29.12.20

Que la coherencia nos sacuda fuerte hasta dejarnos sentados, más libres y honestos

ESTA NOCHE TAN LARGA Y OSCURA

Si solo pudieras dar un mensaje a las personas que te leen, escuchan o ven ahora ¿Cuál sería?

¿Qué le dirías a alguien si supieras que es la última vez que le ves? ¿Qué harías si cinco minutos más tarde ya no pudieras decidir sobre tus acciones?

¿Cuáles serían tus últimas palabras? ¿Sobre qué posarías tus ojos por última vez?

Esas son preguntas que no nos hacemos. Infravaloramos mucho este momento que vivimos pensando en mañana. Vivimos por adelantado en lo que se convierte en un sinvivir. Estos últimos meses, todo este año 2020, hemos vivido una agonía tremenda sin poder refugiarnos en ese mañana al que nos gusta tanto recurrir para escapar de este hoy que siempre nos parece absurdo e insuficiente. La vida nos ha cerrado las puertas y nos ha dejado a solas con nosotros mismos. Nos ha mirado a la cara y nos ha dicho “piensa bien qué dices porque tal vez es lo último”, “escoge bien tus palabras, tus actos, tus pensamientos porque el baúl de donde los sacas podría estar quedándose vacío”. 

La incertidumbre nos ha golpeado la cara. No sabemos qué pasará (tampoco lo sabíamos antes, la verdad, pero en nuestro papel de semidioses jugábamos a controlar la vida  y estar en una aparente y falsa seguridad que nos hacía sentir semilibres). No sabemos qué haremos. No sabemos qué compañeros de viaje tendremos. No sabemos nada. 

Nos ha quedado claro que nadie es más que nadie. Ni el que más tiene, ni el que más cree que sabe, ni el que más pisa, ni el que más se deja pisar y se esconde… La bofetada nos ha puesto en nuestro sitio y nos ha demostrado que sin humildad nada tiene sentido. Y algo todavía más importante, eso creo yo, que no sé nada, que todos estamos juntos en esto. Que lo que afecta a uno, nos afecta a todos. Que estamos bárbara y maravillosamente conectados. Que los pequeños detalles son instrumentos de grandeza y que el respeto salva vidas, empezando por la propia.

A veces, sentimos que nos hemos quedado vacíos, pero intuyo que ya lo estábamos. Es solo que esta situación que hemos vivido y vivimos nos ha permitido darnos cuenta y ha puesto en evidencia nuestros mayores miedos. Se ha levantado el telón en un momento imprevisto y se han caído las máscaras. La vida nos ha encontrado con el culo al aire y sin maquillaje, despeinados y con las heridas abiertas. Nos ha mostrado ante el terrible y corrosivo espejo en el que nos vemos a nosotros mismos con nuestro peor aspecto… Cansados y desnudos, heridos y llenos de llagas… Todo lo que nos afanamos en esconder ha quedado al descubierto para poder ser asumido, limpiado, borrado y curado. Todo lo que metimos bajo la alfombra durante años para parecer ante el mundo una versión conveniente de nosotros mismos, ha explotado e nuestras caras… 

Nos hemos mirado en el espejo de la vida y hemos querido salir huyendo pero esta vez, compañeros y amigos, no teníamos a dónde. Ni física ni mentalmente. Las cuatro paredes que nos circundaron durante meses y que siguen haciéndolo porque la vida ya no es la vida de antes, estaban en nuestras casas y también en nuestras cabezas. No nos queda más remedio que hacer el camino de vuelta hacia dentro y mirar a ver qué vemos. No nos queda otra que seguir sacando el lastre acumulado y abrazar a ese ser agotado, triste, lleno de magulladuras, débil, vulnerable y muy asustado que hemos encontrado al mirar en nosotros. 

Tal vez lo más duro ha sido responder a las preguntas. Porque aunque hemos intentado huir de ellas como huimos siempre, en esta sociedad vivimos en constante evasión en nuestra vida, las preguntas han vuelto y cada vez suenan más  intensamente en nuestras cabezas hartas de dar vueltas.  

Si estas fueran tus últimas palabras ¿Qué palabras dirías?

Si esta fuera la última vez que nos vemos ¿Qué haríamos juntos?

Ahora que ves que todo esto es un soplo, un momento, un abrir y cerrar de ojos ¿Qué piensas hacer con tu vida? ¿Qué sentido le das? ¿Qué vas a hacer que todavía no te has atrevido a intentar nunca? ¿Qué no quieres dejar pendiente?

Unas preguntas tan terribles como necesarias. Tal vez las preguntas que nunca hubiéramos tenido que dejar de hacernos, pero  que descuidamos y olvidamos por arrogancia porque siempre creemos que nuestro paso por aquí es eterno. Ahora ya lo sabemos, nos hemos dado cuenta de que todo es un momento. Que todo está conectado y que lo mismo que la risa nos une con un hilo invisible, también lo hacen la tristeza, la culpa y el miedo atroz que muchas noches no nos deja dormir.

Hace tiempo que siento que estamos ante el fin de algo. No sé de qué. El fin de una forma de vivir de espaldas a la vida, una forma de vivir conectada a la prisa y desconectada de lo que realmente importa… El fin de ese tipo de vida en el que lo que les pasa a otros no nos afecta. El fin de esa vida en la que nunca te permites mirar dentro ni perdonarte y vas arrastrando tus penas y errores sin saber que no están ahí para cargarlos sino para comprenderlos y usarlos. El fin de ese tiempo en el que nos pasamos la vida compitiendo por sobrevivir cuando compartiendo y colaborando podríamos conseguir cien veces más. 

El fin de esa forma de vida en que las personas que te rodean son números sin cara, sin dolor, sin sentimientos… Y evitas cruzarte con ellos y mirarles a los ojos por si la compasión te pilla flojo y acabas dándote cuenta de que tú eres lo mismo. 

Espero que se nos hayan gastado ya la arrogancia, la soberbia, la prisa, la necesidad de pisar para sobresalir, la culpa inconsciente por no parecer lo que creemos que debemos parecer, la constante angustia por ser juzgados y la lastimosa manía de juzgar y criticar.

Deseo que la coherencia nos sacuda fuerte y nos zarandee hasta dejarnos sentados y más libres y honestos con nosotros mismos… Que la Inteligencia Emocional nos permita ver todas esas cosas que no vemos habitualmente porque percibimos la vida en visión túnel obsesionados por sobrevivir en lugar de crear y compartir.

Espero que esta noche tan larga  y oscura nos haya demostrado que la luz que buscamos está en nosotros. En el respeto por nosotros mismos y por otros. En la ambición, pero no por conseguir ni acumular, sino por vivir en paz. En el afán por caminar al lado y no delante. En las ganas de aportar y no de demostrar. Y que eso nos permita ver el mundo y a todos los seres que lo habitan como merecedores de lo bueno, lo mejor, lo único posible. Que este ejercicio colectivo mirando dentro nos sirva para que este final sea un nuevo comienzo.

Aprovechemos esta noche tan larga y oscura para amanecer renovados y más libres. Cerremos heridas para que ya no supuren. Mirémonos al espejo y decidamos que ya somos lo que hemos estado buscando y deseando ser toda nuestra vida y vivamos en consecuencia. 

Y de nuevo hago las preguntas… 

Si estos fueron los últimos momentos ¿

Qué harías? ¿Qué dirías? ¿Qué perdonarías? ¿En qué lugar? ¿Con quién?

Esta noche tan larga y oscura está repleta de estrellas… 

Mercè Roura

https://mercerou.wordpress.com/2020/12/29/esta-noche-tan-larga-y-oscura/  

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