21.7.25

Una función básica, que sostiene nuestro sentido del yo, nuestra salud emocional

INTEROCEPCIÓN                                      

ESCUCHAR A NUESTRO PROPIO CUERPO

La interocepción es la capacidad del cuerpo para sentir, interpretar y regular sus propias señales internas —como la respiración, los latidos del corazón, el hambre, la temperatura corporal o la urgencia de orinar— y aunque muchas veces pasa desapercibida, su influencia es constante.

Qué es la Interocepción

El término «interocepción» fue introducido por el fisiólogo británico Scott Sherrington a principios del siglo XX, para diferenciarlo de la exterocepción (la percepción de estímulos externos) y la propiocepción (la percepción del cuerpo en el espacio). Sin embargo, el significado moderno de interocepción ha evolucionado y se ha vuelto mucho más amplio.

Actualmente, se refiere a la capacidad del cerebro  para percibir e interpretar señales que provienen del interior del cuerpo, incluyendo no solo estados fisiológicos básicos, sino también emociones, impulsos y estados de ánimo.

La interocepción no se limita a notar un estómago vacío o un ritmo cardíaco acelerado. Implica una red de procesos cerebrales que constantemente reciben información de los órganos internos, la comparan con expectativas o memorias previas, y modulan nuestras respuestas comportamentales y emocionales. En otras palabras, la interocepción es la interfaz invisible entre cuerpo y mente, un sentido fundamental que media nuestras decisiones, percepciones, estados de ánimo y hasta nuestra conciencia.

El papel insular en la conciencia corporal

Los avances en neuroimagen han permitido mapear las regiones cerebrales responsables de la percepción interoceptiva. La estructura más importante es la corteza insular, especialmente su porción anterior. La ínsula actúa como un centro integrador de la información interoceptiva, recibiendo señales del sistema nervioso autónomo, de los quimiorreceptores y de los barorreceptores distribuidos por el cuerpo.

Curiosamente, la ínsula anterior también se activa durante experiencias emocionales, procesos empáticos y la toma de decisiones morales. Esto sugiere que la percepción del estado corporal no solo acompaña a las emociones, sino que puede constituir su base física. Cuando sentimos ansiedadtristeza o entusiasmo, estamos experimentando alteraciones corporales que el cerebro interpreta como importantes. Sin interocepción, las emociones serían simples ideas abstractas.

Investigaciones de neurocientíficos como Antonio Damasio han propuesto que el «sentir» proviene del cuerpo, no de la mente. Damasio argumenta que las emociones tienen una base somática, y que la conciencia del yo emerge de la percepción del cuerpo en acción. Desde esta perspectiva, la interocepción sería el fundamento biológico de la identidad personal.

La interocepción en la infancia y el desarrollo

La capacidad interoceptiva no es fija ni universal, además se desarrolla a lo largo de la vida y puede variar mucho entre distintos individuos. En la infancia temprana, los bebés comienzan a construir una representación de su cuerpo gracias a señales interoceptivas. El hambre, el sueño, la molestia por un pañal sucio o el placer del amamantamiento son experiencias que, repetidas y asociadas con respuestas del entorno, ayudan a construir las primeras nociones de bienestar, malestar y regulación emocional.

Una buena sintonía entre el cuidador y las señales del bebé fortalece la capacidad del niño para identificar y regular sus estados internos. Por el contrario, cuando estas señales son ignoradas o malinterpretadas, puede desarrollarse una desconexión con el propio cuerpo, que en etapas posteriores se manifiesta en dificultades emocionales, ansiedad o trastornos de la conducta alimentaria.

Estudios recientes indican que niños con mejor conciencia interoceptiva muestran mayor capacidad de autorregulación emocional y mejores habilidades sociales. Esto apunta a que enseñar interocepción —por ejemplo, mediante prácticas de atención plena o «mindfulness» adaptadas a la infancia— podría tener efectos preventivos sobre la salud mental.

Trastornos asociados con la disfunción interoceptiva

Cuando el sistema interoceptivo falla o se vuelve hiperactivo, pueden aparecer síntomas clínicos. La interocepción alterada está implicada en múltiples trastornos psicológicos y somáticos. En los trastornos de ansiedad, por ejemplo, el paciente suele presentar una hiperconciencia de sus signos fisiológicos —como palpitaciones o dificultad para respirar— lo que amplifica la respuesta ansiosa en un bucle de retroalimentación.

En los trastornos depresivos, se ha observado una menor capacidad de discriminación interoceptiva. El cuerpo parece volverse «mudo», y la persona pierde la capacidad de distinguir señales internas, lo que puede contribuir a la anhedonia (incapacidad para experimentar placer) o a la fatiga crónica.

Uno de los casos más emblemáticos es el de los trastornos de la alimentación, como la anorexia nerviosa o la bulimia. Diversos estudios han encontrado que estos pacientes tienen serias dificultades para identificar y responder adecuadamente a señales de hambre, saciedad o náusea. El cuerpo se vuelve un «enemigo» o una entidad extraña, y su comunicación con la mente se distorsiona profundamente.

También en el trastorno del espectro autista (TEA) se han identificado patrones de interocepción atípica. Algunos individuos presentan hipersensibilidad, otros hiporespuesta, y muchos informan dificultades para identificar y describir sus estados internos. Esto puede dificultar la regulación emocional y la comprensión empática de los demás, que en buena parte se basa en inferir estados corporales similares.

Interocepción y toma de decisiones

Más allá de su papel en la emoción y la psicopatología, la interocepción tiene una sorprendente influencia en la toma de decisiones. El neurocientífico Antoine Bechara, trabajando con pacientes con lesiones en la corteza prefrontal, descubrió que estos individuos podían razonar lógicamente sobre decisiones, pero fracasaban en la práctica al elegir opciones perjudiciales.

Este hallazgo llevó al desarrollo de la teoría del «marcador somático», propuesta por Damasio, que sugiere que el cuerpo reacciona de manera anticipada frente a ciertas elecciones, generando una señal visceral que orienta nuestra conducta. Cuando estamos frente a una opción peligrosa o desventajosa, el cuerpo puede anticipar el daño y generar una sensación desagradable que nos aleja de esa elección, incluso antes de que podamos explicarlo racionalmente.

Este modelo explica por qué muchas decisiones parecen «instintivas», y por qué, en ocasiones, nuestro cuerpo sabe más que nuestra mente. La conciencia interoceptiva afinada mejora nuestra capacidad de detectar estas señales somáticas y tomar decisiones más adaptativas.

La Interocepción, mucho más que una función biológica

¿Te has preguntado alguna vez por qué ciertas prácticas como el yoga, la meditación o simplemente el acto de caminar en silencio pueden tener efectos tan profundos sobre el bienestar? La respuesta puede estar en su capacidad para afinar la atención interoceptiva.

Cuando enfocamos nuestra atención en la respiración, el ritmo del corazón, o la tensión muscular, estamos ejercitando y mejorando la conciencia interoceptiva, que a su vez se asocia con menores niveles de ansiedad, mayor resiliencia emocional y una mejor conexión cuerpo-mente.

Además, esta conciencia puede ser crucial en profesiones que requieren una fuerte sintonía empática o intuitiva, como la psicoterapia, la medicina o las artes. Escuchar al cuerpo puede volverse una fuente de sabiduría y creatividad. Como afirmó el poeta Rainer Maria Rilke: «el cuerpo es el lugar donde la vida se realiza».

Volver al cuerpo, volver a uno mismo

La interocepción no es un fenómeno exótico ni una rareza científica. Es una función básica, ubicua y constante que  sostiene nuestro sentido del yo, nuestra salud emocional y nuestra capacidad para habitar el mundo con autenticidad. En una época en la que la velocidad, la multitarea y la distracción nos alejan cada vez más de nuestro cuerpo, volver a escuchar sus mensajes puede ser un acto profundamente transformador

El cuerpo no miente. A diferencia de los pensamientos, que pueden desviarnos, juzgarnos o atraparnos en bucles sin salida, las señales interoceptivas nos invitan a regresar al presente, a la experiencia cruda y verdadera de estar vivos. Al afinar esta escucha interna, no solo mejoramos nuestra salud, sino que nos reconectamos con una sabiduría ancestral: la del cuerpo que siente, que sabe, y que, silenciosamente, nos guía.

Marta Guerri 

https://www.psicoactiva.com/blog/interocepcion/

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