12.2.16

Cualquier expresión constituye un intento de conexión emocional

TRATAR CON CARIÑO ES TOCAR CON RESPETO EL ALMA DEL OTRO


Tratar con cariño es el mejor signo de respeto hacia los demás. Es sinónimo de bondad, de amabilidad, de respeto y de amor. Porque, ¿qué sentido tendría que no tratásemos con cariño a aquellas personas que amamos? La respuesta es sencilla: ninguno.

Pero esta afirmación tan aplastante muchas veces no es sinónimo de realidad. De hecho se nos olvida con facilidad la importancia de tratar con delicadeza, de posar nuestras manos emocionales sobre los demás y dedicar actos y palabras de cariño en el día a día.

Malas contestaciones, faltas de respeto, impertinencias, gritos, exigencias… Seguramente cada una de estas reacciones está demasiado presente en nuestras relaciones y en nuestra manera de interactuar.

Cómo conectamos emocionalmente
Una palabra, una pregunta, un gesto, una mirada, un roce… Cualquier expresión constituye un intento de conexión emocional con el que venimos a decir “Quiero sentirme conectado a ti”. En base a esto recibiremos una respuesta positiva o negativa a nuestra solicitud.


Si nos paramos a pensar, es abrumadora la frecuencia con la que ignoramos o damos respuestas desagradables ante estos intentos de conexión. De ahí la importancia de aprender a tratar con cariño, a tocar con respeto a los demás.

Así, los intentos de conexión emocional serían mucho más fructíferos si supiésemos reconocer las necesidades emocionales de los demás. Muchas peleas son consecuencia de malas interpretaciones y de la sensación de desconexión que pueden evitarse con una conversación.

Al no conversar desde el respeto con los demás nuestras relaciones se marchitan y se deterioran. Conversaciones sin mantener, gestos de cariño sin atender, peleas, falta de empatía, etc. Cuando dejamos de lado la importancia de conectar, solemos propulsar nuestro propio aislamiento, nuestra insatisfacción y nuestra inestabilidad.

Las respuestas a los intentos de conexión emocional

Las relaciones completas y satisfactorias no se consiguen de un día para otro, sino que necesitan desarrollarse poco a poco con múltiples gestos que forjen una estabilidad y un cariño en nuestros patrones de interacción.

Digamos que cada día y con cada pequeño gesto vamos colocando ladrillos en nuestro castillo y que, por supuesto, esos intercambios constituyen los pilares de la información emocional que alimenta nuestro afecto.
Las respuestas positivas conducen a una interacción continuada y saludable. Constituyen el toque a toque maestro de un partido de ping pong en el que ambos participantes juegan con gusto. Sin embargo, las respuestas negativas cancelan cualquier intento de conexión. O sea, si uno lanza la pelota y el otro no mueve su pala, el partido se acabó.

En resumen, tenemos varias opciones para responder a los intentos de conexión y, conforme a ellas, jugaremos durante más o menos tiempo al ping pong. Veamos qué maneras tenemos de responder ante un gesto por parte de los demás:

  • Responder con empatía al otro: por ejemplo, cuando una persona hace un comentario jocoso y la otra se ríe. Si fomentamos este tipo de conexiones obtendremos como recompensa relaciones duraderas y llenas de buenas sensaciones.
  • Responder con hostilidad: a las personas que responden con hostilidad se les puede llamar beligerantes o discutidoras. Usar este tipo de contestaciones denota sarcasmo y desprecio. Un ejemplo sería: “Me gustaría comprarme un coche” y la respuesta hostil: “Con tu sueldo ni lo sueñes”.
  • Ignorar al otro: esto es sinónimo de no hacer caso a las actitudes del otro, lo cual obviamente destruye nuestras relaciones.

Tratar con cariño a las personas que apreciamos no debe ser una excepción, sino una regla. Muchas veces descuidamos estos detalles y desmadejamos nuestra relación, la cual se deteriora sin remedio.
Así que pongámonos las pilas y cuidemos las respuestas que damos en nuestro día a día. No dejemos que se alimenten los malos gestos y atendamos a los intentos de conexión emocional como debemos, con respeto y tolerancia.


NOTA: Si quiere saber más sobre este tema puede leer a John Gottman o  Deborah Tannen.





Raquel Aldana Arnedo

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