2.12.21

Cada experiencia es una oportunidad de aprender algo acerca de nosotros mismos

ACERCA DE LOS FINALES FELICES

Los cuentos infantiles siempre tienen un final feliz. Seguramente los niños no disfrutarían historias muy tristes o en las que los villanos se salgan con la suya. Y aunque seamos adultos, también es lindo cuando la película que estamos viendo tiene un final feliz.

Claro que hay grandes películas que tienen finales tristes, como «Titanic», «La vida es bella» o «Thelma y Louise». Y también hay muchas películas que son tontas o aburridas aunque tengan finales felices. El desenlace de la historia no garantiza nada.

Pero supongo que la mayoría de las personas preferiría ver una película que sea muy buena… y que además tenga un final feliz como el del siguiente video:

Cortometraje de Pixar Lost and found (objetos perdidos).

No todas las situaciones nos afectan de la misma manera. Entre todos los tipos posibles de finales felices habrá algunos que nos emocionen más y otros menos.

Por ejemplo, de tantísimas películas que vi ya me di cuenta que la situación que más me conmueve es aquella en la que al protagonista finalmente se le reconoce su valor y recibe el merecido reconocimiento que tanto anhelaba. Esta situación se repite en muchas historias precisamente porque es muy efectiva. Y de entre las películas recientes, el mejor ejemplo que se me ocurre del uso de este recurso es «La vida secreta de Walter Mitti».

Por si no la viste sólo diré que el protagonista tiene fantasías todo el tiempo y que la película tiene un final feliz. El contenido de sus fantasías es bastante previsible: sueña despierto con ser una persona sobresaliente, capaz de todo tipo de hazañas y, lógicamente, merecedor de la admiración de todo el mundo. Y el final de la película es un inesperado reconocimiento al trabajo de toda su vida. Es decir que a lo largo de la película se repite una y otra vez la misma situación, muchas veces en las fantasías del protagonista pero finalmente también en la vida real, cuando la película ya termina.

El final de la película siempre me conmueve como la primera vez. Y cuando algo que vemos «afuera» (en una película o en la vida real) desencadena intensas e inesperadas emociones en nosotros, puede ser un provechoso ejercicio preguntarnos qué es lo que nos pasa internamente al respecto.

La proyección

La proyección es el mecanismo psicológico por el cual vemos reflejado «afuera» nuestro propio mundo interno. Podemos ver en otras personas características que en realidad son nuestras y que no estamos dispuestos a aceptar. Dice el refrán: «Cree el ladrón que todos son de su misma condición». Lo cree precisamente porque está proyectando.

Pero también proyectamos en «la realidad» situaciones más complejas que están ocurriendo en nuestra mente y que nos hacen daño. Por ejemplo, si nos tratamos mal a nosotros mismos seguramente veremos el mundo como un lugar cruel y hostil.

La proyección, entonces, nos hace ver a nuestro alrededor un conjunto de características, situaciones y conflictos que en realidad nos pertenecen. La ilusión es casi perfecta. Pero siempre hay una pista que podemos seguir para detectar el engaño. La clave es siempre la misma: cuando la realidad nos muestra eso que hemos reprimido y proyectado, experimentamos una emoción desproporcionadamente intensa. Así, quien se maltrata a sí mismo de manera inconsciente, se enojará de una manera exagerada ante cualquier forma de maltrato externo. La emoción puede ser la adecuada, lo que debe hacernos sospechar es la desproporción entre lo que en realidad sucede y lo que sentimos.

El final feliz de nuestra película personal

Ya dijimos que vemos la realidad a través del mecanismo de la proyección. En cada una de nuestras relaciones y en todas las situaciones que experimentamos colocamos rasgos o conflictos propios que preferimos no ver en nosotros. Y necesariamente lo mismo sucede con las películas que vemos.

Cada experiencia que vivimos es una oportunidad de aprender algo acerca de nosotros mismos. Y cada película que vemos también. Además, las películas nos ofrecen muchas más posibilidades que la vida real. Basta con encender el televisor para tener acceso a infinidad de series y películas que nos permiten observar situaciones muchísimo más variadas que las de nuestra vida de cada día.

Y cada vez que nuestra identificación con lo que sucede en la pantalla nos provoque una emoción muy fuerte (esta es la clave, que la emoción sea muy fuerte) es una oportunidad para preguntarnos qué es lo que estamos proyectando ahí.

¿Y qué pasa entonces con los finales felices? Bueno, si simplemente te reconfortan y te hacen sonreír, entonces no pasa nada, no hay nada ahí para investigar.

Pero si cierto final feliz te emociona profundamente, si te conmueve hasta las lágrimas, entonces es muy probable que esa escena sea equivalente al final feliz que inconscientemente estás esperando para tu propia vida.

El típico final feliz en el que el protagonista consigue lo que tanto anhelaba y las personas que lo rodean le manifiestan su aprecio y reconocimiento perfectamente puede representar el tan esperado final de nuestro propio drama interno.

Todos queremos ser exitosos y recibir el afecto y la aprobación de los demás. Pero si al ver esa situación en una película se nos cae alguna lágrima, puede significar que necesitamos urgentemente hacer las paces con nosotros mismos, amarnos incondicionalmente y concedernos ya mismo la propia felicidad, ese maravilloso estado interno que ningún logro alcanzado ni ninguna otra persona podría proporcionarnos.

Axel Piskulic

https://www.amarseaunomismo.com/acerca-de-los-finales-felices/

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