14.7.22

¿Y si la vida no fuera ese escenario hostil e impredecible que a veces parece ser?

LA MEJOR MANERA DE APRENDER A NADAR     

Texto del libro «Osho, autobiografía de un místico espiritualmente incorrecto»:

En mi infancia me enviaron a un maestro, un maestro de natación. Era el mejor nadador de la ciudad y nunca me había cruzado con un hombre que estuviera tan enamorado del agua…

Cuando me llevaron a él ─porque yo quería aprender a nadar─ me miró y dijo: «Pero no hay manera de aprender a nadar; yo sólo puedo tirarte al agua y entonces el nadar llegará por sí mismo. No hay forma de aprenderlo, no puede enseñarse. Es una habilidad, no es un conocimiento».

Y eso es lo que hizo: me tiró al agua y se quedó en la orilla. Dos o tres veces me hundí y sentí que casi me ahogaba. Él estaba allí parado, ¡ni siquiera intentaba ayudarme! Desde luego, cuando tu vida está en juego haces todo lo que puedes. Así que empecé a mover los brazos; los agitaba al azar, a lo loco, pero entonces descubrí la habilidad. Cuando la vida está en juego, haces todo lo que puedes… y cuando haces todo lo que puedes totalmente, ¡las cosas ocurren!

¡Logré nadar! ¡Me estremecí de emoción! «La próxima vez, dije, no necesitarás empujarme; saltaré solo. Ahora sé que el cuerpo se mantiene a flote naturalmente. Que no es cuestión de nadar sino sólo de sincronizarse con el elemento agua. Una vez te sincronizas con el agua, ella te protege».

Honestamente no estoy seguro de que esta sea la mejor manera de aprender a nadar. En estos tiempos los niños aprenden desde muy chicos, de una manera más relajada, muy rápido y casi jugando.

Pero hay algo interesante en esta idea de que en realidad es el agua la que facilita las cosas, que el cuerpo ya tiene una tendencia natural a flotar y basta con que nosotros acompañemos esa tendencia con un mínimo de sencillos movimientos coordinados. Claro que perfeccionar un estilo o nadar con rapidez es otra cosa, sólo me refiero a permanecer flotando en el lugar, que es lo que aprendió Osho en esa primera lección.

Resumiendo la idea: es el agua la que nos mantiene a flote, no nosotros. Sólo debemos entender cómo colaborar con el agua, como fluir con ella.

Y esta sencilla idea me parece interesante porque creo que puede extenderse a otras situaciones más complicadas, en las que suele ser más difícil entender cómo debemos actuar.

Quizás vivir sea algo parecido a nadar. Tal vez para tener una vida plena y feliz no sea necesario esforzarnos tanto, sino más bien que fluyamos con la vida de una manera simple pero eficaz.

Hace un tiempo pude hojear unos libros muy cómicos de Gabriela Acher. Encontré un párrafo en el que decía que le causa pánico viajar en avión y contaba una historia muy exagerada en la que ella no paraba de hablar con otros pasajeros acerca de lo peligroso que puede ser volar, de todas las cosas que pueden fallar en el avión, de cada uno de los errores fatales que puede cometer el piloto, etc., hasta que una azafata finalmente le sugirió que tratara de dormir para que todos en el avión pudieran tener un poco de paz durante el vuelo. Y ella entonces le contestó: «Pero si yo me duermo… ¿quién va a mantener el avión en el aire?».

¡Cómo si la preocupación de Gabriela Acher pudiera garantizar que el avión llegara a destino y aterrizara sin novedad!

La anécdota está contada en broma y todos entendemos que ese razonamiento es ridículo. Sin embargo, en otros aspectos de la vida (normalmente más complejos), creemos firmemente en ideas tan locas como esta.

Las preocupaciones, los problemas y sus soluciones

Si nos preguntaran de manera directa si las preocupaciones sirven para algo, la respuesta general sería que no, que preocuparse no resuelve los problemas, que lo que hay que hacer es ocuparse en vez de preocuparse, etc. Esa es la respuesta «correcta» que todos conocemos. Sin embargo, en la práctica actuamos como si la preocupación fuera algo así como un estado de ánimo necesario e inevitable, anterior a la resolución de cualquier problema serio.

Permanecer tranquilo y despreocupado frente a los problemas sería algo así como continuar bailando en el salón principal del Titanic mientras el barco se hunde.

Todos conocemos la fábula de la cigarra y la hormiga: la cigarra pagó muy caro el haber dedicado todo el verano a cantar muy relajada, sin preocuparse por el futuro.

Tal vez pensamos que es la preocupación la que nos pone en marcha, la que nos moviliza, la que nos conduce hacia la solución de los problemas.

Esta idea de que es inevitable que las personas normales y responsables se preocupen por lo malo que pudiera llegar a pasar está profundamente instalada en nuestra cultura. Jesús, hace más de dos mil años, ya tenía que decir cosas como estas para tratar que la gente se relajara más y confiara:

“Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas? ¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida? Y por la ropa, ¿por qué os preocupáis? Observad cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan; pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos. Y si Dios viste así la hierba del campo, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe? Por tanto, no os preocupéis, diciendo: «¿Qué comeremos?» «¿qué beberemos?» o «¿con qué nos vestiremos?» Vuestro Padre celestial sabe que necesitáis todas estas cosas. Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. No os preocupéis pues por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástele a cada día sus propios problemas”.

Confiar y desapegarse, una estrategia liberadora

¿Y si la vida no fuera ese escenario hostil e impredecible que a veces parece ser? ¿Y si hubiera otro enfoque para enfrentar los problemas? ¿Y si la vida fuera como el agua en la anécdota de Osho, que en realidad le facilita las cosas al que sabe cómo interactuar con ella?

Hace poco volví a ver Forrest Gump. Es una película excelente. Combina con acierto elementos de diferentes géneros: drama, romance y comedia. Y contiene también un mensaje muy motivador. Prácticamente todos conocemos la historia: el protagonista padece de un cierto grado de retraso mental, sin embargo alcanza el éxito en diferentes áreas de la vida precisamente debido a la sencillez y la coherencia con la que vive. Ya sé que se trata sólo de una película y que en la vida real las cosas pueden ser bien diferentes. Pero hay una idea muy valiosa que la película consigue transmitir. No es precisamente la inteligencia lo que ayuda a Forrest Gump, sino tal vez su vida simple, honesta y sin expectativas.

La inteligencia es una cualidad muy valiosa. Es mejor tener mucha que poca. Esto vale también para cualquier otra virtud. La disciplina y el esfuerzo personal son también muy necesarios. Pero tal vez lo más importante sea aprender a utilizar todas esas cualidades en armonía con la vida tal como se nos presenta.

Las preocupaciones no ayudan. El perfeccionismo y la autocrítica sin amor, tampoco.

Y aquí está otra vez esa idea de Osho acerca del agua. Tal vez la vida sea como el agua y esté siempre dispuesta a sostenernos y a ayudarnos, con la única condición de que sepamos cómo movernos a través de ella. Para recibir su ayuda debemos haber aprendido primero a fluir con ella y no en su contra, a relajarnos y aprovechar la fuerza de su corriente, a dejarnos llevar hacia adelante, sin resistirnos y disfrutando siempre de la experiencia.

5 IDEAS SENCILLAS QUE PUEDEN AYUDAR

Sentirse bien

En todo momento en que nos sintamos incómodos, apurados, enojados, etc., siempre podemos relajarnos por un momento, tomar distancia de lo que nos molesta, sonreír, y sentirnos aunque sea un poco mejor de lo que estábamos unos segundos antes.

Respirar profundamente

Cuando estamos distraídos, actuando de manera mecánica, nuestra respiración es inconsciente y superficial. Respirar profundamente dos o tres veces es muy relajante y nos conecta nuevamente con el momento presente.

Apreciar y agradecer

En cualquier momento y lugar siempre podemos dedicar unos momentos a apreciar lo bueno que el momento presente nos ofrece. Siempre hay cosas buenas por las que expresar gratitud, por ejemplo la salud, el clima, la compañía, el sol, la ropa que llevamos puesta, etc. La actitud de apreciar va de la mano de la de agradecer. Y la gratitud atraerá más cosas por las que sentirse agradecido.

Actuar conscientemente

Podemos llevar a cabo cualquier actividad de una manera consciente y deliberada, experimentando plenamente nuestras sensaciones corporales y nuestros movimientos. Caminar, por ejemplo, es una experiencia totalmente diferente si se hace de manera consciente. Además, experimentar plenamente lo que estamos haciendo interrumpe el desgastante diálogo interno de nuestra mente, que de otra manera no se detiene nunca.

Continuar haciendo lo que estemos haciendo pero moviéndonos un poco más despacio es otra manera de recuperar la consciencia de nuestros movimientos y sensaciones.

Quererse y cuidarse

Dirigir nuestra apreciación y gratitud hacia nosotros mismos, a cada una de nuestras cualidades y talentos, es decir amarnos a nosotros mismos, ejerce un poderoso poder transformador sobre nosotros, sobre nuestras relaciones y sobre toda nuestra realidad.

Axel Piskulic

https://www.amarseaunomismo.com/la-mejor-manera-de-aprender-a-nadar/  

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