4.11.24

Creemos espacios, dejemos que las ideas fluyan... y entonces, veremos qué pasa

TODAS LAS TORMENTAS PASAN   

El ser humano es un “ser” con comportamientos muy curiosos, por ejemplo: todos esperamos que deje de llover, aunque nos guste la lluvia y aunque estemos deseando oler a tierra mojada.

Además, lo que es un placer para algunos se convierte en una incomodidad para la mayoría, esa que sigue los dictados y aceleramientos de la vida normal perdiéndose cuando llueve el sonido de las gotas sobre el asfalto o el discurrir de los regueros de agua entre la hierba.

Nos ocurre igualmente en estos momentos llenos de cambios e incertidumbres. Sólo vemos maldades donde seguro que también hay buenas voluntades que no se ajustan al deseo de todos aquellos que lo ven desde el otro lado de la barrera.

La vida nos da sorpresas y tan inesperadas y rotundas que la llegada del caos es imposible de detener y tendremos que enfrentarnos a él nos guste o no.

A veces, esas sorpresas las vivimos como desgracias que solamente nos afectan en nuestro pequeño mundo; otras, afectan al mundo entero y el dolor y la rabia pasa de ser invisible a ser colectivo.

Ahora estamos en un momento donde sabemos que la mayoría sufre, a su manera, en su medida y con las condiciones buenas o malas que cada cual tiene. Pero no nos damos cuenta de que hay mucha gente que sufre siempre, que su vida es un puro sufrimiento.

Muchos seres humanos que están inmersos en guerras aisladas y alejadas a nuestros ojos; gente que vive infiernos dentro de sus paredes en todos los niveles; seres humanos que atraviesan calvarios en soledad y en silencio.

La tormenta deja el ambiente fresco, nos acerca a lo oscuro, al ruido, al relámpago. Nos aterra por segundos, nos instala en el poder de la naturaleza, por un breve tiempo, nos deja con la sensación de esperar la calma. Cuando ésta llega, nos sentimos geniales y esto significa, que de nuevo nos hacemos con el control de lo que llamamos “normal”.

El agua que se filtra como consecuencia de esa tormenta, que parece tan inocente, va horadando hasta el acero. Con el tiempo, esa pequeña gota abre un camino inexorable. Un hueco profundo, estrecho, oscuro e inescrutable. 

No temamos los grandes cambios. Posiblemente, sean los cambios más pequeños los que pueden traernos repercusiones insospechadas.

Posiblemente, lo peor es creernos jueces que condenan, sea lo que sea y como sea, por el hecho de ver solo la tormenta y no considerar las consecuencias que siempre deja a su paso. 

Demos el valor que tiene a cada momento. Estimemos el caos en su medida, bien sea grande o pequeña. Valoremos por encima de las situaciones y seamos capaces de extraer las enseñanzas que nos traen.

Creemos espacios, dejemos que las ideas fluyan y entonces, veremos qué pasa.

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