TODAS LAS TORMENTAS PASAN
El ser humano es un
“ser” con comportamientos muy curiosos, por ejemplo: todos esperamos que deje
de llover, aunque nos guste la lluvia y aunque estemos deseando oler a tierra
mojada.
Además, lo que es un
placer para algunos se convierte en una incomodidad para la mayoría, esa que
sigue los dictados y aceleramientos de la vida normal perdiéndose cuando llueve
el sonido de las gotas sobre el asfalto o el discurrir de los regueros de agua
entre la hierba.
Nos ocurre igualmente en estos momentos llenos de cambios e incertidumbres. Sólo vemos maldades donde seguro que también hay buenas voluntades que no se ajustan al deseo de todos aquellos que lo ven desde el otro lado de la barrera.
La vida nos da
sorpresas y tan inesperadas y rotundas que la llegada del caos es imposible de
detener y tendremos que enfrentarnos a él nos guste o no.
A veces, esas
sorpresas las vivimos como desgracias que solamente nos afectan en nuestro
pequeño mundo; otras, afectan al mundo entero y el dolor y la rabia pasa de ser
invisible a ser colectivo.
Ahora estamos en un
momento donde sabemos que la mayoría sufre, a su manera, en su medida y con las
condiciones buenas o malas que cada cual tiene. Pero no nos damos cuenta de que
hay mucha gente que sufre siempre, que su vida es un puro sufrimiento.
Muchos seres humanos
que están inmersos en guerras aisladas y alejadas a nuestros ojos; gente que
vive infiernos dentro de sus paredes en todos los niveles; seres humanos que
atraviesan calvarios en soledad y en silencio.
La tormenta deja el
ambiente fresco, nos acerca a lo oscuro, al ruido, al relámpago. Nos aterra por
segundos, nos instala en el poder de la naturaleza, por un breve tiempo, nos
deja con la sensación de esperar la calma. Cuando ésta llega, nos sentimos geniales
y esto significa, que de nuevo nos hacemos con el control de lo que llamamos
“normal”.
El agua que se
filtra como consecuencia de esa tormenta, que parece tan inocente, va horadando
hasta el acero. Con el tiempo, esa pequeña gota abre un camino inexorable. Un
hueco profundo, estrecho, oscuro e inescrutable.
No temamos los
grandes cambios. Posiblemente, sean los cambios más pequeños los que pueden
traernos repercusiones insospechadas.
Posiblemente, lo
peor es creernos jueces que condenan, sea lo que sea y como sea, por el hecho
de ver solo la tormenta y no considerar las consecuencias que siempre deja a su
paso.
Demos el valor que
tiene a cada momento. Estimemos el caos en su medida, bien sea grande o
pequeña. Valoremos por encima de las situaciones y seamos capaces de extraer
las enseñanzas que nos traen.
Creemos espacios,
dejemos que las ideas fluyan y entonces, veremos qué pasa.
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