14.7.23

No esperes, lo bueno ya está aquí aunque no lo parezca. Es que no hay nada más

DEJA DE ESPERAR                                   

Quería escribir unas palabras que nos recordaran un poco todo lo bueno que hay en nuestras vidas y nos llenaran de esperanza… Lo que no me gusta de la palabra «esperanza» es que viene de esperar. Y todo lo que sea esperar es un no vivir. Estar pendiente siempre. No estar presente y dejarlo para más adelante, para cuando las cosas sean de otro modo. 

Y no son nunca de otro modo. No llega o si llega no es como pensabas o crees que necesitas. Lo hermoso de la esperanza es esa confianza y esa paciencia que lleva adheridas. Aunque todo lo que sea ir levantando la tapa para ver si ya está lista la sopa lo único que hace es retrasar el punto de cocción…

Y luego está el poner tus ilusiones en algo que no depende de ti. Algo que no controlas. Y es que controlamos muy poco, casi nada. Por más que nos vendan algunos diciendo que si deseas intensamente sucede o si te dejas la piel lo consigues. No es cierto, a veces las cosas pasan y no se pueden evitar. 

Y hacer cosas para que pasen, ayuda y tener claro lo que quieres también. Aunque no siempre, lo siento. Iba a decir «ojalá» pero a estas alturas de mi vida no me atrevo. Me imagino lo que sucedería si todo lo que deseáramos pasara. Sin tiempo de cocción. Sin tiempo de digestión. Sin aprendizaje. Sin sentir lo que es necesario sentir previamente.

No me refiero a que sea hermoso tenerlo todo difícil. Estoy harta de lo complicado, de verdad. Siempre tuve esa sensación de que todo era una prueba complicada que superar. Todo. Con el tiempo he aprendido a amar una vida simple, sencilla. Vivir ya es una aventura sin salir apenas de casa. A veces, tengo la sensación de que la gran prueba es acabar el día y seguir entero. Seguir creyendo en ti y en tus posibilidades. Seguir amando a pesar de la tormenta de desamor que se percibe y se palpa… Seguir confiando a pesar de ese miedo insoportable que casi se mastica al respirar.

Hay días en que somos nuestro miedo. Yo los noto. Los siento. Los vivo intensamente. No estoy aquí, ni ahora, ni estoy. Estoy en algún momento de un futuro incierto, rota por dentro, en una habitación sin ventanas recordando un mundo que ya no existe. Nos creemos tanto las historias que nos cuenta el ego que nos hacemos una casa en ellas y empezamos a vivir allí. Y cuando vives en el miedo estás tan secuestrado que no puedes pensar. Pierdes la noción de la vida y te escurres por un sumidero gigante.

Por eso quería hablar de esperanza, pero es que ya no quiero esperar más. A nada. A nadie. Quiero ser ahora. Quiero mi pedazo de paz hoy, con el café. Quiero risa y esa sensación de que todo está bien, en su sitio y que puedes respirar. Pase lo que pase. Y eso solo se consigue dejando de mirar fuera a ver si algo cambia y dejando de esperar. Porque ahí afuera van a seguir pasando cosas. Algunas nos gustarán porque serán hermosas, aunque muchas veces efímeras. Otras serán horribles, pero también se desvanecerán. Todo es nada. Se va. Se escapa. Se escurre como cuando coges con las manos un puñado de arena. La vida da un vuelco en dos segundos y aquello que era tu seguro no existe y en su lugar hay algo que nunca habrías imaginado posible.

He deseado y soñando tantas veces… Es maravilloso y está muy bien seguir haciéndolo, pero hay que dejar de esperar. Hay que besar la realidad, aceptarla y verla como el fruto de lo andando, lo vivido, lo sentido y, es verdad, lo pensado. Hay que reconocerlo, tenemos la vida que hemos pensando que era posible e inevitable tener. Y para cambiarla hay que aprender a pensarla de otro modo y, en consecuencia, verla y sentirla de otro modo. No, no podremos controlar la forma porque controlamos poco o casi nada… Pero podemos sentirnos grandiosos ahora, afortunados, capaces, dignos… Podemos mirar al mundo con compasión y verlo digno. Podemos mirar a las personas que nos rodean con compasión y verlos dignos de lo mejor. Podemos mirarnos a nosotros de una vez por todas y vernos merecedores de lo mejor. No hace falta ponerle apellidos a lo mejor, ni forma, ni colores, ni buscarle un día fijo en el calendario.

Podemos confiar en nosotros y en ese ser que ahora vemos de otro modo. Porque si nos pensamos a nosotros de otro modo y nos vemos de otro modo, si nos respetamos, no hace falta que miremos ahí afuera al mundo hostil esperando que deje de ser hostil y nos salve… No hace falta esperar porque ya lo somos todo y nos lo damos todo…

Podemos dejar que la sopa llegue al punto de cocción sin destaparla mil veces.

No hay nada que nos aleje más de lo soñado que la impaciencia.

No hay nada que nos aleje más de lo que somos que mirar al mundo esperando que cambie.

No hay nada fuera que vaya a darnos una paz que no sea temporal.

Y bienvenido sea, por supuesto. Porque en este mundo de miedo se necesitan cosas. Aunque el poder no está nunca en el mundo sino en nosotros. Y no es el poder del que todo lo puede sino del que todo lo ama. El poder del que sabe quién es.

Quería hablar de esperanza pero no he conocido droga tan dura ni tan adictiva como ella… Te mantiene atado a tu captor. Te esclaviza. Te hace perder el tiempo creyendo que la solución de tus problemas tiene una forma concreta, un color, un nombre propio… Y dejas de explorar la vida, te quedas prendido a ella, con visión túnel y sin ver nada más a tu alrededor. Y luego descubres que no era ella sino tú quien se encadenó porque no querías abrir la mente a más mundos posibles.

No he visto nada que te amarre tanto a la culpa y al miedo como el esperar algo concreto y no ver nada más. No podemos vivir pendientes de lo que no es. No podemos esperar… Podemos confiar en nosotros y en que la vida traerá lo necesario, pero sin esperar. Sin abrir mil veces la tapa mirando cómo está el caldo, juzgándolo y juzgándonos. Permitiendo que mil pensamientos de miedo, culpa y dolor nos ataquen en la yugular mientras removemos la sopa. Y quedarnos con esa visión desoladora de «todavía no» y sentirnos incompletos e inútiles. Y desesperar… y en esa «desesperanza» llegar a creer que no tenemos valor porque no alcanzamos lo que queríamos y empezar a generar esos pensamientos terribles que nos han llevado a sentirnos desamparados y vacíos.

Y no pido que no hagamos nada. Que no intentemos encontrar las soluciones ni ponernos juntos a cambiar algunas cosas que no marchan. Hablo de nuestra forma de pensar, nuestra forma de sentirnos a nosotros mismos… Nuestra forma de apegarnos a una manera de vivir que nos hace daño… Hablo de hacer desde la convicción y el compromiso contigo mismo, desde la confianza, desde la humildad, desde el aprendizaje, no desde la desesperación y la necesidad de controlar.

Hablo de hacer desde la aceptación y no para evitar topar con la verdad.

Podemos soñar, podemos intentarlo siempre porque somos dignos de lo mejor… Lo que nos hace realmente daño es sentirnos mal por lo que somos ahora mientras eso que deseamos no llega. Podemos desear pero tenemos que tener claro que lo deseado no nos hace ni mejores ni más dignos y que ahora ya lo somos todo.

Sé que en según qué situaciones leer esto parece una broma, lo comprendo. Las he vivido y sientes asco por cualquiera que te cuenta qué debes hacer o sentir. Sin embargo, la pequeña diferencia sutil que nos ayuda a seguir es dejar de buscar, dejar de mirar fuera y de necesitar que algo cambie para estar en paz.

Lo que somos no necesita esperar a nada ni a nadie. Solo confiar.

No esperes, lo bueno ya está aquí aunque no lo parezca. Es que no hay nada más.

Mercè Roura

https://mercerou.wordpress.com/2023/07/10/deja-de-esperar/  

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