13.9.17

Aprender a apreciar y a agradecer todo lo bueno que el momento nos ofrece

EL MOMENTO QUE TANTO ESTABAS ESPERANDO

Imagina a dos astronautas que viajan a la Luna y, cuando están ahí, su nave tiene un accidente que les impide regresar. Sólo les queda oxígeno para un par de días y no hay esperanza de que, desde la Tierra, llegue alguien a rescatarles. Sólo les quedan dos días de vida. Si en tal caso les preguntases: “¿Cuál es tu deseo más profundo?”, ellos responderían: “Volver a casa y caminar de nuevo por nuestro hermoso planeta”. Con eso les bastaría. No querrían nada más. No les interesaría entonces ser directores de una gran empresa, celebridades ni presidentes. Sólo querrían estar aquí, caminando por la Tierra, disfrutando de cada paso, escuchando los sonidos de la naturaleza y sosteniendo la mano de su ser querido en un paseo a la luz de la luna. Deberíamos vivir cada día como personas que acaban de ser rescatadas de una muerte segura.
Thich Nhat Hanh (de “Vivir en el presente para superar nuestros temores”)

La película Gravity cuenta una historia parecida. Sandra Bullock interpreta a una astronauta que forma parte de una misión espacial, en órbita alrededor de la Tierra. Pero las cosas salen mal y parece imposible que consiga regresar. En este tipo de películas el protagonista nunca muere, así que si no la viste no te revelo nada esencial si te digo que finalmente consigue volver. La nave cae en un lago y la escena final muestra todo eso que parecía perdido para siempre: el cielo azul, algunas nubes, las tranquilas aguas del lago, mariposas volando por aquí y por allá y el verde del campo que se extiende hasta las montañas.
La mujer toma un puñado de arena de la orilla, cierra la mano y siente el contacto de la arena con sus dedos, sonríe a pesar de estar exhausta, se incorpora, levanta la vista al cielo y respira lenta y profundamente. Y cada espectador recuerda, al menos por unos minutos, que la vida es un verdadero milagro y que en todas partes hay cosas maravillosas que podríamos estar disfrutando. Luego vienen los títulos, se nos pasa la emoción y volvemos “a la normalidad”.


La excelente serie de televisión Orange is the new black muestra la vida de un conjunto de mujeres que están en prisión. No sólo están privadas de su libertad, sino que tampoco pueden disfrutar de muchas cosas simples que cualquiera tiene normalmente al alcance de la mano. No tienen la compañía de sus seres queridos. Viven en un entorno hostil, muchas veces violento. Darían cualquier cosa por recuperar su libertad.

En la película Náufrago, tras la caída del avión en el que viajaba, Tom Hanks llega a una isla desierta. Allí todo le cuesta horrores. Pasa semanas enteras tratando de encender fuego. Hay cocos por todas partes, pero partirlos es una odisea. Caminar descalzo se convierte en una tortura. Sus días transcurren en el más completo aislamiento, comienza a perder la razón. Y un simple dolor de muelas se transforma en un verdadero infierno. Su vida en esas condiciones ya no vale la pena, por eso lo arriesga todo tratando de volver a la civilización.
Y también podemos imaginar, por ejemplo, a una persona a la que le diagnostican una enfermedad terminal. Es probable que se sienta un poco peor cada día, a medida que la enfermedad avanza. Quizá esté siendo sometida a un tratamiento cruel para prolongar apenas unos meses su vida. Seguramente se lamenta por todo lo que ya no tendrá tiempo de hacer. Daría cualquier cosa por recuperar la salud.

Resumiendo:

Disfrutaríamos mucho más de la vida si nos sintiéramos como astronautas que a último momento se hubieran salvado de una muerte segura, o como presos que recién hubieran salido de la peor de las cárceles, o como náufragos que al fin hubieran sido rescatados de su isla desierta, o como pacientes terminales que milagrosamente hubieran recuperado la salud.

Parece razonable que las personas que están viviendo situaciones tan extremas, anhelen un cambio para mejor. Lo realmente raro es que muchos de nosotros, a quienes no nos falta nada esencial, también parecemos estar a la espera de que algo bueno suceda para sentir que nuestra vida vale la pena

¿Qué es lo que realmente estamos esperando?
En general sentimos que lo bueno siempre está por venir. Que recién nos sentiremos bien más adelante, en algún momento futuro, cuando suceda eso que tanto deseamos. Que el presente es sólo una etapa aburrida, incómoda, apenas un período de espera mientras llega eso que tanto queremos que nos pase.

Pero a veces tenemos suerte y lo que tanto anhelábamos por fin se concreta. Y entonces podemos comprobar que nuestra vida en realidad no cambia demasiado, que nos sentimos bien sólo por un tiempo. No todo el mundo es capaz de reconocer esta inesperada verdad. Por eso, al poco tiempo, la mayoría se fija alguna nueva meta que le permita, ¡esta vez sí!, alcanzar una felicidad duradera.

Este es el mejor ejemplo que tengo para ofrecer: trabajé durante veinte años en una oficina, siempre en el mismo edificio, más o menos con las mismas personas, llevando a cabo tareas que no me resultaban especialmente interesantes… hasta que finalmente conseguí la independencia económica que tanto anhelaba y que me permitió dejar ese trabajo. Era el sueño anhelado durante tantos años, convertido por fin en realidad. Y claro que mi vida cambió mucho a partir de ese momento. Pude dedicarme a actividades nuevas y estimulantes y casi todas las anécdotas interesantes que tengo para compartir sucedieron después de que me animé a dar ese paso, hace ya diecisiete años. Sin embargo, no puedo decir que de un momento a otro me convertí en una persona más feliz. El cambio “exterior” en mi vida sí fue muy importante, pero en mi “interior” seguía siendo el mismo, siempre preocupado por algo, siempre esperando alcanzar alguna nueva meta.
Todos sentimos que necesitamos algo. Por ejemplo, que nuestra pareja nos entienda. O que nuestros hijos nos hagan caso. O que nos aumenten el sueldo. O que consigamos bajar de peso. Y condicionamos nuestra felicidad a que esas cosas sucedan.

Pero en realidad lo que todos realmente queremos es sentirnos bien.
Cometemos el error de creer que no están dadas las condiciones para ser felices ahora, con lo que tenemos en este momento. Por eso imaginamos que si tuviéramos algo más, algo que ahora nos falta, entonces sí nos sentiríamos bien.
Pero se trata de un error. Lo que de verdad necesitamos es ser felices aquí y ahora.

La felicidad es una forma de ver la vida, un hábito, una costumbre

Cada momento que consagremos a apreciar lo bueno que nos rodea, nos ayudará a desarrollar el hábito de ser felices. Estemos donde estemos, haciendo lo que sea que tengamos que hacer, siempre habrá algo positivo para agradecer. Basta con mirar a nuestro alrededor para comprobar que ya están dadas las condiciones para sentirnos plenamente felices.

A veces nos toca experimentar una crisis profunda o una pérdida irreparable. Pero estas situaciones graves, más pronto o más tarde, derivan en un nuevo escenario de equilibrio donde podemos volver a apreciar nuestro presente.

Es necesario que desarrollemos la actitud de disfrutar de cada detalle agradable, que hagamos un hábito de esta forma de apreciar el momento presente. No basta con que lo recordemos de vez en cuando.

Nuestra sexualidad puede revelar una clave de lo que tenemos que aprender. El orgasmo se alcanza luego de una serie de estímulos agradables que deben extenderse en el tiempo, normalmente a lo largo de algunos minutos. Un único roce, un solo instante de placer, no alcanzan para desencadenar ese clímax. Salvando las distancias, el bienestar que estamos esperando en nuestras vidas definitivamente no llegará nunca si nos acordamos de disfrutar muy de vez en cuando del momento presente.

El momento que tanto estábamos esperando es este, es ahora. Pero es necesario transformar nuestra manera de vivir, es necesario aprender a apreciar y a agradecer todo lo bueno que el momento nos ofrece, de manera que experimentemos una larga sucesión de instantes agradables y placenteros.

Axel Piskulic

No hay comentarios:

Publicar un comentario