9.10.23

Quién intenta ser auténtico y vivir de verdad tiene que arriesgarse a estar incómodo

UN MUNDO DEL REVÉS                        

Había una vez un mundo en el que todo era del revés.
Las personas estaban tan ocupadas en gustar a los demás que no se planteaban si se gustaban a ellas mismas. De hecho, se detestaban a ellas mismas.

Se pasaban la vida trabajando sin cesar, medio o totalmente esclavizadas, para llegar algún día a tener tiempo libre y disfrutar. Un mundo en el que las personas pierden el tiempo buscando la forma de dejar de perderlo en lugar de permitirse sentir.

Un mundo en el que las personas en lugar de compartir su talento regalan su tiempo muy barato a otras personas por la falsa seguridad de un sueldo menguante que siempre es incierto. Y lo hacen con cara de asco y sin ganas. 

Un mundo en el que algunas personas ocupan espacio en una silla esperando que llegue el momento de salir y regresar a casa… Y una vez en casa, poder quejarse de lo desdichados que son por tener que regresar mañana y volver a empezar.

En este increíble mundo del revés, las personas no alcanzan sus metas porque sientan que las merecen sino que las persiguen para sentirse merecedores de ellas y para poder demostrar al mundo que realmente valen. En este mundo no importa el camino solo el resultado, el marcador, el objetivo, pero como es un mundo tan loco luego todo el mundo te pide la experiencia, la sabiduría acumulada durante el viaje.

Había una vez un mundo loco donde todo estaba del revés y en el que las personas ocultaban sus emociones y sentimientos porque pensaban que eso las hacía vulnerables cuando, en realidad, el hecho de ocultarlos y reprimirlos las estaba haciendo enfermar.

En esta realidad absurda, las personas se ven obligadas a tomar pastillas para todo. Pastillas para motivarse porque no tienen ganas de vivir y afrontar el día cuando sale el sol y pastillas para aplacar luego esa hipermotivación y poder dormir cada noche… Pastillas para dejar de sentir la rabia y el dolor acumulados que evitan sentir y que, si fueran sentidos, no necesitarían pastillas.

Es una realidad multitarea en la que todos nos apresuramos a competir con otros para decir lo mucho que producimos y trabajamos y luego nos lamentamos por ello y decimos que queremos cambiar.

En este mundo demente las personas huyen del amor y del compromiso porque son incapaces de comprometerse con ellas mismas. Porque ya no buscan amor sino alguien que les haga un poco de caso y les preste dos minutos de atención, aunque sea sin ganas.

Algunas no saben decir que no y acaban sometidas por amantes y jefes tiranos que las usan y luego las dejan en un rincón. Otras tienen tanto miedo a sentirse frágiles y vulnerables que son completamente incapaces de decir que sí y, cuando otro ser humano las toca por dentro, salen corriendo y dejan una estela de silencio y decepción insoportable.

Es un mundo en el que las personas no se dicen adiós ni se separan, sencillamente se envían un whatsapp con emoticonos, o se dejan en visto. En el que ya no se tienen relaciones sino conexiones y nadie sonríe a nadie sino que le pone «like» o le da un «match». Donde algunos se pasan la vida contando calorías y otros contando historias tristes para recibir ese sucedáneo del amor tan denostado llamado pena.

Es un mundo tan ilógico en el que se buscan jóvenes con experiencia para trabajar por casi nada. En el que cada vez te piden que te jubiles más tarde pero ya nadie te da trabajo a partir de los cuarenta y cinco.

En este paradigma de incoherencia se valora más tener los pechos de silicona que amamantar a un niño. Se cobra más por mostrar tu intimidad en redes que por salvar vidas. Se valora más la inmediatez que la paciencia. Se busca la falsedad controlada porque la verdad resulta demasiado cruda y dolorosa. Se vitorea la cobardía y la falta de respeto, sobre todo por uno mismo. Las personas ya no comparten opiniones diferentes y se respetan sino que lo único que buscan es quedar por encima del otro… Donde ya nadie espera que seas coherente sino que seas viral para subirse al carro y pedirte un favor…

Hay personas que odian a otras personas solo porque existen y sueltan toda esa rabia en las redes sociales. Hay personas que dicen que aman a otras personas sin apenas conocerlas, pero en realidad lo único que quieren es aplacar una soledad gigante.

Es un mundo de personas solas que juegan a estar acompañadas de otras personas que también están solas y no lo quieren admitir. Donde dos desconocidos se cruzan e intercambian todos sus fluidos corporales, pero son incapaces de mirarse a los ojos, llamarse por su nombre e intercambiar palabras. Porque preferimos que nos contagien un herpes a compartir emociones y miedos. Nos da mucho más miedo que un extraño nos toque el alma que no el cuerpo. Porque somos capaces de destruir todo lo que nos rodea para evitar que el mundo nos vea vulnerables un segundo.

Es un mundo en el que muchos parecen y casi nadie es.

Donde nadie confía en nadie porque nadie confía en sí mismo. Donde nos preocupa más el precio que el valor, la moda que el sentido común, y podemos llegar a despeñarnos por un barranco por hacer un selfie que impacte aunque cuando nos llegue la gloria ya estamos muertos.

Había una vez un mundo en el que todo estaba del revés.

Donde todo es líquido y volátil. Donde todos hablan de cambio pero, en realidad, nadie quiere cambiar porque les dijeron que era mejor lo malo conocido a lo bueno por conocer… ¿Quién debió inventarse ese refrán tan estúpido? Un malo conocido, seguro.

Donde se cocina verdura y se pretende que parezca y sepa a carne para poder dejar de comer carne sin apenas notarlo… Donde ya casi lo más sofisticado es parecer natural y lo natural es sentirse incómodo en uno mismo. Donde se arrancan las flores y luego se pretende que se mantengan vivas el máximo tiempo posible y sigan oliendo a flores colocándoles un perfume. Donde se busca talento para contratarlo y luego someterlo matando su creatividad para luego venderle un curso de motivación.

Donde las personas duermen para poder trabajar más y no para soñar… Y luego sueñan con dormir porque están siempre cansadas.

Es un mundo de cifras, de ceros y de unos, de KPI’s, donde alguien es capaz de hacer un directo mientras un coche te arrolla en la calle y ganarse un buen dinero extra con las visitas. En el que la inteligencia artificial nos ganará la partida no porque sea buena o mala sino porque nos hemos olvidado cualquier otro tipo de inteligencia para saber usarla.

Es un mundo en el que las personas se contienen las lágrimas en público, pero son capaces de orinar en una esquina de la calle y escupir en el ascensor que comparten con sus vecinos.

Es un mundo en el que muchos miran al cielo suplicando y rezan como si pidieran favores divinos a un portal web donde elegir según catálogo porque alguien les dijo que basta solo con visualizar y repetir cinco frases. Donde está prohibido pensar negativo bajo pena de ser tildado de fracasado y donde parece que no tener éxito es culpa tuya por no haberlo deseado suficiente

Es el mundo del «todo es posible», del «no te rindas nunca», del «puedes con todo» y del «si lo deseas muy intensamente al final lo lograrás»… aunque nadie sabe realmente qué quiere porque sueña sueños prestados y vive vidas ficticias. Y no se atreve a hacerse preguntas porque, muy dentro, algo le dice que las respuestas que busca ya las sabe y no le van a gustar.

Es un lugar en el que las personas se quitan la vida porque no se sienten nadie y el dolor las atrapa y todo el mundo calla y mira hacia otro lado hasta que se siente demasiado atrapado y no lo puede contar.

Un lugar de ruido en el que el silencio nos asusta porque cuando nos invade nos damos cuenta del gran vacío que nos persigue y que llevamos dentro… y nos empeñamos en llenarlo con vidas robadas de otros que parecen brillar más o sustancias que nos ayudan a olvidar que tenemos que tomar sustancias para olvidar.

Es un mundo en el que casi nadie para, para respirar profundamente porque saben que si lo hacen se darán cuenta de la gran mentira en la que viven y no lo podrán soportar.

Donde las personas apenas leen libros que les cambiarían esa vida que no soportan porque no tienen tiempo, mientras viven una vida que desearían cambiar. Que se apuntan a cursos para aprender de todo y nunca ponen nada en práctica porque saben que hacerlo les obligaría a salir del bucle en el que odian estar pero del que no quieren salir… porque nos educaron para preferir la jaula a la libertad.

Es un mundo en el que todos sufren y se maltratan a ellos mismos porque piensan que así cuando llegue el juicio final les pillará ya muy castigados y podrán pasar desapercibidos. Donde las bicicletas llevan a las personas y hemos fastidiado tanto al planeta que ya casi no lo podemos disfrutar.

Había una vez un mundo del revés donde todo estaba muy acelerado… En él, las personas siempre corren y hacen muchas cosas para que llegue un día en el que puedan parar y no hacer nada.

Y no, antes no estaba mejor este mundo, porque siempre ha sido un lugar bárbaro… En realidad, a veces parece que no hayamos evolucionado y estamos igual que hace siglos pero con wifi y asistencia virtual.

En un mundo así, verse arrastrado por sus normas y perdido sin ver la luz es tan fácil que lo raro es sentirse bien… Por ello, los que intentan ser auténticos y vivir de verdad tienen que arriesgarse a estar incómodos y a pisar esa incertidumbre espesa y terrible que nos rodea.

En un mundo así solo nos quedar vivir del revés para ser coherentes y abrazar la locura para seguir cuerdos.

Mercè Roura

https://mercerou.wordpress.com/2023/10/09/habia-una-vez-un-mundo-del-reves/

No hay comentarios:

Publicar un comentario