CUANDO LA VIDA TE DA SEÑALES
Siempre he creído que la vida nos envía pistas. También lo
pensaba Jung, que las llamaba sincronicidades. A veces esas señales son muy
evidentes, como cuando 100 editoriales te rechazan una novela. Otras veces son
más sutiles, como cuando acabas atrapado en el mismo tipo de relación una y
otra vez.
“¿Por qué me pasa siempre lo mismo?”, “¿por qué no logro avanzar?” o “¿por qué no logro lo que quiero?”, te repite, como si fuera un misterio insondable. Pero no es misterio. Es que quizás no estés viendo las señales de la vida. O tal vez no quieras verlas.
Sincronicidades: cuando el Universo te guiña el ojo
Carl Gustav Jung propuso el concepto de sincronicidad para
explicar esas coincidencias que no son tan casuales. Es decir, eventos que
ocurren al mismo tiempo y que, aunque aparentemente no guardan ninguna
relación, están conectados a nivel simbólico o emocional.
Jung las definió como “la coincidencia en el tiempo de
dos o más sucesos no relacionados causalmente, que tienen el mismo significado
o valor para el sujeto que los experimenta”. Por ejemplo, le estás
dando vueltas a un nuevo proyecto que te ilusiona, pero no acabas de decidirte
cuando, de repente, encuentras una frase que parece hecha a tu medida o un podcast
que habla precisamente de eso.
Jung pensaba que la vida no sigue un patrón lineal de causa
y efecto. A veces, las cosas se alinean simbólicamente para darnos un
empujoncito o avisarnos de que por ahí no es. El problema es que la sincronicidad
junguiana no sirve de nada si estamos aferrados a la barandilla de la
negación como si fuera un flotador en el que nos va la vida.
En realidad, no es que el universo conspire a tu favor o en
tu contra. Esas pistas son más bien una invitación a mirar hacia adentro. Son
una incitación a la pausa cuando hay demasiado ruido mental, para comprender
qué queremos o qué estamos haciendo mal.
A veces la intuición toca a tu puerta, pero no abres.
Todos también tenemos una especie de radar interno: la intuición.
Ese presentimiento que aparece sin que puedas explicar por qué. O la sensación
de que debes ir en una dirección y no en otra.
Pero claro la intuición no usa un altavoz. No manda correos
certificados. No es un semáforo en rojo que se ve a kilómetros de distancia.
Más bien susurra y propone en voz baja, por lo que si tienes demasiado ruido
mental, ni la escucharás.
De hecho, muchas veces intuimos que algo no va bien desde el
principio, ya sea por una sensación de incomodidad física cuando estamos con
alguien, esa vocecita que nos dice “mejor no lo hagas” o esa punzada en
el estómago cuando aceptamos algo solo porque se supone que es lo que debemos
hacer.
Como estamos entrenados para tomar la decisión más racional,
muchas veces desoímos la intuición, los detalles del mundo a nuestro alrededor
e incluso las propias señales que envía nuestro cuerpo. Hasta que la vida deja
de susurrar y empieza a gritar. O sea, cuando sobreviene una crisis, una
ruptura, un despido, una enfermedad psicosomática… Porque, sí, lo que no se
escucha a tiempo, acaba encontrando su camino y generalmente se somatiza.
Empecinamiento, aferrarse a lo que más daño hace
Otra razón por la que no vemos las pistas es mucho más
simple y devastadora: nos empeñamos. Queremos que algo sea cierto, aunque todo
nos indique que no es así. Queremos que esa relación funcione, aunque nos
destruya. Queremos que ese camino profesional sea el correcto, aunque nos esté
dejando vacíos.
Nos auto-engañamos porque no soportamos la disonancia
cognitiva, ese malestar interno que experimentamos cuando lo que creemos entra
en conflicto con lo que vemos. Y en ese duelo, lo más fácil es ignorar la
evidencia. Adaptamos la realidad a lo que queremos creer. Nos contamos
historias fantásticas con más giros de guion que una serie de Netflix.
Y lo peor de todo es que, cuanto más invertimos en esa
narrativa, más nos cuesta soltarla. Y claro, cuanto más nos aferramos, más
ciegos nos volvemos a las señales de la vida, que comenzamos a catalogar como
obstáculos molestos que no deberían estar ahí.
En lugar de asumir que una relación ya no funciona,
preferimos pensar que es una mala “racha”. En vez de aceptar que ese trabajo
nos está consumiendo por dentro, nos repetimos que es solo una fase. Y así
seguimos ignorando las señales, alimentando el pensamiento: »no me digas que
no es para mí. Ya he invertido demasiado en esto. Tiene que salir bien«.
Spoiler: las cosas no
salen bien por decreto. Las cosas salen bien cuando hay coherencia entre lo que
vives, lo que sientes y lo que eliges.
¿Cómo empezar a notar y seguir las señales de la vida?
Podrías esperar a que la vida te mande una señal con luces
de neón, un megáfono y una banda sonora dramática de fondo. Pero lo más
probable es que siga hablándote como siempre: con pequeños detalles,
incomodidades sutiles y repeticiones incómodas. Si no entrenas tu radar
interno, seguirás tropezando con la misma piedra, aunque te parezca que es
nueva cada vez.
- Haz
silencio. En medio del ruido y el caos, las señales de la vida se
pierden. A veces hay que frenar. Deja de correr. Deja de hacer. Deja de
planificar… Solo entonces, podrás mirar a tu alrededor y ver lo que ocurre
con claridad. Quizás descubras que la vida siempre te estuvo diciendo lo
mismo, pero tú estabas demasiado ocupado corriendo de un sitio a otro como
para escucharlo.
- Presta
atención a los patrones. Si siempre terminas con parejas que te
abandonan, si siempre terminas quemado en los trabajos o si siempre
terminas cediendo ante los demás… no es mala suerte, es un patrón. Y los
patrones son señales de la vida. Mira dentro de ti para descubrir qué
estás repitiendo y por qué. Solo así podrás romper ese bucle tóxico en el
que te has metido.
- Escucha
más allá de lo racional. No todo tiene una lógica inmediata. No
siempre entiendes las cosas cuando suceden, pero la incomodidad es una
señal lo suficientemente fuerte de que algo está pasando. Si algo hace
ruido, aunque parezca perfecto en teoría, préstale atención. La intuición
no necesita justificarse, solo necesita que la escuches.
- Revisa
tus creencias más acérrimas. ¿Qué narrativa estás repitiendo que
ya no encaja con la realidad? Tal vez sigues creyendo que si aguantas lo
suficiente, todo cambiará. Que si te esfuerzas más, te querrán. Que si te
tragas tus emociones, evitarás el conflicto. Por desgracia, eso no suele
acabar bien. Por tanto, bucea en tu interior en busca de esas creencias
que te mantienen atado a viejos patrones.
- Acepta
las señales incómodas sin buscar culpables. No se trata de
flagelarse, ni de culpar al universo o buscarle un sentido místico a cada
evento. Se trata sencillamente de aprender a reconocer algo ya no está
alineado contigo y tener el coraje de actuar en consecuencia. Toma nota de
la realidad sin culpar y, a partir de ahí, decide qué hacer.
La vida te habla, tú decides si la escuchas o no.
La clave radica en desarrollar una mirada más sintonizada
con tu experiencia, de manera que lo que quiere tu “yo” interior coincide con
tu mundo exterior. Se trata de dejar de justificar lo injustificable, dejar de
buscar confirmaciones donde solo hay contradicciones y entender que lo que se
repite no es casual: es un mensaje.
Así que la próxima vez que sientas que algo no cuadra, que
una persona te chirría o que la realidad te da bofetadas simbólicas, no ignores
esas señales de la vida. No mires hacia otra parte esperando a que todo se
solucione como por arte de magia o que los planetas se alineen. Quizás sea la
vida susurrándote al oído: “por ahí no es”
Tú decides si sigues empeñado en ese camino… o prefieres
explorar otros.
https://maestroviejo.blog/cuando-la-vida-te-da-senales-pero-no-las-notas/
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