5.5.20

Suspiro y vacilo si bailar, pero la música es tan hermosa que me dejo llevar


BAILO PARA MÍ

Bailo. Bailo imperfecta e imperfecta sonrío por mi osadía de bailar sin saber. Por el miedo que todavía me queda por si equivoco el paso… 
Me atrevo a mirarme al espejo sin medirme ni compararme. Sin buscar nada que no sea yo misma ni ponerme más meta que contar mis pecas.
Me atrevo a caminar sin saber a dónde, pero teniendo claro para qué. Me atrevo a fantasear con la idea de que llego a respirar con calma sin tenerlo todo hecho y preparado, sin la lista completa de las mil cosas que siento que debo hacer y que, a veces, se me comen la vida sin darme cuenta…
¿Has sentido alguna vez que lo que debes hacer se te come la vida a grandes pedazos? ¿Has notado como el tiempo se escapa mientras esperas a ser mejor?
Como el sol se pone y se te traga tus minutos mientras haces tu lista de tareas y te das cuenta que todavía te quedas corto… 
Ahora bailo. Bailar no es un deber con el mundo, es un compromiso conmigo… Bailo a mi son, a mi ritmo, con mi torpeza deliciosa y sin esperar aplauso. 

Y ahora, me atrevo a decir que sí a lo inesperado, a aceptar lo que escapa a mi control, a vaciar mi casa de cosas viejas que sólo hacen que hablarme de lo que no fui capaz de ver ni prevenir, de lo que no supe hacer… Esas cosas que todavía me recuerdan que nunca sabré bailar. Aunque ya no me importa. No bailo para llegar a nadie, bailo para mí… 
Bailo conmigo porque son mis manos las que me invitan a bailar y mis pies los que me llevan. Porque soy mi música y mi espacio, mi refugio y mi viento a favor. 
Me atrevo a dejar de esperar a que me abran la puerta. Me atrevo a darme cuenta que no hay ninguna puerta que nadie me pueda abrir para mí en realidad. 
Bailo. Bailo con mis imperfecciones y mis miedos más rotundos. Una voz me susurra al oído que deje de bailar, que recoja mis cosas y me asuste de nuevo y vuelva a creer en fantasmas y miradas de acecho… Y yo suspiro y miro al cielo, vacilo si seguir bailando, noto que mi alma titubea primero y se cubre de escarcha, pero luego empieza a tararear… La música es tan hermosa que me dejo llevar. 
Nunca hasta ahora he bailado sola porque me avergonzaba de mí bailando. Nunca he bailado acompañada porque nadie me pidió baile. Y ahora me doy cuenta que sin ese abrazo, mi abrazo, nunca podrá dejarme llevar por nadie.
Me atrevo ahora a dejar pasar pensamientos que me cuentan historias de terror y dibujan los mismos caminos de siempre. Los oigo, pero no los escucho. Los veo, pero no los miro. Los acuno, pero no les doy de comer… Me atrevo a decir que no cuando me consume la rabia… Me sincero conmigo misma y me doy cuenta de todo lo que pierdo a veces por necesitar ganar siempre… Y, justo en ese momento, puedo perder sin sentirme hundida… Puedo sentirme entera sin que nadie me dé el visto bueno. 
Bailo imperfecta y maravillosa en mi imperfección. Sin más prisa que las ganas de baile sin prisas… Sin más miedo que el miedo a que el miedo vuelva y diga mi nombre  en voz alta de nuevo y yo baje la cabeza y le abra la puerta.
Bailo sin contar pasos, ni mirar al suelo. Tengo ganas de bailar sin saber cuánto durará al baile y a dónde me lleva porque no importa… No bailo para nadie, bailo para mí.
Mercè Roura

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