20.12.18

Somos algo que está incompleto y transcurriendo a cada instante

LAS TRES MARCAS DE LA VIDA

Cuando se habla de las tres marcas de la vida, se está hablando de la esencia del zen. La transitoriedad, la insustancialidad y el sufrimiento son los tres sellos que están presentes en nosotros mismos y todo lo que nos rodea.

Las tres marcas de la vida se refieren a tres características que son intrínsecas a la existencia humana. Originariamente se llaman Tri-Lasana, aunque también se les conoce como los tres sellos de la existencia o los tres sellos del Dharma. Se trata de una de las enseñanzas fundamentales del budismo.

Estas tres realidades tratan de explicar cómo es la naturaleza del mundo percibido y de todos los fenómenos que ocurren en el mismo, además de suponer la base para la liberación personal. No obstante, es importante no solo comprenderlas a nivel intelectual, sino aceptarlas de forma plena y auténtica a nivel emocional, siendo consecuente con la actitud y el comportamiento.

Los sentimientos van y vienen como las nubes en un cielo ventoso.
La respiración consciente es mi ancla”.
-Thich Nhat Hanh-


Gran parte de los problemas que nos atormentan tienen que ver con el hecho de que no aceptamos estas tres marcas de la vida que el budismo propone. De ahí que en ocasiones nos sintamos confusos, desorientados y perdidos. Veamos cuáles son estos tres sellos y qué les hace tan profundos.

1. Transitoriedad (Anitya)

La transitoriedad es la primera de las tres marcas de la vida. El budismo lo plantea así: “Todo es impermanente”. Quiere decir que todo tiene un comienzo y un fin, nada dura para siempre y, finalmente, todo pasa. Todo se encuentra en constante cambio y por eso la quietud y la estabilidad son tan solo una ilusión.

Los budistas señalan que todo lo que existe, dentro y fuera de nosotros, es dinámico. Todas las realidades nacen, viven, mueren y renacen transformadas, solo para iniciar un nuevo ciclo. Por lo tanto, lo que éramos ayer no es igual a lo que somos hoy. Todo lo que nace, debe morir y no hay nada en el universo que lo evite.

2. Insustancialidad de un yo (Anattā)

El budismo señala que “Todo es insustancial”. Con esto quiere decir que nada existe y nada sucede de forma absolutamente independiente. Todo lo que es y todo lo que ocurre está ligado con circunstancias, factores y hechos múltiples. Hay vínculos entre todo lo que existe, aunque esos no logren visualizarse de forma evidente o patente.

En el plano individual, la insustancialidad se refiere a la inexistencia de un “yo” o de un “ego” reales. Puesto que todo está cambiando, el “yo” o esa identidad fija, es una idea falsa. Cada uno de nosotros somos algo que está incompleto y transcurriendo a cada instante. Nuestra existencia es solo algo que marcha rumbo a su desaparición.

De ahí que desde esta perspectiva se llame a olvidarse de uno mismo, a no atender al ego. También insiste en la importancia de entregarse plenamente al momento presente, el aquí y el ahora, al instante. Lo que éramos antes y lo que seremos mañana, no cuenta. Lo importante es esa acción de este momento. La meditación ayuda a comprender esto.

3. Sufrimiento (Duhkha), una de las tres marcas de la vida

La última de las tres marcas de la vida es el sufrimiento, que se expresa con este precepto: “Todo es insatisfactorio. Quiere decir que no hay nada ni nadie en el mundo que pueda generar una satisfacción constante y permanente. De hecho, para los budistas, aquello que genera felicidad es probablemente la causa de un sufrimiento posterior.

Este sufrimiento se expresa principalmente de tres maneras. La primera es el sufrimiento físico, que es la forma más básica de dolor y padecimiento. La segunda forma de sufrimiento es la que sobreviene a raíz de una pérdida, bien sea de alguien amado, o de alguna de nuestras facultades o posibilidades. La tercera expresión de sufrimiento es la más sutil y, al mismo tiempo, la más profunda. Tiene que ver con ese dolor que acompaña a la existencia misma; con esa pregunta por el sentido de la vida, que no tiene respuesta definitiva.

Para el budismo es posible dejar de sufrir, siempre y cuando se comprenda que la transitoriedad y la insustancialidad son un hecho ineluctable de la existencia. Hay sufrimiento porque esto no se acepta genuinamente. Tendemos a aferrarnos, olvidando que todo pasa, que todo cambia y que todo existe solo por un instante. Dejar fluir, sin resistirnos, es la manera de desterrar la esencia del sufrimiento.



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