7.4.20

Justo ahora, en este momento, lo pendiente nos estalla en la cara.


UN CAFÉ PENDIENTE
Lo dejamos todo para luego… Y ya ves, ese luego se demora, se escapa, se esfuma o tarda demasiado… ¿Qué sentido tiene ya? ¿A dónde se han ido esos prejuicios y ese temor a fallar o hacer el ridículo? ¿Dónde quedan esos minutos que nunca tuvimos para dedicárselos a algo que nos gusta o a permanecer en silencio con esa persona a la que amamos? ¿Dónde están las palabras que no nos atrevimos a pronunciar o las que dijimos de más pensando que siempre tendríamos tiempo a rectificar y enmendarlas?
Nunca tuvimos tiempo para nada de lo que realmente deseábamos y necesitábamos de verdad y ahora esa decisión nos quema el alma… 
Nos hemos pasado tanto tiempo diciendo que no teníamos tiempo mientras por dentro pensábamos que más adelante podríamos, que ya llegará la hora de afrontar lo pendiente, y lo postergamos hasta casi nunca. Y no llega, porque le cerramos la puerta. Y ahora la vida nos deja en suspenso, en barbecho, en pausa… Ahora nos dice no controlas nada, no mandas, no decides qué va a pasar…

Acumulamos conversaciones complicadas, cafés pendientes, tardes a solas para recordar el pasado  y saber si todavía duele (claro que duele, si no doliera ya estaría recordado y zanjado). Fingimos que lo haremos, pero sabemos que no. Nos mentimos y mentimos a los demás cuando les decimos que buscaremos un hueco en la agenda para verles, cuando sabemos perfectamente que siempre habrá algo que pase por delante de ellos, porque no son nuestra prioridad y si lo son, es que no tenemos claro todavía de qué va la vida. 
Las excusas para no vivir lo pendiente se nos comen las horas. He conocido personas que tardan más en excusarse y decirte que no tienen tiempo para verte o ayudarte, que el rato que tardarían en hacer lo que les pides… Nos cuesta mucho decir “no, no quiero”, “no me apetece o no me gusta lo que me propones”. Y nos cuesta mucho decir sí a lo que nos interesa y sabemos que es algo que al final no podremos evitar porque nos asusta y nos va a poner a prueba. 
No es pereza, es miedo… No es falta de tiempo es desinterés. No pasa nada, sólo nos falta darnos permiso para llevar a cabo el ejercicio de ser honesto con uno mismo y decirse…  “Sé que está pendiente pero no lo hago porque cuando lo haga sé que me va a doler, que me llevará a revivir algo que me molesta”. O asumir que le has dicho que sí por el qué dirán, pero en realidad no quieres pero prefieres tragar con ello a que piense que eres un desconsiderado o una mala persona y esperas que nunca te llame para reclamar tu compromiso. Y eso te hace estar siempre pensando en si llega el día, incómodo y asustado.
Piensa en la larga lista de personas a las que prometiste ver y echar una mano y no lo hiciste… Y los que te hicieron eso a ti y cuánto te molestó mientras esperabas su respuesta. 
El ejercicio que nos libera es sencillamente observar y observarse y ser sincero contigo. Ya no hablo de dejar de poner excusas al mundo sino de dejar de ponértelas a ti mismo. Mirar dentro, muy dentro, y notar que no quieres cenar con alguien pero lo harás si llega el caso porque no quieres que te juzgue o se enfade. En realidad, lo que pasa es que ya te has juzgado tú y sentenciado… Asumirlo y luego ir o no, pero hacerlo sabiendo que lo eliges tú y tomas las riendas, lo cambia todo. 
Hurgar en tus emociones y topar con la cruda realidad, saber que nunca vas a tomar ese café que te prometes cuando os encontráis por la calle porque siempre que estés apunto surgirá algo más urgente, más importante, más necesario… ¿Por qué no ponerle nombre a esa necesidad de dejarlo en suspenso y asumirlo? ¿Por qué no soltarlo y decidir que sale de una vez por todas de tu agenda o que sí, que ha llegado el momento y os lo vais a tomar ahora? Saber si te importa suficiente como para dejar de postergarlo… Saber si lo dices para quedar bien y en realidad deberías afrontarlo y decir “lo siento, tengo otras prioridades”.
Mientras tenemos en la cabeza todo lo pendiente no podemos vivir lo importante, lo que pasa, lo que sentimos ahora… Por eso es necesario hacer limpieza en la agenda de la vida y reordenarse. Decidir qué vale la pena dejar ahí y qué no. Si merece la pena, buscarle un hueco ya y ponerlo en tu vida… Si no, tomar decisiones y con todo el respeto y la humildad, sacarlo para dejar espacio libre. 
Y a la hora de decidir, sobre todo, usar todo el cuerpo, no solo la cabeza. Dejarse llevar por la intuición, conectarse a uno mismo y sentir, notar qué te dice tu cuerpo en cada opción y dejarse llevar un poco por la vida, para que te sorprenda… Buscar un momento para lo nuevo, lo que nunca te has planteado, lo que a veces miras y no ves y abrir la mente. Arriesgarse un poco a dedicar unos minutos a lo inesperado, a lo que se sale del guion y no está en tu lista de retos y objetivos, a lo que antes tal vez jamás hubieras dejado entrar en tu vida… 
Notar qué notas y vivir lo que vives. Dejar de evitar lo inevitable y sentarse contigo mismo a decidir a dónde va tu vida y qué margen dejas para la sorpresa, para tus planes, para la improvisación, para tus miedos, para tus risas, para todo lo que tienes pendiente y realmente crees que merece la pena.
A veces, el café pendiente que más tiempo llevas postergando es contigo. Es el más importante y el más urgente… Es el que marca la diferencia en los cien cafés siguientes, el los cien años siguientes en tu vida. Tómatelo ahora y decide qué hacer con el resto de cafés pendientes… Y si te equivocas, rectificas, vuelves, vas, llamas, dices lo siento y gracias y respiras hondo. A menudo, una decisión errónea te lleva a descubrir el camino correcto… Ese camino que lleva a ti. 
Escribí el corazón de este artículo hace días, hablando de todas esas conversaciones y temas que dejamos pendientes… Hablando de lo que no hacemos por temor a qué dirán y de lo que hacemos justo para que no digan… Ambas cosas ahora pierden tanto sentido… Justo ahora, en este momento, lo pendiente nos estalla en la cara.
Lo que tenemos pendiente con otros se aleja, se posterga y  se hace casi imposible y eso nos desespera… Nos da miedo que ya nunca podamos hacer aquello que dejamos pasar porque no nos sentíamos con fuerzas. Sin embargo, lo que tenemos pendiente con nosotros se nos pone delante en la agenda, incómodo, imparable, rotundo e inevitable.
La vida nos invita a tomar café con nosotros mismos.
Mercè Roura

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