16.10.18

Un único problema: no nos amamos incondicionalmente a nosotros mismos

ADIVINANZAS, TRABALENGUAS Y ROMPECABEZAS

Las adivinanzas, los trabalenguas y los rompecabezas son entretenimientos adecuados para los más chicos. Los adultos tal vez prefieran hacer crucigramas o jugar al sudoku.

Estos juegos son muy diferentes entre sí, pero todos consisten más o menos en lo mismo. Se trata de un problema, de mayor o menor complejidad, que debemos resolver.

Los videojuegos parecen muy diferentes a esos juegos más tradicionales, pero también pueden reducirse a la misma fórmula: nos plantean problemas que debemos resolver. Esto vale tanto para el Pac-Man como para el Candy Crush.

Pero con todos los problemas reales y concretos con los que nos enfrenta la vida cada día, ¿no es un poco raro que dediquemos parte de nuestro tiempo libre a resolver también estos otros problemas?

Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera
Todos los que nos interesamos en los temas espirituales, en algún momento descubrimos El Kybalión. Este libro tan interesante nos presenta siete principios universales sobre los que vale la pena reflexionar.

Uno de esos principios, el principio de Correspondencia, asegura que siempre podemos descubrir una equivalencia entre diferentes planos, que las mismas estructuras se repiten indefinidamente en toda la Creación. Por ejemplo, lo que percibimos a nuestro alrededor es en todo equivalente a lo que llevamos dentro. El mundo que nos rodea sería una proyección de nuestro mundo interior.


Un listado de estas equivalencias entre lo que llevamos adentro y lo que vemos afuera, sería interminable. Sólo un par de frases a modo de ejemplo:

¿Cómo podrían ser ciertas estas afirmaciones si no fuera porque hay una correspondencia entre lo interno y lo externo?
También podemos observar una equivalencia más general entre la organización de la sociedad, dominada por conflictos que nunca se resuelven, y la estructura de nuestro ego.

O entre los programas de noticias que vemos en la televisión y nuestra manera de interpretar lo que nos pasa: en ambos casos se trata de un recorte arbitrario de la realidad que se enfoca especialmente en lo malo que sucede.

Muchos problemas, una única solución

También existe una correspondencia entre los juegos y la realidad. Por eso nos interesa jugar.

Los juegos pueden parecer muy diferentes de la realidad, pero tienen su misma lógica y nos proponen desafíos equivalentes a los de la vida real.
Disfrutamos de los juegos porque nos plantean problemas que sí podemos resolver. De la misma manera, la realidad también nos plantea problemas. Pero los problemas de la realidad no son tan simples.

Dice la lección 79 de Un Curso de Milagros:

Pareces enfrentarte a una larga serie de problemas, los cuales son todos diferentes entre sí, y cuando uno se resuelve, surge otro y luego otro. No parecen tener fin. En ningún momento te sientes completamente libre de problemas y en paz.
El mundo parece presentarte una multitud de problemas, y cada uno parece requerir una solución distinta. Esta percepción te coloca en una posición en la que tu manera de resolver problemas no puede sino ser inadecuada, haciendo así que el fracaso sea inevitable.
Nadie podría resolver todos los problemas que el mundo parece tener. Éstos parecen manifestarse en tantos niveles, en for­mas tan variadas y con contenidos tan diversos, que crees enfren­tarte a una situación imposible.
Si advirtieras el común denominador que subyace a todos los pro­blemas a los que pareces enfrentarte, comprenderías que dispones de los medios para resolverlos todos.

Sentimos que la felicidad depende de que podamos resolver los problemas que nos preocupan. Pero pasan los años y sigue habiendo problemas que nos impiden ser felices.

Un Curso de Milagros asegura que hay un único problema: vivimos separados de Dios, no estamos experimentando el hecho de que somos uno con Él y con nuestros hermanos.

Eckhart Tolle también propone que hay un solo problema: estamos separados del momento presente, no lo experimentamos de manera plena y consciente.

Para Louise L. Hay también hay un único problema: no nos amamos incondicionalmente a nosotros mismos.

Son diferentes maneras de describir la misma situación: fuimos creados para experimentar dicha plena sólo por el hecho de existir, de estar vivos aquí y ahora. Y en lugar de experimentar en cada momento ese bienestar completo y perfecto… estamos preocupados por algún problema.

Liberémonos por un momento de toda preocupación y angustia. Respiremos lenta y profundamente. Pongamos en nuestros labios una sonrisa imperceptible. Y declarémonos plenamente felices.

Juguemos a sentirnos bien en medio de los problemas, un instante a la vez.

Es el único juego que vale la pena jugar.

Axel Piskulic


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