona. De esas que no se preocupan del qué dirán, pero tampoco se meten en la vida de nadie.

¿Y TÚ? ¿CÓMO TE VES TÚ?




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