5.11.20

El plan eres tú y siempre lo has sido. Y la meta era encontrarte y estar de tu parte

VIVIR CON TODAS LA CONSECUENCIAS

No es fácil seguir caminando mientras el pecho te quema y mires a dónde mires ves miedo, porque lo llevas dentro, porque parece que se haya impregnado en tus paredes mentales y forme parte de ti. No es fácil respirar sin pensar en los que ya no respiran, en qué aire podrás respirar mañana y en qué camino pondrás los pies.

No es fácil estar ahora en ti cuando no te encuentras, no te sientes, no sabes qué te espera. Cuando crees que lo único que tienes seguro en tu vida es más angustia, más miedo, más incertidumbre, más lágrimas contenidas esperando ser vaciadas de una vez. La vida no es colocar una bandera en una cima y sentarse a mirar el paisaje, es seguir caminando con o sin banderas, con o sin cimas, con o sin paisaje. Es contemplar lo que te rodea y encontrar la belleza, respirar hondo y sentir. Aunque se mueva el decorado y empiece a verse en cartón piedra de las ilusiones perdidas y descubras que algunas noches la luna está sujeta con alfileres al mural de tu vida porque no daba para más el presupuesto de este mundo vacío que se llena de estupideces y obvia lo hermoso, lo intenso, lo real.

Vivir es seguir andando y saber parar para cambiar de camino o de ánimo. Mirar dentro y detectar tus vacíos, tus temores más escondidos, tus credos más tajantes. Abrirse en canal para que entre sol y borre el dolor, para que por cada una de tus cicatrices entre la luz y salgan las penas, las memorias tristes, las historias de injusticia e impotencia que cargas, la angustia a la que solo sobrevives. Para que por esas mismas grietas salga todo tu brillo y esplendor, toda la belleza que acumulas y que espera ser rescatada.  Para que abras el frasco que te contiene y descubras que no tienes límites y te expandas…

Vivir es también acompañarse a uno mismo en la soledad y sentirse firme a pesar de que el suelo se tambalee y la tormenta arrecie tanto que respirar sea un acto de reafirmación y casi rebeldía. Vivir es este océano de dudas en las que lo único que siempre permanece eres tú mientras que todo lo demás da vueltas y más vueltas para que no te acostumbres a nada y tengas claro que la única barandilla a la que puedes aferrarte para no caer al abismo eres tú mismo.

Vivir es el zarandeo, el balanceo insoportable de una tarde de dudas y el sopor de un domingo tan plácido que imaginar que se acabe resulta casi inaceptable. Es esa calma que encuentras cuando te haces amigo de lo inevitable y tomas impulso para ser más tú que nunca. Aunque suene mal lo que dices y no guste nada lo que haces y menos lo que piensas, pero eso sea tu pensar, tu decir y tu hacer.

Porque vivir también es abrir el frasco y soltarse, dejarse ir a ver qué pasa, dejar que suceda, que salga todo, lo oscuro y lo luminoso, lo que nos atrapa y lo que nos libera, lo que nos asusta y lo que nos hace sentir auténticos. Vivir y aceptar todas las consecuencias de sentir, de ser, de encontrar tu coherencia y respetarla. Elegirte a ti mismo entre la barbarie de propuestas que te instan a fingir, a parecer, a disimular, a vivir otras vidas que no son la tuya ni te llenan. 

La vida premia la coherencia, el dejar de tragar porque toca, porque si no quedas mal y te apuntan con el dedo. Premia el parar para repostar y cambiar de camino porque el que llevas está agotado como tú. Premia el valor de vivir sin manual y aceptar las consecuencias de salirse de la horma y pensar más allá del redil y del cuadrado que nos han fijado para no romper esquemas. Premia el sentir y el arriesgarse a notar el miedo del que huimos sin querer conocer, cuando está claro que siempre nos dará caza. Premia el quedarse detenido en este ahora y notar el viento, el renunciar a lo que nos amarga y hace daño aunque eso implique la soledad absoluta, el mirar dentro y reconocerse… La vida premia el amor a uno mismo, el respeto por la vida misma y los que habitan en tu mundo. El compartir y compartirse a otros en todos los aspectos. El sentirse absolutamente digno y merecedor de lo mejor aunque todo lo que nos rodea parezca afirmar lo contrario. 

No es fácil dar un golpe en la mesa y decir basta. Plantarse una mañana ante tu vida y hacer limpieza de cajones y soltar la basura que acumulas y que te retiene en ese lado de la vida donde nunca pasa nada y cuando pasa es un golpe seco que te deja destrozado. Dejar de necesitar que te rompan para descubrir que no te merecen, dejar de necesitar que te humillen para forzarte a reconocer tu propia dignidad, dejar de necesitar que te ignoren para acabar haciéndote caso y escuchándote. Dejar de necesitar que todo salga al revés para darnos cuenta de que los que estábamos del revés éramos nosotros y no nos dábamos cuenta del gran valor que tenemos.

Dejar de necesitar caer y llegar a ese momento en el que parece que no tienes nada a lo que agarrarte y te encuentras a ti mismo. Tú eres el amarre que necesitas, eres tu impulso. Lo llevas dentro y la vida tenía que dejarte sin camino para que descubrieras que tú eres el camino y que el plan no era encontrar nada ahí afuera sino dentro… El plan eres tú y siempre lo has sido. Y la meta era encontrarte contigo y estar de tu parte. Porque solo vamos a encontrar consuelo en nosotros mismos.

A veces, necesitamos pasar frío para descubrir que somos nuestro abrigo.

Necesitamos llevar una carga muy pesada para que no tengamos más remedio que soltarla.

Necesitamos quedarnos solos para aprender a hacernos compañía.

A veces, necesitamos que no sea fácil para darnos cuenta de que somos nosotros quiénes nos complicamos la vida.

Mercè Roura

https://mercerou.wordpress.com/2020/11/03/vivir-con-todas-la-consecuencias/  

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