6.10.16

Quién nunca se ha equivocado es que nunca se ha atrevido a vivir

SI TUS PLANES NO GUSTAN, VETE SOLO


Si tus planes no gustan, si tus sueños no encajan en moldes ajenos, hazlo: vete solo. Alguien te encontrará. Porque a veces, es necesario poner fin a una mala historia para permitir que un destino nuevo nos encuentre. Piensa que lo importante es avanzar siendo protagonistas de nuestro propio recorrido.

Decía Carl Gustav Jung que nuestra visión siempre será mucho más clara si en lugar de mirar al exterior atendemos nuestro corazón. Porque quien mira hacia fuera “sueña”, pero los que atienden su interior “despiertan”. Ahora bien, algo que también sabemos es que despertar, a veces, es doloroso: implica tener que desvincularnos de muchas cosas que tenemos ahora.

“Tenemos que hacer planes para ser libres y no solo para estar seguros,
porque de hecho, solo la libertad nos puede dar seguridad”
-Karl Popper-

Se nos olvida, a menudo, que la vida, en realidad, es un viaje. Un trayecto dinámico en el que la permanencia es falsa, en el que el presente no deja de ser efímero. Una realidad que produce incertidumbre y frente a la que intentamos ganar seguridad muchas veces a cualquier precio.


Nos aferramos a veces a la permanencia de esos campos estériles. Tierra árida donde únicamente crece la mala hierba y a la que nos aferramos solo por sentirnos seguros, unidos a las raíces de algo o alguien que nos ofrece un sucedáneo de eso llamado amor, respeto o felicidad.

Nos da miedo “avanzar” en soledad cuando más lo necesitamos, tememos que nos abrace la melancolía, que nos reciba el fracaso y que las realidades encontradas no armonicen con las expectativas creadas. Ahora bien, debemos tenerlo algo claro: avanzar es también ”des-abrazar” presentes que hacen daño. Es caminar por la senda del desapego llenando nuestra mochila con otros planes y otros vientos que tarde o temprano, despuntarán en el horizonte…

Los buenos planes implican cruzar la línea del miedo

Dice un viejo proverbio inglés que “quién nunca se ha equivocado es que nunca se ha atrevido a vivir”. Es algo que vemos muy a menudo. Hay quien elige encorsetarse en la inercia de las rutinas para no asumir riesgos. Porque lo malo conocido siempre será mejor que lo bueno por conocer.

Porque es más adecuado actuar como los demás esperan que sorprender siendo la oveja negra. Ajustarse a las expectativas ajenas y poner el piloto automático nos garantiza esa sensación de seguridad. Un sitio en primera fila en una película en la que no se asumen riesgos, donde no hay que enfrentarse a consecuencias inesperadas.

Cruzar la zona de confort implica, efectivamente, pasar antes por la alambrada del miedo. Y no todos estamos preparados para ello, pero ¿por qué razón? Fiona Lee, doctora en psicología social de la Universidad de Michigan, concluyó a través de un interesante trabajo que las personas tememos, por encima de todo, fracasar.

Todos tenemos grandes e interesantes planes en mente que casi nunca ejecutamos. Tenemos miedo, nos incomodan los juicios ajenos y tememos por encima de todo, fracasar. Nos decimos aquello de que “nuestro tren ya ha pasado”, mientras dejamos la mirada perdida en el reflejo de una ventana. Lo hacemos preguntándonos qué hubiera sido de nosotros de haber dado ese paso. De haber ejecutado ese plan.

No es sencillo. De hecho, a través de los estudios de la doctora Lee se demuestran aspectos muy interesantes. Las empresas basadas en la innovación de productos, por ejemplo, tienen muy en cuenta que a las personas no nos agradan los cambios. No al menos los cambios bruscos. Un cambio es la ruptura de lo establecido, y por tanto, implica miedo, desconfianza y fracaso.

A nuestro cerebro tampoco le agradan los cambios. Su función es garantizar nuestra supervivencia, de ahí, que nos susurre aquello de “mejor no salgas de tu  zona de confort“. Sin embargo, en ocasiones, hay que hacerlo. Debemos dar el paso y cruzar la línea del miedo.


Sueños vitales, planes y mares convulsos

Si tus planes no gustan a nadie, no los cambies. No dejes que mentes cuadradas te hagan caer en esos círculos viciosos basados en la infelicidad. Al final, y de algún modo, todos nos convertimos en Ulises perdidos en el mar de la vida ansiando encontrarnos con nosotros mismos. Soñando con alcanzar una Ítaca donde abrazar la calma, la felicidad y la consumación de nuestros planes.

“El ser humano es su propio proyecto y la vida un barco
que debemos saber llevar a puerto por estos mares convulsos”
-Robert Balden-Powell-

Es momento de propiciar el cambio y dar forma a esos sueños. Te explicamos a continuación cómo lograrlo.

Claves para dar forma a nuestros planes

Estamos seguros que a estas alturas de tu ciclo vital has postergado ya infinidad de planes. Tantos, que hasta recordarlos te hace daño. No obstante, recuerda: quien aplaza sus objetivos, deseos o sueños por miedo, no vive. Quien calza vidas ajenas se queda sin pies para caminar. Quien ofrece aire para que los demás respiren se olvida de que también él/ella debe respirar.

Cambia el enfoque, cruza la línea del miedo y el temor al fracaso.
·           Entiende que la vida es un viaje. Que avanzar por nuevos caminos es tu única oportunidad para transformarte, para conquistarte a ti mismo.
·           Comprende que todos somos huérfanos buscando nuestro espacio en este mundo. Si te anclas a planes que no son tuyos, serás, además, un eterno náufrago.
·           En este viaje vivirás decepciones, fracasos y traiciones. No obstante, como todo buen náufrago no debes dejar de mirar tu horizonte. En cada  sufrimiento, avanzas. En cada pérdida, avanzas. Siempre que tengas un sueño en mente dispondrás del aliento para alcanzar tu objetivo.
·           Recuerda que tu mente es experta en crear autoengaños y falsas ilusiones. Te hará ser complaciente para encajar, te hará decir “sí” cuando deseas gritar un “no”.

Toma conciencia y haz de tu autoestima tu mejor arma. Escucha tu intuición, esa voz sabia, ese perfume de tus esencias que actúa como tu mejor brújula vital. Nunca es tarde para dar forma a tus sueños, a tus planes. Aunque a veces, no haya más remedio que emprenderlos en soledad.


Valeria Sabater

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