19.7.20

Hoy en día conocemos el precio de todo, pero no sabemos el valor de nada

LA DIFERENCIA ENTRE VALOR Y PRECIO
Vivimos en el reino de la confusión

En realidad, somos lo que somos, cuando nadie nos ve. Cuando nos quedamos a solas con nosotros mismos. Cuando no tenemos que reír para agradar o asentir para convencer a nadie, entonces es cuando somos el alma y no el cuerpo.

En muchas ocasiones nuestro cuerpo está divirtiéndose, experimentando lo bueno de la vida, pero en otras muchas nuestra alma no es feliz. Hay algo que se escapa, algo que no llena el hueco que existe en nuestro interior, algo tan importante que anula los momentos buenos.

Los momentos pasan, las personas también, las situaciones no son lo que pensamos y nos quedamos a solas con la única verdad que nos importa, aunque queramos cubrirla con un maquillaje perfecto para acallarla.


Y como resultado el ser humano cada vez está más sumido en la confusión, una confusión que nos impide tomar las decisiones correctas en nuestro día a día.

Por lo general confundimos un término con otro en numerosas ocasiones y en otras sucede que intentamos conseguir, con uno el otro.

Lo que tiene valor nunca tendrá precio. No habría para pagarlo porque no está en venta, solamente está disponible como regalo.

Hoy en día conocemos el precio de todo, pero no sabemos el valor de nada

  • No tiene precio unos ojos que miran al fondo de otros entregando todo el amor que cabe en el corazón.
  • No tiene precio el roce de una mano cuando otra te acoge con ternura para demostrarte: “aquí estoy para ti”, “no temas, mi fuerza es la tuya”.
  • No tiene precio sentirte cuidado, estar pendiente de lo que te pasa, sentir tu dolor como mío, soñar el amor como solo lo hace el número uno, aunque seamos dos.
  • No tiene precio que llamen a tu puerta cuando lo necesitas y no tener que decir nada porque sabes que lo tienes todo solo con la presencia.
  • No tiene precio que las lágrimas afloren por tus mejillas y tengas cerca alguien para apretarte contra sí aliviando tu dolor.
  • No tiene precio callar las palabras iracundas cuando las de otros o sus acciones no sean lo que se espera.
  • No tiene precio mirar de frente cuando lo fácil sería mirar a otro lado.
  • No tiene precio comenzar de nuevo cuando todo es ruina y contar con unos brazos ajenos para reconstruirlo.
  • No tiene precio contribuir a convertir en huellas las heridas del corazón.
  • No tiene precio estar roto y saber que tienes el pegamento que te devolverá la imagen.
Nunca tendrá precio poner nuestra voluntad, nuestras ganas y nuestro entusiasmo al servicio de los que demás, de los que más sufren, que son realmente los que más lo necesitan al encontrarse desesperados.

Nada de lo que se hace desde el alma tendrá precio nunca, aunque se crea haber pagado por ello.

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