25.3.20

Te cerró el paso para que no tuvieras más alternativa que abrir nuevos caminos


ÉRASE UNA VEZ LA VIDA…

Érase una vez la vida que te dio la vuelta, te puso del revés  y se cargó tus planes… Y no tuviste más remedio que aceptarla. No te quedó otra que mover ficha y abrir la mente para sacar de ella tus ideas anticuadas. No pudiste más que cuestionarte lo nunca antes cuestionado y montarte en tus ganas para cabalgar hasta tu miedo más próximo.


La vida es cambio. Sin paliativos, sin prórrogas. Se mueve siempre incluso cuando está parada, porque todo lo que pasa te lleva al siguiente escenario… Incluso cuando parece que no pasa nada, la vida se mueve por dentro en remolino y está caminando, está gestando su siguiente momento, como si planificara una travesura, como si ensayara un baile que te va tocar bailar muy pronto aunque no lo sepas.

La vida es una sacudida y un abrazo. Un viaje corto y un vaivén largo. Un adiós, un buenos días, una mirada larga durante un café y un mensaje sin sentido que luego parece una sentencia.


La vida te zarandea mientras intentas comprenderla. Mientras lees la primera página, la vida ya va por el epílogo. Cuando te subes al tren, la vida ya está llegando a la estación y buscando morada. Cuando lloras tu amor perdido, la vida ya está poniendo en tu camino a quién volverá a romperte en pedazos…

Cuando pones la tirita en tu herida, la vida ya sabe en que pedazo de tu piel dibujará la siguiente herida… Siempre, siempre la vida va tres pasos por delante. Siempre sabe donde apuntar para que duela y escueza, para que te toque o te obligue a modificar tu marcha. Y justo cuando todo se acaba que empieza de nuevo… Justo cuando termina y tocas fondo que te das cuenta de lo que realmente te importa… Que todo vuelve a empezar.

A veces caes y es justo en plena caída cuando descubres a lo que tenías que agarrarte. Lo mucho que te perdiste de la vida preocupado por no llegar a este momento y lo inevitable que era acabar tropezando contigo mismo cuando no eres coherente y sincero. Cuando no te tomas en serio y te pones la zancadilla… Cuando te conviertes en tu enemigo al menospreciarte e infravalorarte.

Hay cosas que solo sabes con certeza cuando te das cuenta que lo contrario de eso no eres tú.., Cuando puedes perderlas o ves que se desvanecen. Justo cuando al besar tu miedo y tocar el suelo,  notas lo que verdaderamente te importa y te mueve, las razones por las que despiertas cada día… Lo que te ayuda a seguir vivo cuando sólo con imaginar el futuro sientes que algo se rompe porque no soportas que todo sea tan incierto.

La vida es remolona cuando tienes prisa e inmediata cuando pides pausa… Es frenética y caóticamente organizada. A veces es la música que escuchas cuando pides silencio y el silencio que te invade cuando necesitas palabras…

Porque es cuando te rompes, que descubres tu propio pegamento. Tus ganas de salir indemne, tu firmeza para seguir. Es cuando te caes que encuentras tu fuerza para levantarte y volver a empezar o cambiar de rumbo. Cuando puedes darte cuenta de que a veces entre perseverar y obcecarse han una línea fina que se cruza fácil y te nubla la percepción, te lleva a ver sólo una parte de la realidad y a no poder enfocarte en lo que realmente necesitas.

A veces, sueltas y cuando abres tu mano para que se vaya, sabes si deseas que vuelva. Justo entonces, ni antes ni tal vez después. Amas lo que pierdes justamente porque lo pierdes y crees que lo necesitas, cuando lo cotidiano al alejarse se cubre de un halo de imprescindible, de maravilloso, de mágico… Cuando lo hasta ahora invisible pasa a ser sueño y el sueño se va por el sumidero a la espera de momentos de menos pánico… El miedo nos vuelve esclavos de un futuro inaccesible y herederos de un pasado injusto.

A veces, decides, y justo en ese momento te das cuenta de si el camino escogido es el tuyo. En ese momento y no antes es cuando sientes esa paz o ese rechinar de dientes, esa sensación de estar en ti o de estar en otro, en otra persona, en otra vida que no es tu vida, en otro momento que no es tu momento.

La vida es cambio constante. Como un tiovivo que nunca para, una noria eterna que no sabes a dónde te lleva pero tienes claro que no va a detenerse.

La vida es el grito y el arañazo y al mismo tiempo el beso y la calma. Es ese romperse para saber por dónde entra la luz en tu sombra y encontrar los agujeros para saber dónde poner los parches. Es ese caminar sin rumbo y perderse para descubrir que eras tú quién dibujaba el camino. Ese perder para poder darse cuenta que estabas luchando por algo que realmente no te importaba… Ese momento en el que te quedas solo y no tienes más remedio que abrazarte y amarte y sabes que nunca has estado tan bien acompañado.

Como lanzar una moneda no por saber si sale cara o cruz sino para darte cuenta de qué deseas que salga justo antes de que toque el suelo…

Érase una vez la vida que te cerró el paso para que no tuvieras más alternativa que abrir nuevos caminos… Que te hundió en lo más profundo de un valle para que no quedara otra que tomar impulso… Que te hizo temblar el suelo para que te acostumbraras a sujetarte en ti mismo… Que te dio un zarpazo para que tuvieras que cuidarte.

Una vez la vida que se puso dura y echó por tierra tus sueños para que no tuvieras más remedio que reinventarte. Que te encerró contigo mismo para que no pudieras evitar ya más hacer las paces.

Érase una vez la vida que puso el mundo al revés para pudieras darte cuenta que el que llevaba tiempo del revés eras tú.

Mercè Roura

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