29.6.20

Estamos utilizando la mente racional para algo que va más allá de la racionalidad?

¿A CAMBIO DE QUÉ?… A CAMBIO DE NADA

- A cambio de la satisfacción íntima y silenciosa de dar vida a la vida.       
- A cambio del profundo goce de sentirse útil a los demás.
- A cambio de seguir el rastro de una íntima propuesta de vida “el amor como camino”.
Y ¿eso qué significa?, ¿dar “dinero a los pobres”?, ¿no ejercer el comercio?, ¿ir de inocente por la vida?, ¿ayudar a cruzar la calle a las viejecitas?, ¿no defenderse?, ¿tragar?, ¿callar cuando sentimos la conveniencia de cuestionar?, ¿ir los domingos a plantar árboles?, ¿repartir panfletos apostólicos por las calles?, ¿nunca decir NO?…

TAL VEZ LO QUE SIGNIFICA ES TAN SOLO FUNCIONAR DESDE EL CORAZÓN… algo que puede traducirse como actuar renunciando a llenar de intenciones permanentemente los frutos de la acción.

Significa hacer sin hacer, significa ofrecer y entregar a alguien, sin que esa persona pueda algún día devolverlo.


Significa hacer algo por otros sin espíritu de recompensa.

Significa apoyar lo que precisa de apoyo, sin calcular las ventajas personales que vamos a obtener con ello.

¿Quién dijo que el amor no era otra cosa que un baile de hormonas?, ¿acaso cree todavía el racionalismo biológico que el amor se puede medir en laboratorio?, ¿o es que, con estas afirmaciones, lo que estamos es utilizando la herramienta limitada de la mente racional para algo que va mucho más allá de la pura racionalidad?

Ya no basta sentir el amor como una relación basada en la supervivencia, es decir un mandato biológico por el que, si no logramos unirnos no sobreviviremos. Ni siquiera justificar al amor como el gran fenómeno de la pulsión reproductora de la vida, reduciéndolo a ese sucedáneo llamado enamoramiento y a sus proyecciones derivadas por sublimes y efímeras que estas sean. 

En realidad, ni siquiera el amor que se intuye desde el insondable corazón humano llega a ser un sentimiento, recordemos que los sentimientos, por hondos y próximos que se encuentren de nuestra sensación de identidad, no dejan también de ser cambiantes.

Y EL AMOR “ESENCIAL” NO CAMBIA, SIMPLEMENTE ES.

Entonces, tras descartar reflejos y sucedáneos, ¿qué ámbito queda para el amor?, en realidad el amor con todas sus letras brota y se manifiesta desde el ámbito del espíritu, y si de alguna forma disfrutamos de la evolución suficiente como para haber degustado una vivencia de totalidad, sabremos con íntima certeza que el espíritu en el ser humano es una realidad transpersonal que trasciende los limitados sentidos, sabremos sin necesidad de información que lo justifique, que somos amor en esencia, y que desde nuestra encapsulada personalidad ordinaria de corte emocional y racional, no se puede acceder a él.

Ante este planteamiento del amor de apariencia idealista, tal vez más de uno se pregunte, ¿cómo se manifiesta ese amor esencial o “espiritual” en la vida cotidiana de cualquier ser humano?

A lo que merecerá la pena señalar que ese amor, donde primero se nota es en la compasión, compasión a veces mal entendida, tan mal entendida que al ser vivida parece colocarnos en una situación de superioridad frente al “pobrecito” que padece desde nuestra inmune atalaya. 

En realidad, la compasión es empatía profunda con el sentimiento de dolor del otro, sin que ello nos inunde y nos arrastre. La empatía con el sentimiento de dolor en el otro conlleva el genuino y activo deseo de que éste se alivie, el anhelo de bien que impulsa a proteger, cuidar y dotar al ser que atraviesa el padecimiento, por sutil que éste sea.

El amor se manifiesta cuando ofrecemos nuestra energía allí donde entendamos que ésta se precisa para mejorar las condiciones existentes

El amor se manifiesta eligiendo pensar desde la nobleza, el respeto y la suspensión del juicio.

El amor se manifiesta cuando nos alegramos genuinamente de un éxito ajeno, y sigue manifestándose cuando honramos valores y principios que determinan la opción más libre y generosa del ser humano, y para culminar, brota cuando sentimos amor universal irradiando hacia todo lo existente, sin necesidad que las cualidades del “objeto amado” nos estimulen a admirar o ensalzar, es decir amor incondicional.

El Mahabarata, libro de filosofía hindú, escrito hace más de 5.000 años, señala cuatro niveles en la evolución de los seres humanos.

PRIMERO : Los que buscan recibir.
SEGUNDO: Los que buscan dar y recibir.
TERCERO  : Los que viven para dar, pero gozan de que dan. 
CUARTO   : Los que irradian su autenticidad y lucidez tal y como lo hace el sol, allí donde lleguen sus rayos de forma universal y anónima.

Una buena pregunta para hacerse uno, podría ser ¿en cuál de los cuatro me encuentro yo?


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