5.8.20

¿Para qué decir lo que no es verdad, lo que no trae bondad o que no va a ser útil?

EL SILENCIO: La forma más profunda de comunicación

Me gusta comunicar y me gustan las palabras. Una gran parte de mi vida la he dedicado a la comunicación, tanto audiovisual como escrita.

Soy consciente del poder que tiene lo que se dice desde el corazón y estoy convencido que todos, en algún momento, seamos como seamos, hemos sacado de nuestro interior, lo más limpio y genuino de nuestro yo para entregárselo a los demás.

¿QUÉ ES EL SILENCIO? El silencio es la ausencia total del sonido. También significa abstención de hablar, en el ámbito de la comunicación humana. Y, sin embargo, que no haya sonido alguno no siempre quiere decir que no haya comunicación. El silencio ayuda en pausas reflexivas que sirven para tener más claridad de los actos. El silencio es igual de importante que el sonido, porque sin sonido no se podrían hacer silencio.

El silencio es un acto de respeto y un ejercicio valiente cuando se trata de controlarnos, para no soltar la ira acumulada o la opinión inoportuna e impertinente. En definitiva, el silencio es importante, porque nos ayuda a examinar y comprender nuestros sentimientos, para crecer en sabiduría.

Hay personas muy calladas y observadoras. Ese también es un gran don. No siempre las palabras coinciden con los pensamientos, ni los silencios con lo que no se dice.

Hay silencios sonoros y palabras vacías también. Hay vacíos llenos de emociones silenciadas y presencias llenas de vacíos huecos.

A veces, la vida te lleva a detenerte para tomarte un respiro, a reconsiderar tu mundo, a conocer qué posición tienes en él ahora. Y el silencio ayuda. Te da espacio para observar, tanto los recuerdos como las acciones. Te hace comprender y también aceptar.

Algunas veces, usamos el silencio vacío con quienes no tenemos nada que decir. Otras, nos instalamos en el silencio sonoro en el que esperamos que la vida se recoloque, que a cada uno nos sitúe en dónde merecemos o simplemente que valoremos y nos valoren tanto como hayamos tocado el corazón de los demás.

Estamos en la cultura de las palabras. Quien dice más y convence mejor, vence. Lo que no quiere decir que nos esté favoreciendo con sus argumentos.  Pero nos lo creemos. Tendemos a escuchar más que a observar y eso siempre lleva a confusión, porque lo que tiene valor son los actos, las obras, la conducta.

Y observando eso es lo que uno valora al final de este maremágnum de palabrería a todos los niveles que nos asfixia, ante los que nos venden lo que sea y sobre todo, frente a quienes nos quieren convencer de lo que luego niegan sus acciones.

Recuerdo que Sócrates decía en una de sus magistrales lecciones que antes de decir algo debieras pasarlo por tres filtros:

El primero….: Debes estar seguro de que lo que digas sea verdadero.
El segundo...: Que lo que digas sea bueno.
El tercero…..: Que lo que digas sea útil.

VERDAD, BONDAD Y UTILIDAD. Si estás dispuesto a cumplir con estas tres premisas, entonces tus palabras serán de oro y caerán como una semilla en un mullido sembrado. De otro modo, ¿para qué decir lo que no es verdad, lo que no va a traer bondad o lo que no va a ser útil?

Hablar sirve de poco cuando las palabras no llevan dentro de sí la impregnación del corazón además de intenciones bondadosas y posibles.

El objetivo es ser cada vez mejor ser humano y ayudar a los demás a que también lo sean, con la palabra o con el silencio, siempre que uno y otro traigan verdad.


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